Hasta en dos ocasiones, en 1820 y en 1883, se ordenó su demolición, por su estado ruinoso, aunque en ambas ocasiones se libró in extremis. La Puerta de Santiago es la primera mencionada entre todas las de la ciudad y la mejor conservada de las puertas que tuvo la muralla de Segovia. Coetánea con la de San Andrés, en 1122 se llamaba de Rodrigo Ordoñez y a mediados del siglo XIII ya se la conocía con el nombre actual, en referencia a la vecina parroquia extramuros, una pequeña iglesia dedicada al apóstol que existió entre la puerta y el río, que fue derribada en 1836.
De su primitiva función defensiva, la Puerta de Santiago se convirtió después en la más importante de Segovia en la recaudación de portazgos —de ella partía el camino de Castilla—. Pocos monumentos han tenido tan variados inquilinos, desde los soldados que protegían la ciudad junto a sus almenas hasta aquellos que, a principios del siglo XX, acudían en busca de socorro al inmueble, convertido en refugio de pobres. Después sería estudio y vivienda de pintores y hasta taller de títeres.
Es ahora cuando la Puerta de Santiago, propiedad del Ayuntamiento de Segovia, lucirá con todo su esplendor, tras un ambicioso proyecto de restauración que ha permitido recuperar la singularidad de sus elementos decorativos. Apenas queda un mes para que finalicen los trabajos, tras una inversión cercana a los 370.000 euros, con cargo al 1% del Ministerio de Fomento (232.0000 euros) y la participación de la Fundación del Patrimonio Histórico de Castilla y León (104.000 euros) y el Ayuntamiento de la ciudad (25%).
La restauración de la Puerta de Santiago ha permitido recuperar la única puerta decorada de la ciudad, que presenta elementos decorativos tan singulares como el arco de ladrillo de su cara Oeste, del siglo XII, o la decoración renacentista, del siglo XVI, en su cara Este. Es la única que conserva el Cuerpo de Guardia y la escalera medieval y que tiene tres niveles edificados.
pavimento original
En síntesis, las obras, ejecutadas por una empresa especializada en restauración, en base a un proyecto redactado por la arquitecta Teresa Martín Rodríguez, ha permitido recuperar elementos excepcionales; como el Cuerpo de Guardia y la escalera medieval primitiva que comunicaba con el adarve de la muralla. Pero es que también se ha descubierto el pavimento original del adarve de la muralla, y, en la propia Puerta, al interior, y en las fachadas Norte y Oeste, las huellas de las almenas que señalan las distintas fases constructivas. Y, sobre todo, la restauración ha logrado consolidar y descubrir nuevos elementos de la rica decoración renacentista que muestra la cara Este de la Puerta, al interior de la ciudad, con pinturas policromadas, yeserías….
“Hemos tratado la Puerta de Santiago como si fuera una escultura, restaurando y recuperando todos los acabados originales correspondientes a las distintas fases constructivas y de uso”, comenta la arquitecta Teresa Martín. De acuerdo con la metodología de la Fundación del Patrimonio Histórico, de forma simultánea a la redacción del proyecto se acometieron diversos estudios previos. Se llevó a cabo un levantamiento topográfico y se elaboraron hasta cuatro estudios: geotécnico, histórico, constructivo y arqueológico. Lo cierto es que en la impecable intervención y sus buenos resultados ha tenido mucho que ver la intervención de un equipo interdisciplinar de expertos en arquitectura y restauración, incluida la empresa encargada de ejecutar la obra. “Estamos muy satisfechos”, dice Martín.
En la construcción actual de la Puerta de Santiago se aprecian sucesivas intervenciones, desde la fachada Oeste, datada del siglo XII-XIII, a su fachada Este con sillares almohadillados de granito y restos de un escudo monumental, fechados entre finales del XVII y comienzos del XVIII.
La Puerta era, en origen, una construcción que continuaba el nivel de la muralla, coronada en un terrado almenado. Los expertos suponen que existía una torre caballera que alojaba el rastrillo —verja levadiza—. A finales del siglo XVI o comienzos del siglo XVII se llevó a cabo una importante reforma de la Puerta. Se recrecieron los muros almenados hasta su altura actual —incorporando parte de la torre caballera— aunque la Puerta de Santiago seguía careciendo de techumbre. La cubierta se incorporará con posterioridad, en el siglo XVII-XVIII, según Martín.
La reforma renacentista del siglo XVI fue de calado, puesto que, además de elevar un piso el edificio, supuso modificar la fachada al interior de la ciudad, al Este. Se añadió una portada con sillares de granito. Sobre este arco de medio punto se construyó un moldura de yesos que enmarcaba un “motivo central” que las obras de restauración no han logrado descubrir.
“Los restos de pintura mural son escasos, —afirma la arquitecta— apenas cuatro puntos rojos, no sabemos si pueden corresponder a un motivo heráldico o, como dice la tradición popular, a una representación del apóstol Santiago”. Martín atribuye la reforma del siglo XVI a la nueva función de la Puerta, de carácter más administrativo, y al nuevo estilo decorativo que impuso el reinado de Carlos V. “Sospecho que el motivo central sería más bien el escudo del rey que la figura de Santiago”, añade la arquitecta. Con esta intervención la Puerta de Santiago pierde parte de su carácter defensivo — ante la introducción del fuego artillero— y protagoniza un uso fiscal, con el cobro de portazgos.
En este ala Este de la Puerta las obras también han permitido recuperar restos de decoración pictórica que imitaba un tratamiento de sillares de granito con acabado en puntas de diamante; unos elementos decorativos que también han aparecido en el ala Sur.