El JARDÍN DE LA PLAZA DEL CONDE DE ALPUENTE
En la sesión de ayuntamiento que tuvo lugar el día 25 de enero del año 1859, el arquitecto municipal propuso que se derribaran las iglesias románicas de San Román, San Facundo y San Pablo, alegando que su derribo “proporcionaría materiales de construcción para nuevas obras y bellos y capaces solares”. Se derribaron y, con el tiempo, sobre el solar que dejaron se trazaron tres jardines, pequeños, como las plazas sobre las que se levantaron. A ellos van dedicadas las siguientes entradas de La Mirada.
La iglesia de San Román, románica, de una nave, con formidable torre cuadrada y ábside y portada de cierto empaque, fue una de las abatidas. Se derribó el año 1886 y quedó un espacio vacío, con piso de arena y canto, durante décadas dedicado a los más variados usos como, por ejemplo, ser pista de patinaje para la chavalería de la vecindad o acoger las carpas de los circos nunca muy grandes que recalaban en Segovia. El pintor José María Avrial, profesor de la Escuela de Nobles Artes, pintó a la aguada una vista del templo y eso nos permite aventurar que su pérdida fue otro desaguisado para lo que hoy consideramos patrimonio artístico.

Entre los edificios que cerraban el lado de poniente de aquella plaza estaba el palacio de los Villafañe, sede de la extinta Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Segovia, y esta circunstancia, unida a la intensa actividad desarrollada por el Patronato de Jardines en los años cincuenta del pasado siglo, puso fin a su destartalado aspecto.
El 28 de enero de 1955, la entidad de ahorro aprobó donar al Ayuntamiento de Segovia 40.000 pesetas que habrían de invertirse en el arreglo de aquella plaza y en el acondicionamiento de una superficie de la misma que pudiera acoger un pequeño jardín. Con la generosa ayuda, la remodelación que se llevó a cabo fue total: se trazaron y enlosaron aceras que nunca había tenido, se adoquinó la calzada y se diseñó un parterre en la zona central. Este, dada la forma alargada de la plazuela, se partió en dos mitades delimitadas por encintado de granito cortado en cuarto de bocel, se sembró de césped el contorno exterior, se pusieron flores de temporada en el centro y cuatro árboles: dos abetos rojos -Picea abies- y dos ciruelos rojos -Prunus pissardi var. nigra- dibujando una recta. Entre las dos mitades se dejó una mínima área de estancia, protegida por pivotes cónicos de granito, iluminada por una farola fernandina, dotada de dos papeleras colgadas de pie metálico y de cuatro bancos de granito que pueden considerarse como de estética Caja de Ahorros de Segovia, por haber sido diseñados para la entidad esos y otros muchos distribuidos por los jardines del entorno y aún de puntos de la ciudad más alejados.

Con el tiempo se secaron los prunus, cayó una picea y no hace mucho se abatió la otra, demasiado grande para tan reducida plaza. Para sustituirlos se han puesto seis plantones, tres en cada mitad, formando dos triángulos isósceles: arces japoneses -Acer japonicum- para los vértices, y farolillos de la China -Koelreuteria paniculata- para las bases. Canales extraños por los que circulan la historia y la vida hacen posible que donde hubo románico -la gran creación del Occidente medieval-, haya ahora árboles que proceden del Extremo Oriente.
Las flores de temporada de este jardincito, este año minutisas, siguen suavizando la que es una plaza dura, con mucho granito, muchos bolardos, muchos pivotes y muchos, demasiados, automóviles.
En dos rincones de la plaza, no públicos, hay lauros y un prunus de buenas dimensiones, que en estos momentos se está secando. Al final, un espacio tan duro y al que pocos se acercan, resulta casi amable.
EL JARDÍN DE LA PLAZA DE SAN FACUNDO
Con su nombre, la plaza recuerda al santo titular de la iglesia que se cerró al culto el año 1843. Tres años más tarde, 1846, pasó a ser reutilizada como sede del Museo Provincial de Segovia, función que cumplió hasta 1885, año en el que se sacaron las piezas artísticas que custodiaba por amenazar ruina y acabó derribándose, lo que sucedió el año 1899. Se alzaron algunas voces en favor de su restauración pero faltó dinero. Carlos de Lecea, en la primera página de su “Miscelánea Biográfico-Literaria, publicada en 1915, escribió algo sobre el caso: “En la plaza de San Facundo existía la iglesia de ese nombre. Cerrada al culto hace muchos años, estableciose en ella el Museo Provincial; más a falta del debido reparo, no por culpa de la celosa Comisión de Monumentos, sino por no haberse facilitado a ésta los fondos que con insistencia pidiera para su conservación, llegó a tan lastimoso estado…”

