La lectura, en este diario, hace unos días de que Francia y Portugal son los destinos que prefieren los españoles que se van a trabajar al exterior, por sus mejores sueldos allá, por sus mejores condiciones sociales, bueno, por las razones que fueren, es lo que me trae a la memoria aquellos años tan lejanos en que los primeros españoles en emigrar para buscar trabajo lo hicieron a partir de 1955, entre ellos bastantes segovianos. Iban camino de la República Federal de Alemania, es decir, la que entonces decíamos la Alemania libre, la Oriental, frente a la Alemania socialista y dominada por Rusia. la Occidental.
Los datos, que son muchos, que se han venido recogiendo sobre el tema dicen que la mayor parte de los hombres iban a trabajar al sector del metal, y las mujeres, al textil.
Precisamente a una empresa del metal fue un pariente mío muy cercano, que en uno de sus viajes de vacaciones me decía: En Alemania, yo que soy fresador, valgo para todo, porque cuando tienen algún problema mecánico, enseguida llaman a Pepe, que a pesar de mi especialidad, para ellos sirvo para todo.
Dicen informes de prensa que todas las semanas, entre los años 1960 y 1973, salían de aquí unos 600 españoles con contratos firmados. Y es que, en diciembre de 1955 se empezó allí a contratar extranjeros italianos, griegos, turcos, portugueses y españoles.
Muchos fueron los matrimonios que allá marcharon, y muchos también los que volvieron a España, finalizados sus contratos, pero asimismo fueron bastantes los que decidieron quedarse en Alemania.
Mi primer viaje al extranjero como periodista fue precisamente a Alemania, en 1974; el tristemente famoso Muro dividía al país, incluyendo a la capital, Berlín. Los compañeros que me acompañaban regresaron pocos días después, pero yo me quedé en Bonn, entonces capital de la Alemania libre, por invitación de Internaciones, organismo de Relaciones Internacionales.
Me alojé en el Hotel Stern, en la Plaza Mayor de Bonn, propiedad de un alemán que estaba casado con una madrileña, por lo que allí trabajaban seis matrimonios españoles, ellas encargadas de limpieza y habitaciones y ellos de recepción y otras diferentes misiones.
Bonn era un centro de oficinas, por lo que los fines de semana quedaban completamente solitaria la plaza y alrededores. Tuve ocasión, por lo tanto, de hacer visitas turísticas en solitario, asistir a conciertos e incluso al cine ¡en alemán! , porque en algo había que matar el tiempo hasta el siguiente día que iba a buscarme una intérprete para llevarme a las oficinas de políticos de los diferentes partidos, por lo que tuve que “sudar” un poco para enterarme antes de algo sobre ellos, pues durante la época franquista aquí casi nada se podía conocer.
La oficina de Cáritas en Bonn, encargada de atender a los españoles, la dirigía otro paisano, que me indicó que por aquella amplia zona residían numerosos emigrantes de nuestro país.
Como anécdota recuerdo haber comprado una pequeña cámara fotográfica, último modelo Rollei B35 y allí mucho más barata, y que el empleado de la tienda tuvo que desarmar y armar varias veces hasta mi conformidad.
Y otro detalle muy llamativo: En la Catedral de Bonn tuve la ocasión, ante mi gran sorpresa y asombro, de ver a los fieles por primera vez comulgar tomando la sagrada forma en la mano.
Así, pues, la mano de obra que entonces necesitaba Alemania para reconstruir el país después de los demoledores destrozos, estuvo en gran medida, en el eficaz e, indudablemente, duro trabajo de cientos de extranjeros, con los muchos españoles, a los que se tiene que agradecer su enorme aportación a lo que hoy es la espléndida y poderosa República Federal de Alemania.
