Daré continuidad a mi última columna aprovechando que hoy hay partido de la Gimnástica. Contra el Montijo. Después de una victoria agónica, demasiados empates, dos derrotas in extremis y otra abultada, trasladaba yo hace dos semanas mi confianza hacia el equipo. Y los que me lean recordarán que decía que no me disgustaba lo que veía, sin negar los errores y márgenes de mejora.
Dos victorias consecutivas después en terreno ajeno, no voy a lanzar las campanas al vuelo porque la liga está en un puño y cualquier detalle, en un sentido u otro, te hace subir o bajar puestos como la espuma. Pero sí creo que los dos partidos de Extremadura, sin haberlos visto, son consecuencia de haber sido fieles a un estilo que no hay que cambiar. Es un acierto, en mi opinión, no tomar grandes medidas en situaciones complejas. No digo que no se hayan tomado algunas decisiones, que seguramente, para forzar que esos detalles caigan del lado correcto. Pero grandes medidas o, incluso, drásticas… ¿para qué?
Cuando hay un estilo estable y definido, tanto en los momentos buenos como en los malos, porque habrá de todo, conviene mantener la misma línea. Sí; creo firmemente en los estilos definidos y ahora que el Atleti juega, como nunca, tocando el balón y elaborando la jugada, los colchoneros no lo entendemos y nos ponemos hasta nerviosos, echando de menos el unocerismo. “Lo tranquilos que vivíamos con el patadón…”.
Los cambios solo son buenos cuando algo, manifiestamente, no evoluciona. En el ejemplo de la Gimnástica, sin ninguna duda, no es el caso; en el del Atleti, parece que sí. No soy yo quién para discutir ni al Cholo Simeone, ni a Ramsés Gil, ni a Gonzalo Renedo.