Era románica, de una nave con ábside y torre cuadrada y, por lo que imaginamos, construida con materiales pobres. De lo que fue apenas queda otro rastro que una imagen sacada de una fotografía de mala calidad e impresa en la revista Cultura Segoviana.
El solar que dejó, unido al que se había conseguido con la desamortización del convento de Los Huertos, fue muy grande y, unida toda la superficie, se logró una plaza irregular en la que, como hemos visto al hablar del jardín de la plaza de Los Huertos, se plantaron acacias de sombra -Robinia pseudoacacia var. umbraculifera-, de las que de las puestas en San Facundo han ido desapareciendo todas hasta no quedar una.
Todo empezó con la división de la gran e irregular plaza en dos pues el Estado, después de la cesión, pidió se le concedieran 100 metros cuadrados, que luego fueron 762,8 metros cuadrados entre las dos plazas, Los Huertos y San Facundo, para construir el edificio destinado a Correos, cuya construcción trajo consigo la tala de bastantes árboles. Hay constancia de ello en la sesión municipal del 3 de enero de 1930, en la que se comunica “va a comenzar la obra de Correos por lo que habrá de prever las alineaciones y derribo de árboles”.
Para que el espacio luciera, algún imaginativo local avanzó la posibilidad de construir una pirámide aprovechando la celebración de una Catorcena.
La propuesta no cuajó y más adelante, en 1934, se erigió allí el monumento a Lope de la Calle Martín, encomendado a Emiliano Barral, quien realizó una obra sobria por concepción y por ejecución, con unos bloque de granito lisos y dispuestos en tres alturas, dos horizontales para la base y uno vertical para sostener el busto. Este, fundido en bronce, se inicia con planos elementales que dan continuidad al pedestal y contrastan con el rostro, de rasgos muy trabajados. Se colocó en un ángulo de la plaza, delante de una acacia que, con la robustez de su tronco y el cuarteado de su corteza, contribuían a dar fuerza y expresión al conjunto escultórico.

No hace mucho tiempo, perdidas las acacias por vejez, por necesidades urbanísticas o por capricho municipal, alguien planteó la modificación de las especies atendiendo a criterios estéticos. Se pusieron cuatro cipreses -Cupressus sempervirens- que, con su simbolismo, color y forma, armonizan con el monumento y lo que representa, sobriedad y homenaje a un prócer desaparecido.
Por cierto… ¿Hay algún segoviano que sepa algo de él? Nació en El Guijar de Valdevacas y fue abogado, periodista, político y profesor. En 1888, afiliado al Partido Reformista fundado por el general López Domínguez, editó y dirigió un periódico al servicio de su ideología y que tituló, como no podía ser menos, El Reformista. Fue Presidente de la Diputación Provincial y, durante muchos años, Director del Instituto General y Técnico.

Volvamos al jardín. Agobiado por el tráfico, pasó de ser lugar placentero, a aparcamiento de vehículos, sobre todo motos de Correos; faltaba lugar para parada de autobuses, se eliminaron más acacias; eran viejas las que quedaban, se talaron y se sustituyeron por farolillos de la China… Pero algo queda y los que acuden a la terraza lo agradecen.
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*Académico de San Quirce
porunasegoviamasverde.wordpress.com
