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Afrodisio Aparicio, maestro de esgrima

por Benito Carrero/Agencias /El Adelantado
15 de marzo de 2025
en Segovia
El maestro de esgrima, nacido en Otero de Herreros en 1880.

El maestro de esgrima, nacido en Otero de Herreros en 1880.

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Toda la prensa de la época, principios del siglo XX, seguía con atención todo lo que rodeaba al mundillo de la práctica de la esgrima. La brillante carrera del maestro Afrodisio Aparicio era referencia asidua en reportajes ilustrados en los que aparecía combatiendo con su florete o su sable en importantes torneos nacionales o rodeado de sus alumnos en las escuelas de esgrima de Madrid en las que ejerció como maestro.

Este ilustre segoviano fue la figura más relevante de la Esgrima en la primera mitad del siglo XX.

BIOGRAFÍA SINGULAR

Había nacido en Otero de Herreros el 14 de marzo de 1880, hijo de José Aparicio San Román y Simona Aparicio García. De condición humilde, a los diez años marchó a pie a Madrid donde encontró trabajo en una tienda de ultramarinos de la calle Toledo como recadero y cuidador al mismo tiempo del hijo de los propietarios del establecimiento.

La suerte le sonrió cuando Pedro Carbonell, maestro de Esgrima de Alfonso XIII y del Centro del Ejército y la Armada, al parecer conocido de su padre, le acogió como mozo para tareas de asistencia a los alumnos de su escuela de la calle Alcalá y de mantenimiento de armas e instalaciones. Poco a poco, aquel muchacho despierto se fue familiarizando con sables, espadas y floretes y con las técnicas de lucha, de manera que, a los veinte años, había alcanzado ya el grado de Maestro de Esgrima.

Participantes del Torneo Nacional de Esgrima en Murcia, año 1900.
Participantes del Torneo Nacional de Esgrima en Murcia, año 1900.

En 1900 se presenta al primer Torneo nacional celebrado en Murcia y llega a competir en la final consiguiendo el segundo puesto y el aplauso de los expertos que aprecian en él una gran velocidad y energía como tirador. A partir de entonces participará en campeonatos nacionales e internacionales de Esgrima cosechando triunfos.

RIVALIDAD ENTRE MAESTROS

En 1904 Ángel Lancho, natural de Quintanar del Rey, Cuenca, y algo más joven que Afrodisio, obtendría el título de Maestro de Esgrima otorgado por la Escuela Moderna Española de Esgrima. También alcanza la cúspide en su especialidad de lucha, a sable, y comienza una rivalidad con el maestro Aparicio que culminaría en un reto a duelo entre ambos maestros un año más tarde.

Ángel Lancho, el rival de Aparicio.
Ángel Lancho, el rival de Aparicio.

Las causas de esta rivalidad no están claras, pero al parecer tendría su origen en una información de prensa que atribuía a Afrodisio Aparicio en aquellas fechas el título de campeón nacional de lucha con sable que pertenecía realmente a Ángel Lancho. Éste se sintió agraviado y atribuyó al maestro rival la falsedad de la información.

En el fondo la rivalidad tenía más que ver con dos maneras diferentes de entender la técnica de la esgrima que enfrentaba a dos escuelas que luchaban por prevalecer la una sobre la otra: la Escuela Moderna encarnada por Lancho y la clásica practicada por Aparicio.

DUELO AL AMANECER

Amanecía claro y despejado el cielo de Madrid aquel 13 de mayo de 1905. En los jardines de la Quinta de Nogueras, en las cercanías de la plaza de Manuel Becerra de Madrid, el silencio a aquellas horas tempranas era casi total. La situación era seria y se necesitaba toda la discreción posible para que el acto no quedara interrumpido por la presencia de la fuerza pública.

Situación de la Quinta de Nogueras, donde se produjo el duelo.
Situación de la Quinta de Nogueras, donde se produjo el duelo.

