Cuando un país eminentemente futbolero como España cosecha una decepción tras otra en el campeonato mundial, se empieza a formar una leyenda negra en torno a esta competición que le queda grabada a fuego en las mentes de los aficionados, sumiéndoles en un fatalismo que en la tarde/noche de ayer un puñado de jugadores decidieron borrar de un plumazo.
El famoso “algo pasará” tan español se fue poco a poco difuminando mientras la selección nacional ganaba partido tras partido, ante los ojos ilusionados de los segovianos que un día sí y otro también se acercaban hasta la plaza Mayor para seguir los partidos de España a través de la pantalla gigante instalada por el Ayuntamiento con la colaboración de varios patrocinadores privados.
La victoria ante Honduras hizo olvidar el fiasco de Argentina 78. El triunfo ante Chile borró la decepción de España 82, y el gol de Villa ante Portugal vengó aquel penalti fallado por Eloy en México 86. Llegaban los cuartos…
Y los cuartos ante Paraguay pusieron a los españoles en órbita. El palo, palo, palo y gol de Villa mandó a la porra las tristezas de Italia 90 (esa falta de Stankovic con una barrera de mantequilla…), Estados Unidos 94 (adiós, Tassoti) y Francia 98 (esa “cantada” de Zubi ante Nigeria…). La barrera de los cuartos había caído.
En las semis Alemania se quiso poner enfrente y tutear a España, pero tampoco pudo con el juego de los de Del Bosque. Los segovianos presentes en la plaza Mayor no tuvieron tiempo ni de acordarse de pasadas afrentas mundialistas, disfrutando como locos con un triunfo tan corto como merecido.
Eso sí, en la final volvieron todos los fantasmas uno detrás de otro, porque la dureza de Holanda contó en la primera parte con la complacencia del árbitro (como el mejor Al-Gandhour de Corea 2002), y los contragolpes de Robben hacían recordar por momentos a los de Ribery y Henry en aquel Mundial de Alemania 2006 en el que Francia y su “colmillo retorcido” infligieron a España su última afrenta mundialista.
Pero ayer Segovia, y España entera, no quería más afrentas, y por eso confió y confió en su selección hasta que, a poquitos minutos para el final de la prórroga, un chaval de Albacete le pegó un sopapo al fatalismo y puso a Segovia, y a España entera, patas arriba.
Y allí fueron los petardos, y allá las banderas, y en todos los sitios los cánticos, los gritos, los abrazos… parecía que el partido había terminado, pero aún hubo un minuto para un susto, aunque afortunadamente nada serio, porque ayer la diosa Fortuna, siempre esquiva, decidió guiñar un ojo a los españolitos y ponerles en el Olimpo futbolístico.
Hubo fiesta en la plaza Mayor, pero hubo también mucha fiesta en la fuente de Santo Tomás, donde cientos de segovianos se fueron a celebrar el triunfo de España. Hoy seguro que más de uno habrá ido a trabajar con ojeras, pero también con una enorme sonrisa, y con un emotivo recuerdo al pulpo Paul.