Cuentan Juan Manuel Gómez y María Luisa Lázaro que, aunque proceden de familias de hosteleros, cuando se casaron no pensaban que iban a dedicar su vida a esta bonita pero dura profesión. Ahora, cuando ha llegado el momento de la jubilación, de cerrar este mítico establecimiento del barrio de San Millán, el Bar Flor, y de recibir el reconocimiento de los compañeros, se les nota satisfechos.
“Que se reconozca el trabajo de toda una vida es muy gratificante”, comentan y “también que se acuerden de un establecimiento pequeñito, una taberna de las de toda la vida, no un gran restaurante”, añaden.
El Bar Flor abrió sus puertas en 1944, con Juan Gómez, padre de Juan Manuel, al frente y fue ya en 1979 cuando este matrimonio tomó las riendas del negocio. Más de tres décadas han pasado desde entonces, “toda nuestra juventud la hemos pasado en el bar”, aseguran. Con tres hijos, ellos dos, sin ayuda, supieron conciliar la vida laboral y familiar a base de mucho trabajo y los descansos justos, en épocas mejores que las actuales, para pasar unos días en la playa en el mes de noviembre y cerrar en agosto. “Ahora últimamente ni siquiera porque se ha notado mucho el bajón de actividad en San Millán, el negocio estaba muy flojo”, dicen, al tiempo que Juan Manuel afirma que por primera vez podrá ver este año las procesiones de Semana Santa y los fuegos artificiales de la noche de San Pedro.
En la memoria de María Luisa y de Juan Manuel, pero también en la de muchos de sus clientes, y sin embargo amigos, quedan muchos recuerdos. El Flor era conocido en sus primeros años como el bar del avión, por la maqueta que el padre y fundador tenía colgado en el techo, con la inscripción dedicada al cante jondo, una de sus aficiones. Llegó a tener una gramola con discos de flamenco. El tiempo fue pasando y esa taberna con pellejos de vino, que se servía en porrón, dio paso a un bar de barrio, modesto pero muy frecuentado por la gente joven, sobre todo cuando San Millán vivió “el boom de la juventud”. A pesar de las multitudes que pasaban por allí los fines de semana este matrimonio asegura que “nunca hemos tenido ningún problema, ni denuncias de los vecinos, ni con la Policía, ni broncas”.
El mérito es suyo y, ahora, cuando llega el momento de recibir un homenaje, desde el sector de hostelería —junto a otros compañeros, el día 10 de marzo en la Cena de Clausura de la Semana de Cocina Segoviana—, ellos quieren agradecer por este medio a sus clientes “que hayan hecho posible estar tanto tiempo al frente del Bar Flor”. Han tenido una máxima: “Hacer un nuevo cliente cuesta mucho pero perderle es muy fácil”.