En un lado de la escena, don Luis de Armiñán y don Juan B. Arregui arropaban en calidad de padrinos a uno de los espadachines: Afrodisio Aparicio, campeón de España de florete; y enfrente, el maestro Ángel Lancho, que se había hecho acompañar por don Luis Morote y don Manuel Ruiz. El duelo sería “a primera sangre”, es decir, que se proclamaría ganador al contendiente que alcanzara al rival con su arma produciéndole una herida o un simple rasguño. El duelo finalizaría ahí, con un vencedor y un vencido.

Los tiempos en que los duelos acababan con la muerte de uno de los dos duelistas hacía algún tiempo que estaban prohibidos en la legislación española: se consideraba un homicidio.

LOS DUELOS

La defensa del honor ultrajado de palabra o de obra solía ser el motivo para batirse en duelo. En muchos casos, terminaba con la muerte de uno de los duelistas.

Al margen de las descripciones de duelos que proliferan en la literatura clásica, en la historia contemporánea de España abundaron los que enfrentaron en la vida real a militares, aristócratas, políticos, periodistas y literatos: famoso fue el que disputó a espada el militar y escritor José Cadalso contra Fernando Velaz de Medrano, noble, militar y condiscípulo suyo, a finales del siglo XVIII y que terminó en tablas: ambos estaban borrachos.

Combate entre Lancho, que viste de blanco y Afrodisio, de negro.
Combate entre Lancho, que viste de blanco y Afrodisio, de negro.

También José de Espronceda mantuvo un duelo a sable, de noche, a la luz de la luna y en un cementerio, con el comandante Pezuela, amigo suyo, en el que resultó herido. El conocido como Duelo de Carabanchel, a pistola, enfrentó en 1870 a Antonio de Orleans, Duque de Montpensier y a Enrique de Borbón, en el que perdió la vida este último de un balazo en la cabeza. El poeta Ramón de Campoamor se batió también en duelo, a sable, contra Juan Bautista Topete por un escrito del primero en que vilipendiaba a los jefes de la Armada Española por el que Topete le retó, y que terminó con éste herido dos veces.

PRIMERA SANGRE

No obstante el secretismo que había acompañado la celebración del duelo entre Lancho y Aparicio, solía redactarse, como era tradición, un acta que recogía los lances que se habían producido en el transcurso del mismo.

El acta levantada en el enfrentamiento entre los dos maestros de esgrima y publicada por El Imparcial, decía:

“Colocados los combatientes en el terreno, el Sr. Saint-Aubin (de profesión periodista), que actuaba de juez da campo, dio la voz de “adelante”, comenzando el combate y realizándose el primer asalto sin consecuencias. Pasados los cinco minutos de descanso se volvió a reanudar sin resultado. Previo el descanso convenido reanudose nuevamente un tercer asalto, en el que el Sr. Saint- Aubin dio dos veces la voz de alto, una para examinar al Sr. Lancho, que había recibido un golpe de plano en el hombro que no produjo lesión, y la otra para examinar al Sr. Aparicio, a quien se le apreció un golpe de punta sobre parada en el antebrazo, que no llegó a producir sangre, siendo la opinión de médicos y padrinos que se debía continuar por carecer de importancia dicho golpe. Después de su correspondiente descanso verificóse un cuarto asalto, en el que dada la voz de alto por el señor juez de campo, se vio que el Sr. Aparicio tenía en el tercio inferior del antebrazo derecho un puntazo, del que salía sangre habiendo recibido dicho golpe en una remise del Sr. Lancho. Llamados los médicos para reconocer al Sr. Aparicio se dividieron las opiniones, manifestando el del señor Lancho que consideraba que el Sr. Aparicio estaba en condiciones de inferioridad respecto al Sr. Lancho, y el médico del Sr. Aparicio, que, según él, no había condición ninguna de inferioridad.

Reportaje de época. En la imagen salen el maestro y su hijo.
Reportaje de época. En la imagen salen el maestro y su hijo.

