Acaba de aparecer en Editorial Cristiandad un nuevo libro de Antonio Ríos Rojas, afincado desde hace ya años en Segovia. El libro lleva el sugerente título de “El oído a los cirios. Doce senderos musicales de espiritualidad”.
Cristiandad, una de las editoriales católicas más importantes en España, presenta así la obra:
Antonio Ríos Rojas invita al lector en este libro a seguir huellas trascendentes a través de doce piezas musicales, entendidas como “senderos de espiritualidad”. Con cada una de las piezas nos adentramos en aspectos diferentes de la espiritualidad cristiana. Con el convencimiento de que estas piezas -y tantas otras- ayudan al crecimiento espiritual y religioso del ser humano, el autor nos invita a acercar el oído -y con él todo el cuerpo- a la luz y al calor que estas obras dispensan. El lector-oyente acogerá cada uno de los doce cirios encendidos, los sentirá vibrar como la llama temblorosa que arde en ellos, para finalmente comprender mejor no solo estas piezas sino quizás algo más.
Con motivo de la reciente aparición de la obra entrevistamos al autor para El Adelantado de Segovia.
—En primer lugar, ¿por qué el título de “el oído a los cirios”?
—El título me lo inspiró el segundo tomo de la autobiografía de Elías Canetti, “La antorcha al oído”, en la que la música está muy presente, aunque no sea ni la música, ni aún menos el cristianismo, el asunto de ese libro de Canetti. La variación de mi título con el de Canetti creo que es clave. En el título de mi libro no hay una antorcha sino un cirio. No hay un fuego que acerca la mano al oído, sino un oído que se acerca a un cirio. Nótese que esta variación de movimiento es importante. El oído -y todo el cuerpo- se acercan a un fuego que está en un templo, a un fuego religioso. Y lo que expresa es la búsqueda de la atención, el esfuerzo por la atención a oír las claves espirituales que están encerradas en las piezas musicales tratadas en el libro, pues se trata de escuchar con claves espirituales estas piezas.
—¿Cómo de importante es la música en su vida?
—No soy músico profesional, incluso mis conocimientos técnicos musicales son limitados. Mi campo es la Filosofía, pero fíjese si es importante la música clásica en mi vida, que fue por la música por lo que me acerqué al cristianismo teniendo yo ocho años. En la introducción del libro he explicado esto que me he atrevido a llamar un “hecho extraordinario”, citando así a García Morente, para quien la música, en concreto “La infancia de Cristo” de Berlioz, jugó un papel fundamental.

—Son doce capítulos los que componen el libro, cada uno trata de una pieza musical, desde el canto gregoriano hasta Mahler, pasando por Bach, Mozart, Bruckner, etc…Siendo el repertorio musical clásico tan amplio, ¿por qué estas obras?
—Créame que la selección no ha sido fácil. La selección es una entre infinitas posibles. Pero con cada una de las piezas se intenta ahondar en aspectos importantes de la espiritualidad cristiana, esto es lo que me resultaba importante destacar. Así, en el canto gregoriano nos adentramos en la importancia del silencio como punto fundamental del que parte la música; en “La catedral sumergida” de Debussy, ayudados de la psicología religiosa de Viktor Frankl, procuramos apreciar la importancia de lo escondido, de lo íntimo y profundo para después tratar la importancia de dar a conocer lo que uno ha experimentado -escuchado en este caso- en esa intimidad. En el capítulo de Bruckner no trato solamente una pieza sino dos, los dos adagios de sus sinfonías octava y novena. Y con esas piezas nos adentramos en los misterios de la Trinidad. Con un villancico de Comes intentamos vivir algo que debe ser importante para un católico: la presencia real de Cristo en la Eucaristía. En Mahler, volvemos a un concepto espiritual más genérico, el anhelo de resurrección que habita en el ser humano, o el deseo de trascendencia, o de más allá, si lo queremos llamar de esta forma. Y así, cada uno de los capítulos sirve de viaje, de sendero espiritual y de fe por los misterios del cristianismo.
—En Bruckner, y no sólo en Bruckner sino en casi todo el libro, hay muchas referencias y citas de Benedicto XVI. Me llama la atención la presencia de este papa en la obra.
—Está desde luego muy presente. No sólo porque mi libro pretende insertarse en aspectos también teológicos, y Joseph Ratzinger (Benedicto XVI) es el teólogo más importante o uno de los más importantes del siglo XX, sino también porque él entendía mucho de música y su misma teología es de una musicalidad clásica, ordenada. No sé si fue Karl Rahner o el cardenal Meisner quien afirmó que Ratzinger era el “Mozart de la teología”. Es además muy intuitivo, como lo es la esencia de la música, que rebasa lo meramente matemático. Pero si se da cuenta no sólo Benedicto XVI está presente; también quien fuera en muchos temas el polo opuesto a Ratzinger, Hans Küng, tiene aquí cabida, y sobre todo filósofos como Nietzsche en el primer capítulo, Eugenio Trías, Schopenhauer, etc…
—Me ha gustado especialmente el tratamiento que hace usted de la relación Küng/Benedicto XVI en Mozart.
