Los orígenes de las tunas no están claramente determinados. Para algunos, sus raíces se encuentran en los antiguos Sopistas y pícaros de antaño (siglos XV o XVI); para otros se encuentran en los propios continuadores de la tradición goliarda: los estudiantes pobres (siglos XIII), que se valían de sus habilidades musicales para cubrirse sus estudios y sus necesidades. En pleno siglo XXI aún se mantienen estos grupos de universitarios, o que en su día lo fueron, y un ejemplo de ellos ha inundado Segovia este fin de semana, para llenar las calles con su colorido y repertorio musical, con el popular “Clavelitos” a la cabeza.
Segovia es este fin de semana sede del XXVII Certamen Nacional de Tunas de Magisterio, y la de la capital anfitriona de las tunas de Ávila, Burgos, Cáceres, Castellón, Málaga, Murcia, Santander y Sevilla. Alrededor de 150 tunos se han concentrado estos días para ofrecer lo mejor de su espectáculo, como son las tradicionales rondas y los pasacalles.
Después de ser recibidos el viernes por las autoridades en el Torreón de Lozoya, cada una de las nueve tunas participantes en el certamen se distribuyeron por diferentes establecimientos de la ciudad “para dar ambiente en todas las zonas de Segovia, y disfrutar de la ciudad”, comentaba José Manuel Herrero, uno de los integrantes de la tuna de Segovia. El concurso de rondas por la noche en el Azoguejo también congregó a numerosas personas, con la interpretación de tres canciones a cargo de cada tuna.
Ayer, después de la tradicional reunión de novatos, tuvo lugar el concurso de pasacalles, desde la iglesia de San Millán hasta el Azoguejo. Y para la tarde se dejó el concurso musical en el Teatro Juan Bravo de Segovia, con premios para todas las tunas. La cena pic-nic puso fin a este evento popular, por este año.
