Tengo un amigo que es dado a protagonizar escenas donde, entre otras situaciones, le suelen mencionar su enorme parecido con algún tercero. Como pueden imaginarse, esto le predispone sin pretenderlo, a ser protagonista de confusiones, señalamientos indebidos, reconocimientos inmerecidos y saludos efusivos por parte de desconocid@s. Como les decía, él, o sea, mi amigo, que a todo le busca una razón e intenta darle un sentido, a raíz de la enorme probabilidad y la frecuencia en que este tipo situaciones se le presentan, ha desarrollado la siguiente teoría: “todos los calvos tienen entre sí, un enorme parecido”. A pesar de que la conjetura carece de solidez más allá de su propia experiencia, concluye, que “el elevado número de víctimas de la alopecia y el despliegue global de estas, les permite gozar de esa condición de omnipresencia”.
Ya hay por ahí teorías que hablan de personas con un gran parecido o prácticamente idénticas, coexistiendo en algún contexto alejado, ignorando la existencia del parejo, o quien sabe si por obra y gracia del destino, coincidiendo en el mismo tiempo y espacio. Imagínense lo emocionante o inquietante de llegar a cruzarse por la calle con alguien idéntico, o ver la propia imagen de uno mismo reflejada en una revista, o en un álbum de fotos ajeno. Mi amigo dice que para los calvos estas situaciones se multiplican. Cuenta, que una vez estaba en Berlín con su esposa en el interior de un restaurante, disfrutando de un refrigerio, contemplando cómodamente los movimientos de la gente que paseaba por la calle, cuando de repente, tuvo la sensación de verse a si mismo caminando frente a uno de los ventanales. Tan grande era el parecido con aquel caminante, que un escalofrío recorrió su cuerpo. De haber estado solo, probablemente no hubiese frenado el impulso de haberle seguido en plan sabueso, y quién sabe dónde hubiese terminado el seguimiento. Pero ese es otro cuento. Esta vez, no fue más allá de unos simples comentarios que hizo con su esposa al respecto de su particular “doppelganger”. Como les digo, él está acostumbrado a ser confundido con terceros y teniendo en cuenta que se caracteriza por una gran empatía con los de su condición, a veces se viene arriba con los argumentos de su creencia y se le dispara la imaginación. Considera que los calvos son la vanguardia del proceso evolutivo. Confiesa con orgullo, estar en sintonía con la propia naturaleza, que es quien establece la uniformidad igualitaria con sus despobladas cabezas, llevándole de esa manera, la delantera en muchos de los aspectos, a las agenda del 2030. Desde su convicción, piensa que los calvos bien organizados, podrían constituir un sindicato predominante o un lobby poderosísimo, incluso opina, que partiendo de la base del marcado hecho diferencial del estigma genético y de la homogeneidad del conjunto lampiño, podrían crear y declarar la independencia de su propia república sin estado. Serían entonces capaces de sostener o derrocar gobiernos baldíos a los que ir sometiendo a requerimientos y caprichos de todo tipo, incluso podrían conseguir los indultos de los pelones en presidio para banalizar así los “medios ilícitos que emplearon en pro de sus objetivos”, afirmando, que detrás de todo líder político, hay un calvo potencial moviendo los hilos. Pero cuando más se crece mi amigo hablando de los calvos, es cuando empieza a referirse a los llamados “mitos”, que por pudor no les paso a enumerar porque siendo tan calvo como mi amigo, podría dar la impresión de un exceso de corporativismo, o mejor dicho, una auto promoción a bombo y platillo y como se imaginarán, eso mismo y hablar de política, nada más lejos de mi intención.