—Sí, porque el capítulo dedicado a Mozart (a través del “Ave Verum”) tiene que ver con la cordialidad, el perdón, la reconciliación. Conocida fue la rivalidad entre ambos teólogos, y ya menos conocida fue su reconciliación. Benedicto XVI llamó nada más ser nombrado papa a Hans Küng a Castell Gandolfo y allí tuvieron una amistosa y extensa reunión, donde la vieja amistad entre ellos volvió, pese a los desvíos de Küng respecto al dogma. Esta relación entre ambos está tratada en el capítulo de Mozart porque para Küng y para Ratzinger, Mozart era el gran genio de la música (así lo han expresado ambos en muchas ocasiones). Y he pretendido ver, en un mundo donde la división en el seno de la Iglesia es tan grande, que la música puede unir, que, permítame decirlo así, al fuego de los cirios, no sólo vamos solos sino que podemos ir con otros, incluso con otros que no piensan como nosotros. Por eso el libro, aunque es claramente confesional, es un libro que yo diría abierto a otras religiones, y por supuesto queda abierto para agnósticos y ateos. Yo mismo he sido ateo buena parte de mi vida, por lo que me es fundamental el ver de qué manera podemos acercarnos y ver lo común, no solo el bien que nos es común, sino la belleza que nos es común.
—Hay compositores que yo desconocía y a los que dedica usted varios capítulos, son el caso de Comes y de Rautavaara.
—Sí, Juan Bautista Comes fue un compositor valenciano del siglo XVII y su villancico “A la sombra estáis Dios mío” nos sirve para entrar de una manera fuerte en el sacramento de la Eucaristía. Rautavaara es un compositor finlandés y con su obra Canctus Articus trato el tema de la ecología considerada como una espiritualidad de la casa común. Ahí no solo tiene cabida una visión de la ecología como suelen tratarla ciertas ideologías, intento poner en diálogo en este tema a autores tan distintos como el papa Francisco o un filósofo que defiende, digamos, un ecologismo más conservador, como el filósofo Roger Scruton.
—¿Qué espera del libro?
—Mire, los cuatro libros que he escrito corresponden a momentos muy distintos de mi vida. Empecé a escribir cuando estaba completamente alejado de Dios. Me fui acercando a Dios desde mi carácter, de ahí mi tercer libro de “La melancolía del cristianismo” publicado por Homolegens en 2020, y ahora con la fe, aún imperfecta, pero más asentada, sale este nuevo libro mío. Por lo tanto, lo que espero de él no es tanto como esperaba de los otros, y a la vez mucho más. Espero contribuir en la medida de mis fuerzas al acercamiento a las cosas de Dios, nada más y nada menos. Ahora, escribiendo desde la fe, tan solo espero eso que la editorial ha destacado en la contraportada, que nos acerquemos a estas piezas para ejercitar nuestra capacidad de escucha, que, si es verdadera, es siempre escucha amorosa. La escucha no sólo a la gran música, también al prójimo. Esto es lo que espero del libro.
También creo que cada capítulo no está escrito de modo sesudo ni técnico ni nada por el estilo. He querido mantener -espero haberlo conseguido- un atrayente estilo literario, distinto en cada uno de los capítulos que haga sugerente la lectura de la obra.
En un mundo atosigado por el ruido, un ruido (exterior e interior) que nos bloquea la capacidad de escucha, que nos atora las vías espirituales, pretendo desde la fe, contribuir a escuchar mejor, a crear mejores oyentes -en los dos sentidos que le he dicho- a través de la lectura de esta obra. Mire, hoy se trata la música desde todos los aspectos, técnicos, neurocientíficos, eruditos. Muy pocos se atreven con un libro sobre música y espiritualidad cristiana. Con eso se lo digo todo. Además, las artes están en nuestro país en manos de una mayoría no confesional, por ello, el valor de la editorial Cristiandad en querer publicar este libro es encomiable.
—Al final de cada capítulo se ofrece un código QR para acceder a las obras tratadas en una versión que usted llama de referencia. ¿Los que estamos más alejados de la tecnología, cómo lo hacemos?
—Yo también estoy algo alejado de la tecnología. Esto fue una propuesta de la editorial. Creo que es algo muy acertado. Se ofrece la posibilidad de acceder a la escucha de estas piezas con un código QR. Pero le digo que no es necesario hacerlo así. Cada una de las piezas, y también la versión de referencia de la obra, se pueden encontrar fácilmente sin los códigos QR tanto en Youtube, como en Spotify u otras plataformas. Pero creo que disponer del QR al final de cada capítulo, puede facilitar a muchos el acceso directo a las piezas, pues lo importante es, como digo en la introducción que el lector se convierta en lector-oyente.
—¿Algún compositor que le hubiera gustado tratar y no podido hacerlo?
—Muchos. Había que elegir. Me pesa que de las doce piezas ninguna sea de un compositor italiano. El réquiem de Verdi o el Stabat Mater de Pergolesi, podían haber tenido cabida perfectamente, pero al final me he decidido por otras piezas.
—¿Tiene pensado algún nuevo libro?
—Sí, novela. De cocción lenta, sin prisas. El problema es que leo demasiado a los clásicos y eso, lógicamente, me disuade del intento. Pero mientras yo tenga algo que decir (o crea que lo tenga) y crea, además, que pueda hacerlo bien, probaremos.
