Poco más de un mes después de que el pleno municipal aprobara su nombramiento como nueva Defensora de la Ciudadanía de la Ciudad de Segovia, Paloma Serrano Postigo toma hoy posesión de su nuevo cargo en un acto que tendrá lugar en la sala de Recepciones del Consistorio. Licenciada en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid y en Ciencias Políticas por la UNED, Serrano toma el testigo de Rodrigo González Martín y asume la dirección de la institución enlace entre la Administración municipal y los ciudadanos.
— ¿Cómo afronta esta nueva responsabilidad?
— Con mucha ilusión. Como he dicho siempre, esto ha sido una cosa voluntaria, que he querido yo, y para la que me he postulado precisamente porque me ilusiona y porque pienso que puedo desarrollar un buen trabajo. Ganas y empeño no me faltan y mi voluntad es hacerlo lo mejor posible.
— Muchos habrían rechazado un cargo que da, parece, más disgustos que alegrías y, sin embargo, en su caso fue usted quien se ofreció al Ayuntamiento.
— Eso depende de cómo sea cada uno. Si eres una persona que, como yo, ve el vaso siempre medio lleno, esto lo afrontas como una nueva etapa de tu vida profesional y personal en la que puedes aprender mucho; de los ciudadanos que van a venir a presentar alguna reclamación, del ámbito de actuación que vas a desarrollar y, sobre todo, quiero pensar que las cosas que voy a hacer van a ser efectivas.
Aunque haya momentos complicados o determinados escollos –que seguro que los voy a tener– pienso que el trabajo va a ser beneficioso; primero, para mi persona y luego para los vecinos a los que voy a tratar de ayudar desde la Defensoría. Y en esa vocación de ayuda es donde marco yo esta nueva etapa.
— Ha desarrollado la mayor parte de su vida laboral en el mundo académico, ¿cómo cree que puede ayudarle su perfil profesional en su nueva labor?
— Soy licenciada en Derecho y en Ciencias Políticas, por lo que el miedo a los temas jurídicos, que siempre imponen tanto a la gente, lo tengo superado. Cuando se piensa en abrir un expediente, una queja o una reclamación, muchas personas incluso no se atreven por temor a cómo va a ser el procedimiento administrativo y burocrático.
En ese sentido, el trabajo no me asusta; lógicamente tengo que aprenderlo, porque no he estado antes en una institución vinculada al Ayuntamiento. Procedo del mundo de la Universidad, pero es verdad que en los puestos que he desarrollado he tenido que desempeñar tareas de atención al público, de supervisión de la gestión académica –que es complicado– y ese aprendizaje que ya he realizado en la Universidad lo puedo trasladar ahora a esta nueva etapa en la Defensoría.
La complejidad está, sobre todo, en saber atender a la gente y asesorarle sobre qué quejas o qué reclamaciones están dentro del ámbito de competencias de la institución y cuáles no, porque en estos trabajos la gente acude a ti pensando que les vas a poder resolver toda la problemática y ese es el primer paso que hay que delimitar.
— Para ello tiene cinco años por delante, frente a los cuatro que venían siendo la norma.
— Ese ha sido uno de los cambios que se han realizado en el último mandato en el estatuto de la Defensoría de la Ciudadanía. Mi predecesor, Rodrigo González, consideró conveniente que el mandato de la institución no coincidiera con los periodos electorales para que los vecinos no vinculasen esta figura con el partido que en cada momento gobierne en el Ayuntamiento.
Es una medida que me parece muy acertada, porque la Defensoría es independiente a pesar de formar parte del organigrama del Ayuntamiento. Hubiese dado igual que en vez de cinco hubieran sido tres años, pero es importante que exista esa separación.
— ¿Desde la aprobación de su nombramiento ha tenido contacto con el Defensor saliente?
— He tenido conversaciones con Rodrigo González y me ha dado muy buenos consejos que me vendrán bien para empezar a trabajar. Sobre todo hemos tratado cuestiones como los trámites de los expedientes o la marcha del día a día; me ha aconsejado especialmente en los temas organizativos y me ha servido para ver cómo puedo desarrollar la labor teniendo en cuenta que cada maestrillo tiene su librillo y que trataré de implantar mi manera de trabajar.
Rodrigo González ha desempeñado la responsabilidad de manera muy laboriosa y meticulosa, como ha quedado reflejado en las memorias anuales; la última de ellas la presentará a lo largo de este mes.
— Cuando renunció a seguir al frente de la Defensoría, Rodrigo González expresó que le hubiese gustado que la institución hubiera tenido más apoyo por parte del Ayuntamiento. En este sentido, ¿qué objetivos tiene para dar un impulso a la Defensoría?
