El general director de la Academia de Artillería, Alfredo Sanz y Calabria, recordó ayer una vieja máxima militar que asegura que «un incendio equivale a cuatro traslados», para significar los constantes cambios de residencia que los profesionales de las Fuerzas Armadas tienen que asumir durante su carrera. En el caso de Segovia, esta afirmación no se cumple, al menos en lo que se refiere a la sede del centro de enseñanza militar más antiguo del mundo, que este año celebra el 150 aniversario del traslado de sus instalaciones hasta el antiguo convento de San Francisco en 1862, a las que los artilleros llegaron obligados por el incendio que el 6 de marzo de ese año destruyó la sede del Real Colegio de Artillería, ubicado en el Alcázar.
Para conmemorar esta efeméride, la Academia, en colaboración con el Patronato del Alcázar, ha reunido en un libro la historia física del histórico inmueble a través de casi medio millar de fotografías en las que se puede ver la evolución de sus instalaciones, que han ido adaptándose a los cambios que el centro ha ido aplicando en el último siglo y medio.
El libro fue presentado ayer en el salón de actos de la Academia de Artillería, en un acto presidido por el general Sanz y Calabria, al que asistieron una amplia representación de las instituciones públicas y privadas de la capital, en una nueva demostración del estrecho vínculo de unión que existe entre Segovia y la Artillería.
El coronel Diego Quirós Montero ha sido el encargado de coordinar y dirigir el trabajo que ha hecho posible el libro, que comenzó en mayo del pasado año y para el que ha contado con un equipo de profesionales del centro con los que ha compilado, revisado y seleccionado más de 2.000 fotografías y documentos relacionados con la historia del centro.
En la presentación, Quirós recordó que el edificio “no es extraño para los artilleros”, ya que el convento pasó a manos del Ayuntamiento de Segovia en 1836, tras ser desamortizado, y el municipio lo cedió años más tarde al arma de Artillería como sede del 5º Regimiento, y después fue readaptado como residencia de los alumnos del Real Colegio de Artillería ante la escasez de espacio a tal fin que había en el Alcázar de Segovia.
El fuego que destruyó la fortaleza en 1862 obligó a profesores y alumnos a trasladar las escasas pertenencias que quedaron a salvo de las llamas al antiguo recinto religioso fundado según algunas fuentes en el siglo XIII, y desde entonces permanece como sede de la Academia de Artillería de forma contínua salvo en algunos breves periodos.
A partir de esa fecha, la Artillería comenzó a evaluar las posibilidades del inmueble para desarrollar la labor docente e investigadora del arma, y así fue anexionando el antiguo cuartel de San Antón, su huerta y la del propio convento, así como otras propiedades privadas para completar las necesidades de espacio del centro.
Ya en el siglo XX se construyeron algunos edificios de nueva planta como el picadero, el internado de alumnos y su ampliación o más recientemente el edificio del Simulador de Artillería de Campaña, terminado en 1998.
En cuanto al libro, el coronel Quirós señaló que su objetivo es «mostrar de manera amena y didáctica la historia y la evolución del acuartelamiento, sin pretensiones científicas ni técnicas», de manera que aseguró que puede servir incluso de base para abrir «algunas interesantes líneas de investigación sobre algunos aspectos.
A la hora de abordar la tarea, indicó que las principales fuentes documentales han sido los archivos, las bibliotecas, las comandancias de obras no sólo de Segovia, sino de provincias limítrofes como Ávila, Madrid o Valladolid. Además, no olvidó la colaboración «desinteresada» de algunos coleccionistas privados o de familias vinculadas a la Academia que conservaban valiosos testimonios gráficos que han servido como base para la obra.
El coronel Quirós también destacó el carácter “pionero” de la obra, que por primera vez recoge las imágenes más significativas de la historia del recinto.