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¿Si vis pacem, para bellum?

por Jesús A. Marcos Carcedo
10 de noviembre de 2022
en Tribuna
JESUS A. MARCOS CARCEDO
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La guerra iniciada por Putin no sólo se desarrolla en los campos de batalla y no sólo afecta a los equilibrios y maquinaciones geoestratégicos. Que una de las grandes potencias militares del mundo se atreva a usar sus armas convencionales para machacar las ciudades de su país vecino y que, además, amenace descaradamente con recurrir a su arsenal nuclear supone también un desafío a las tendencias ideológicas y culturales que parecían estar echando raíces en todas partes. Creíamos hasta hace poco que la guerra como forma de dirimir las diferencias iba quedándose atrás y que el progresivo desarme y el auge del pacifismo iban permitiendo que nuestras energías se usaran preferentemente para la erradicación de las injusticias sociales, la recuperación ecológica y el avance científico. Sin embargo, ahora se multiplican las voces de los que afirman que vivíamos en un sueño y que, por el contrario, la guerra no es un producto onírico, sino una cruda realidad que nos acompañará siempre y para la que siempre deberemos estar preparados.

¿Vuelve, entonces, a resultar inapelable la rancia sentencia latina del si vis pacem, para bellum? ¿No hay otra manera de prevenir la guerra que evitar la propia debilidad militar o fomentar la del enemigo? ¿Son sólo los equilibrios de fuerzas, el balance of Powers, y el criterio de los halcones los que deben regir el destino de los países? Desde Heráclito, además, muchos han repetido que la guerra es la madre de todas las cosas. ¿Por qué evitar los conflictos si todo nace de ellos? Mejor será prepararse para ganar cuando lleguen.

La historia de la humanidad, con sus incontables guerras, da, en principio, la razón a quienes se inclinan a curarse en salud engordando tropas y cuarteles. La de Ucrania ha dado renovado lustre a sus argumentos. Sin embargo, todos entendemos también que la prevención se vuelve, con frecuencia, exagerada: fomenta la desconfianza, impulsa la carrera de armamentos y alimenta la tentación de usarlos. ¿No será lo sensato y no contradictorio decir que, si quieres la paz, debes preparar, precisamente, la paz y no otra cosa? Es decir, la paz debe desarrollarse y sostenerse sobre pilares propios.

Las características de la agresión rusa a Ucrania, capitaneada por un sátrapa, nos dan la primera clave no contradictoria para construir la paz: los países deben alcanzar la suficiente madurez política como para que sus sistemas eviten que quede el poder de decisión en manos de individuos disparatados o de oligarquías despóticas. El segundo de los soportes de la paz se halla en las dimensiones de lo económico y de lo social. Para vivir en paz hay que permitir la expansión económica de los pueblos y repartir con justicia la riqueza generada, asegurando un nivel digno de vida, con acceso a la educación de calidad, incluso a quienes les llegan menos ingresos.

Los pueblos empobrecidos y divididos por la injusticia son pasto fácil de los populismos belicistas. Con la sola mejora de alguno de estos vectores la propensión a la guerra disminuye: China, en su esplendor económico, no se siente tan atraída por la guerra como la atrasada Rusia.

Por otro lado, si bien es cierto que un determinado grado de oposición o de competencia promueve el progreso, eso no impide darse cuenta de que, cuando la conflictividad se desarrolla en el terreno de la violencia y de la sangre, ni siquiera, los posibles avances técnicos derivados de ella compensarían las pérdidas de vidas y los sufrimientos desgarradores que los acompañarían. Además, no creo que la guerra sea la madre de todas las cosas, sino que lo bueno procede de la creatividad de la mente humana cuando es capaz, precisamente, de reconducir las luchas hacia terrenos transitables. ¿No está siendo suficiente el desafío de la enfermedad y de la muerte naturales para el avance de la biología y de la medicina? ¿No nos obliga la escasez energética natural a profundizar en el conocimiento de la composición de la materia?

No sé si en el momento concreto que vivimos será prudente o no reforzar nuestras alianzas militares y extender nuestros misiles. Pero, sin duda, no lo es si consideramos que deba constituir la orientación permanente de nuestra política. A medio y largo plazo, solo cabe la perspectiva del desarme y la construcción de una paz que se sostenga a sí misma.
Si quieres la paz, prepara la paz.

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