Corría el año 1934 cuando el ingeniero industrial francés Pierre Joules Boulange comenzó a crear el coche que cambiaría el estilo de vida de millones de ciudadanos. Se trataba del que más tarde se conocería mundialmente como Citroën 2CV (2 Cheveux Vapeur), o lo que es lo mismo en la lengua patria: El Dos Caballos. Por aquel entonces la idea era crear un coche pequeño y de bajo coste bajo el lema Toute Petite Voiture (Coche Muy Pequeño), aunque la Segunda Guerra Mundial retrasó le empresa y el coche no pudo presentarse en sociedad hasta 1949, en el Salón de París.
Sus creadores no imaginaban el impacto que acarrearía el Dos Caballos a la historia del automovilismo. A lo largo de su vida se fabricaron 5.114.969 unidades, de las cuáles 1.246.335 fueron furgonetas. Diseñado especialmente para que los señores no tuviesen la necesidad de quitarse el sombrero y además cupiese un saco de patatas, reinó en las carreteras durante cinco décadas. Lamentablemente para muchos, en 1990 se dejó de fabricar este carismático coche, aunque logró sobrevivir al ‘Huracán del Dyane’, otro modelo que explosionó en los 80 y parecía que había llegado para derrocar al Dos Caballos.
Ayer los más nostálgicos pudieron revivir viejos tiempos pues nueve ejemplares del famoso Citröen se concentraron en la Plaza Mayor, por iniciativa de la Asociación cultural del mismo nombre que la emblemática plaza. Todos ellos pertenecían a veteranos conductores segovianos que los cedieron desinteresadamente para la ocasión.
La idea surgió, según explicó el presidente de la Asociación Paco del Caño, para amenizar la jornada de su popular fiesta-guateque que se celebró ayer en el Palacio de la Floresta. Se trata de un evento que organizan anualmente desde la asociación, y que este año tuvo como temática los años 60. Qué mejor manera, pensó del Caño, que regalar a los segovianos una imagen tan característica de aquella década: una concentración de Dos Caballos. Fueron muchos los que se acercaron a inmortalizar el momento con sus cámaras de fotos y dispositivos móviles. “Recuerdo que íbamos a pasar los domingos al campo y mi padre sacaba los asientos del Dos Caballos para comer sobre ellos”, relataba uno de los dueños de un 2CV con intenso color amarillo limón.
