Lentamente vamos experimentado las nuevas sensaciones que nos origina, en muchos sentidos, la llegada del otoño, al que recibimos el pasado 22 de septiembre. Es una estación que a veces produce un cierto disgusto, porque nos anuncia que vamos derechitos hacia el invierno, que por algo el pasado 31 de octubre ‘nos cambiaron’ la hora, lo que nos obligó a ‘ejercitarnos’ en atrasar los relojes. Pero, por otro lado, concretamente en nuestra provincia, el otoño es una etapa muy bella en cuanto a la contemplación del paisaje. Las grandes y hermosas alamedas y bosques que tenemos por toda nuestra geografía, incluyendo también la capital, ofrecen unos bellísimos colores en los que prima el amarillo, aunque con muchos matices. Por ello, la contemplación en estos días de la transformación de la naturaleza no deja de ser muy interesante. Y el momento me hace recordar, una vez más, aquella famosísima frase del poeta indio Rabindranath Tagore: “No llores cuando se ponga el sol, porque las lágrimas no te dejarán ver las estrellas”. Y lo digo porque hay personas a las que deprime un tanto el momento del cambio de hora, con todas sus consecuencias, contra lo que hay que luchar tratando de contemplar, como antes decía, el bello cambio que se produce en la naturaleza.
Todas estas circunstancias no son capaces, por supuesto, de alterar la vida de la ciudad, aunque también todos tengamos que pensar en algún cambio a introducir en nuestras aficiones y costumbres, cambio que seguro no se producirá en la vida diaria de los problemas municipales, cada día mayores y más complicados, aunque los dirigentes traten de echar a un lado algunos de ellos buscando que el ciudadano se sienta más tranquilo. Pero, no es tan fácil que esto ocurra, especialmente a los que seguimos —y tratamos de vivir más de cerca— los altibajos que se producen. Porque se nos vienen encima cuestiones que no debieran haberse producido si se hubiese intentado a tiempo poner remedio. Nos lamentamos ahora de lo que está siendo protagonista, en varios sentidos, la plaza de Santa Eulalia, pero hay que contraponer a ello el olvido a que ha estado sometida durante años, como si no importara su situación y sin que se hubiera tratado de remediarla con algunos ‘remiendos’. Pero, al final, la realidad se impone.
De pasada recuerdo algunos ejemplos concretos, porque una enumeración completa obligaría a repetir lo dicho en muchas ocasiones
En esta misma línea tenemos otras varias cuestiones pendientes, dado que la inercia municipal, muy encaminada a apoyar pequeñas acciones ‘culturales’, o no, y a anunciar ‘posibles’ llegadas de otras positivas, ha ido dejando pasar el momento oportuno, y ahora se presenta el instante de las lamentaciones y el de tratar de solicitar ayudas económicas para realizaciones que muy bien pudieron haberse resuelto si la ‘cosa’ se hubiera cogido en su momento, como lo dicho sobre la plaza de Santa Eulalia. De pasada recuerdo algunos ejemplos concretos, porque una enumeración completa obligaría a repetir lo dicho en muchas ocasiones, aparte de la llegada de nuevos problemas que vienen a sumarse a los que ya tienen a su cargo los máximos responsables de la corporación municipal.
Aunque paulatinamente se trate de dar sensaciones positivas, ahora pensando en la creación de un mercado navideño, cuando el tejido industrial y comercial se encuentra en un momento muy delicado, aunque pueda ser positivo en un sentido, insisto en que esta y alguna otra muy modesta aportación de cara al bien de los ciudadanos y del progreso de la ciudad, vienen a ser insuficientes para las numerosas necesidades, faltas, muchas de ellas, de una atención constante y decidida, como asimismo el propósito de buscar planes generales que puedan ser provechosos y, sobre todo, susceptibles de poder ser ejecutados.
Y digo planes generales como pudieran ser un estudio profundo de la situación de los pavimentos de buen número de calles y plazas (algunas recién ‘retocadas’); sobre la necesidad de limpieza periódica —olvidada hace años— del conjunto de faroles del alumbrado público; como asimismo de la decadencia de los sistemas de iluminación artística de varios monumentos; de una bien estudiada ordenación del tráfico diario y del que se registra los días festivos; sin olvidar el apoyo que se debe dar en materia de la línea férrea a Madrid, o de ‘empujar’ todo lo que se pueda para que no se retrase demasiado el nuevo hospital… En fin, de tantas cosas como es seguro que están en la mente del amable lector pero, al parecer, no tanto en las de los responsables municipales, sin permitir que el otoño pueda dejar en ellos una impresión deprimente…
Mejor recordar la expresiva frase y consejo del indio Tagore.