— El reto es sobre todo acortar distancias entre la Administración y los ciudadanos que presenten sus sugerencias, quejas y reclamaciones. Y, unido a ello, que lo que pueda resolver en los expedientes –siempre teniendo claro que las resoluciones no son vinculantes– no caiga en saco roto.
Me gustaría que la Administración tenga en cuenta los asuntos por los que el ciudadano se queja, porque al fin y al cabo eso puede redundar en una mejora del servicio público hacia los vecinos. Ese es mi principal objetivo no ya para el primer año, sino para todo el mandato; intentar recortar la distancia entre la calle y el Ayuntamiento y que se tome nota de los problemas que lleguen a la Defensoría para poder resolverlos.
— En este sentido, las quejas de asociaciones y grupos políticos ante el poco seguimiento y aplicación que han tenido los consejos de la institución han sido una constante.
— Es algo que he podido sentir y leer durante estos años atrás, pero hay que partir de que siempre que inicias una labor piensas que lo que vas a hacer va a servir para algo y ese tiene que ser y es mi punto de partida.
Soy una persona muy positiva y muy optimista y mi labor va a ser, aparte de ayudar al ciudadano, intentar que la Administración haga caso porque si no estas instituciones, que son muy necesarias y que dan la perspectiva de lo que pasa en el día a día de la ciudad, se vacían de contenido.
Hacer ver lo que reclaman los ciudadanos no ocurre de forma pasajera, sino porque se ve que existe un problema en la ciudad y que la Administración es la encargada de velar por los intereses de los ciudadanos.
— ¿Ha tenido ya conversaciones con los distintos grupos municipales y con la propia Concejalía de Participación Ciudadana para expresar estas demandas?
— Todavía no he tenido la oportunidad, porque desde la aprobación de mi nombramiento en el pleno del 27 de diciembre hasta ahora ha habido de por medio las vacaciones de Navidad, que, pese a ser activo, es un tiempo en el que hay un cierto parón.
Además, he querido ser muy prudente y esperar a tomar posesión del cargo. A partir de esta semana será el momento para empezar a hablar con todos los grupos municipales y con la propia Concejalía.
— La propia figura del Defensor de la Ciudadanía no es habitual en la mayoría de capitales y ayuntamientos. ¿Por qué es importante que Segovia cuente con ella?
— En primer lugar, porque representa un paso para que el ciudadano pueda reclamar ante la Administración por una vía diferente a la judicial, sabiendo que las decisiones de la Defensoría no son vinculantes. Y en segundo lugar, porque es una manera de contar con un termómetro de la ciudad y de cómo transcurre la vida a diario en la capital.
En este sentido, la Administración tendría que ver que hay ciertos problemas que todavía persisten, a pesar de que han intentado solucionarlos y que al ciudadano le preocupan mucho, como el tema de los ruidos, que es recurrente.
A nivel local, la Defensoría del Ciudadano es el paso más inmediato con el que se siente identificado el vecino, porque tener a una persona dentro de la ciudad que sea asequible, con la que puedas hablar y explicar tu problema sabiendo que te va a atender, hace todo mucho más cercano y mucho más realizable.
Es una labor fundamental y un acierto que el Ayuntamiento cuente con esta figura. Sería bueno que otros ayuntamientos copiasen el ejemplo de Segovia porque podrían establecerse una serie de relaciones que vendrían muy bien; hay que tener en cuenta que en Castilla y León no hay ninguna otra Defensoría a nivel local.
— Teniendo en cuenta esto, ¿cree que los segovianos valoran y hacen un uso suficiente de la institución?
— Si se miran las memorias de estos últimos años, la cifra de expedientes abiertos y tramitados ha ido incrementándose, por lo que sí creo que la ciudadanía está entendiendo que es un buen recurso para hacer llegar sus quejas. También cada vez hay más gente informada sobre la existencia de la Defensoría.
De hecho, muchos de los vecinos que me he encontrado o se me han acercado desde la aprobación de mi nombramiento, a la vez de darme la enhorabuena, me han hablado para plantearme problemas o para comentarme diferentes situaciones por las que les animo a pedir cita y a que vengan a verme para plantear sus quejas o sugerencias frente al Ayuntamiento.
Son cosas por las que creo que la gente es ahora más consciente de que la figura del Defensor, pese a no ser vinculante –y es importante recalcarlo para que los ciudadanos no se confundan–, está presente para todos ellos y trabaja para que sus inquietudes lleguen al Ayuntamiento.
