Titirimundi vive, desde hace 29 años, de las marionetas. Muchos espectáculos novedosos se cuelan cada año en la programación, pero lo clásico no está pasado de moda, como quedó patente ayer en la mayoría de las actuaciones que inundaban la ciudad.
Desde primera hora de la mañana hasta última de la tarde, esos pequeños muñecos manejados con maestría por cuerdas fueron los verdaderos protagonistas de la jornada. Rocamora, uno de los artistas con más trayectoria, presentó una amplia variedad de personajes a un público que disfrutó de lo lindo con los bailes de claqué de Johnny, las historias del abuelo, las acrobacias de Félix el payaso bombero…
Igual hizo Jordi Bertrán, quien presentó un espectáculo circense en el que, por supuesto, no podían faltar los payasos, pero por el que circularon otros muchos personajes, como un encantador de serpientes al que no le salió muy bien el truco y terminó haciendo reír al público al huir de la serpiente.
También fueron las marionetas clásicas las protagonistas de la obra que tuvo lugar en el Museo Esteban Vicente, pero en este caso de China. Títeres de mano, con escenas típicas de la tradición taiwanesa que iban narrando una historia de amor, ambientada por música y canciones en directo.
Pero no solo de marionetas de hilo y risas de niños vive Titirimundi. Por ello ayer pudieron verse propuestas muy diversas dentro de la programación, como ‘O quadro de uma familia’, de la compañía brasileña Pigmaliao, que hace un retrato crítico de la estrucutra familiar contemporánea, con muñecos de tamaño natural y cabeza de cerdo (hoy hay varios pases en la Sala Ex_Presa 2).
También para adultos es el espectáculo que propone el israelí Yael Rassoly en ‘Paper cut’, un espectáculo delirante en el que una secretaria enamorada secretamente de su jefe, y a solas en su oficina por la noche, disparará toda la imaginación sobre su escritorio para convertirlo en un universo fantástico con historias de amor y pasión (La Alhóndiga, 20.00 y 23.00 horas, 10 euros).