Las directivas de clubes grandes se suelen ‘compactar’ con un grupo de amigos del mismo circulante (dinero). Con ese estímulo se pueden hacer grandes cosas. Se ficha a un gerente de éxito, jugadores de ‘pasta gansa’ y, más/menos la planificación se pone en marcha. Las posibilidades de que el proyecto económico/deportivo tenga éxito, pese a todo lo expuesto, siempre tendrá sus límites en los resultados. Pese a todo, los directivos se sentirán ‘cómodos’.
Veamos lo que sucede en la otra orilla. Club que en lo económico se sitúa entre las tres menos cuarto y las cuatro menos veinte. Si en el ejemplo anterior dinero sí hay, en este el querer y no poder agudiza la inventiva. Son más los “no” que el “sí” de aquellos a quienes se intenta captar. Y comienza el camino con curvas inimaginables. Aquí, la mayoría de las cosas necesarias se logran con voluntarismo. Si los marcadores son positivos serán más los que se impliquen. De lo contrario, el presidente y un par más serán los que se queden para ‘el último que apague la luz y cierre la puerta’.
Una tercera vía se abrirá en aquellos clubes donde se ‘cultive’ la figura del mecenas. Será aquella persona que, con afición desmedida por esa concreta actividad deportiva, salvando incluso ‘incomprensión’ familiar, se pone al frente de un proyecto donde la suma de uno más uno no es siempre igual a dos. Sobre y ante todo si los marcadores son negativos y hay que utilizar más la columna económica del debe que la del haber.
Y si después de aplicar elementos económicos no planteados se pierde la categoría…
Para lo imposible siempre les quedará Santa Rita.
