¿Cuándo, cómo y quién construye un cercado de piedra en seco?
Esta fue una de las preguntas que me llevé a la Vera de la Sierra al investigar sobre la construcción de piedra en seco, es decir, sin uso de mortero o argamasa. Una cuestión aparentemente neutra, pero cuya respuesta abre un campo de problemas tan amplio que puede resultar incluso incómoda. Una buena pregunta etnográfica, en definitiva.
Ecologías de piedra seca. Una etnografía de las infraestructuras tradicionales de la Vera de la Sierra (Segovia) —publicado recientemente por el Instituto de Cultura Tradicional Manuel González Herrero— aborda de lleno estas cuestiones, tomándolas como eje para explorar la historia social de la comarca y sus conflictos territoriales actuales.

Los factores —sociales, geológicos, económicos, ecológicos o políticos— que contribuyeron a la emergencia y multiplicación de estas infraestructuras territoriales en la Vera de la Sierra son múltiples, pero vale la pena adentrarse brevemente aquí en uno de ellos. Una de las hipótesis centrales del libro es que la presencia de la Cañada Real Soriana Occidental está en el origen mismo de estos cercados. Dicho de otro modo: hay muchas paredes de piedra porque ha habido mucha trashumancia. Pero no se trata de una relación armónica, sino tensa, incluso conflictiva.
Hoy la trashumancia se reivindica —con razón— como una práctica sostenible, racional y valiosa para el medio rural. Pero históricamente formó parte de un modelo extractivo y desigual. Tal como describió Ángel García Sanz en Desarrollo y crisis del Antiguo Régimen en Castilla la Vieja, los rebaños trashumantes del siglo XVI en adelante eran colosales y pertenecían a grandes propietarios, casi siempre ajenos a la comarca. Los habitantes locales eran, en todo caso, pastores asalariados, que apenas podían llevar consigo la llamada “excusa” —las 20 o 30 ovejas de su propiedad cuya lana se quedaba el patrón.
La lana de la oveja merina fue durante siglos el principal producto de exportación castellana, y el Honrado Concejo de la Mesta, fundado en el siglo XIII, protegía los intereses de estos grandes ganaderos. Esta poderosa asociación, de hecho, contaba con los famosos privilegios mesteños, concedidos en origen por Alfonso X en 1273 y vigentes hasta 1836. Es muy conocido el hecho de que, gracias a esta norma, los ganados trashumantes podían disponer de “libre tránsito” entre los territorios castellanos. El privilegio XXI de 1347, asimismo, permitía que los ganados trashumantes hiciesen uso de los pastos abiertos y comunes de las tierras por las que transitaban, siempre y cuando estas no estuviesen cercadas.
![Tras las paredes de piedra seca: ecologías históricas de la Vera de la Sierra 3 “Schafe im Kral mit Hirt [pastor con ovejas]”, 1915. Fotografía de Otto Wunderlich.](https://eladelantado.com/wp-content/uploads/2025/06/Fig02.jpg)
Algo había que hacer. ¿Qué? Defender.
Recordemos que etimológicamente “dehesa” proviene de “defensa”; el “adehesamiento”, según el Diccionario de Autoridades, es sinónimo de cercamiento. La dehesa, en Segovia, no es un tipo de paisaje asociado a la gran propiedad, como en Extremadura. Una dehesa aquí es un terreno concejil cercado. Defendido. ¿De qué? De la trashumancia.
Es aquí donde la piedra en seco, en forma de pared o cerca, emerge como técnica expresamente vinculada a la regulación de un flujo problemático: el del ganado trashumante. Según sugiero en el libro, los procesos de cercamiento con piedra en seco en esta región se expandieron gracias a esta relación antagónica entre los avecindados serranos, que intentaban proteger sus tierras comunales, y los grandes ganaderos foráneos, que luchaban políticamente —a menudo con éxito— por impedir esos cercados. La formación de los complejos territorios serranos de piedra seca se explica así, en buena medida, a través de estas tensiones históricas por el control sociotécnico y jurídico sobre los bienes comunales.
Hay, por supuesto, más factores relevantes, aunque no pueda detenerme aquí en ellos. Pensemos, por ejemplo, en la consolidación de la propiedad privada “perfecta” en el siglo XVIII, o en la desamortización de Madoz a partir de 1855. La legalización de los cercados en parcelas privadas no se hizo efectiva hasta la década de 1830, en un contexto de fuertes convulsiones territoriales que acompañaron a la creación de los ayuntamientos, a la desaparición de las Comunidades de Villa y Tierra o a la redefinición de la jurisdicción comunal.
Pero de lo que no cabe duda es que el territorio evoluciona, y las territorialidades cambian con el tiempo. La trashumancia pasó de ser un mecanismo en buena medida temido por los vecinos a constituirse en una práctica marginal, hoy añorada y reivindicada por muchos. Las paredes, por su parte, pasaron de defender lo común a fragmentarlo mediante nuevas parcelaciones privativas. Y estos mismos cercados privados —límites pensados para escindir tierras y personas— han sido colonizados por todo tipo de especies vegetales y animales, convirtiéndose en la actualidad en auténticos corredores ecológicos.
El territorio serrano, en fin, está plagado de paradojas históricas y culturales. Ecologías de Piedra en Seco es una invitación a adentrarse en algunas de ellas.
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Ion Fernández de las Heras – (Universitat Oberta de Catalunya, UOC)