Ante la disparidad de opiniones, se reunieron a deliberar los padrinos, y los del Sr. Lancho manifestaron que oído el parecer de su médico, debía darse por terminado el combate, y los del Sr. Aparicio se manifestaban conformes siempre que cortésmente se hiciera constar en el acta la noble iniciativa de los representantes del Sr. Lancho. Terminado el combate acuerdan de un modo expreso los representantes de los señores Lancho y Aparicio hacer constar en esta acta el valor y la destreza de que han dado muestras los dos adversarios. Y para que conste así firmamos la presente por duplicado”.

La cosa terminó, pues, con un “aquí paz y después gloria”, y, apropiándonos de la famosa frase del final de Casablanca, con “el comienzo de una hermosa amistad”. Efectivamente, los dos maestros se reconciliaron y fueron grandes amigos hasta el final de sus vidas. Juntos participarían en numerosos combates y exhibiciones tanto nacionales como en el extranjero, en su calidad de ser las más grandes figuras nacionales de la Esgrima.

UN GRAN BENEFACTOR

La fama de Afrodisio Aparicio como esgrimista y como profesor de este arte, con tan solo 24 años, va creciendo cada día. Un artículo de prensa lo definía en términos elogiosos de esta manera:

“Profesor concienzudo y hábil, tirador de juicio y autoridad, dueño de su cabeza, de su mano y sus piernas, audaz, astuto, ardiente en la pelea; fanático por su arte y en particular enamorado ferviente del sable, en el que tiene puestas todas sus adoraciones, lleva el interés y la expectación hasta de los profanos allí donde se presenta a esgrimir el arma favorita”.

Ya era profesor del Centro del Ejército y la Armada, y, más tarde, en 1915 abre Sala de Armas propia en un local de la calle Echegaray, a cuya inauguración asiste la flor y nata de Madrid.

La labor como Maestro de Esgrima, sin embargo, no se circunscribía solamente a las clases remuneradas que impartiría a lo largo de su vida en diversos centros e institutos de la capital. Así, antes de ser nombrado catedrático de Esgrima en el Instituto de Segunda Enseñanza Cardenal Cisneros de Madrid, Afrodisio se prestaría voluntario para impartir clases en dos colegios de beneficencia a los que acudían niños pobres y huérfanos sin percibir remuneración alguna: el de Asilados de La Paloma y el de San Ildefonso. Su intención, según propias palabras, era la de dotar a aquellos niños de un futuro y de una profesión. Su empeño contribuyó a que un arte practicado preferentemente por caballeros de las clases altas estuviera al alcance de niños pobres y desamparados.

Esta actitud benefactora le valdría la petición por parte del Ayuntamiento de Madrid para que se le concediera la Cruz de Beneficencia, que finalmente se le impondría en 1924.

HOMENAJE EN OTERO

Días después de la concesión de la Cruz, en junio de 1924, su pueblo natal Otero de Herreros le rindió un cálido homenaje al que asistió el maestro acompañado de su mujer y sus hijos, así como de su antiguo rival Ángel Lancho y de una delegación del Centro Segoviano de Madrid. Aplausos, campanadas desde la torre de la iglesia, cohetes lanzados al aire, animaron el numeroso y fervoroso recibimiento al gran maestro. Se descubrió una placa conmemorativa junto a su casa natal y se leyeron versos que le dedicaron los poetas José Ridao y Segundo Gila.

Yo en las luchas enconadas

apelé a las retiradas

y no me batí ¡canastos!

Tu eres un as (el de espadas)

y yo soy otro (el de bastos)

(José Ridao, fragmento)

El acto incluyó también un banquete y una exhibición de esgrima entre los dos maestros y algunos de sus discípulos.

PUNTO FINAL

El 14 de marzo de 1950 Afrodisio Aparicio cumplía 70 años, la edad en que debía jubilarse después de 30 años de docencia en el Instituto Cisneros. Se había mantenido hasta entonces en plena actividad, con su atuendo de esgrimista y su máscara de protección hasta la última de sus clases.

Su palmarés incluía los títulos de “segundo premio de maestros de sable en Sevilla en 1902; segundo premio de maestros de espada en 1903 y en ese mismo año Medalla de Oro de S. M. la Reina como campeón de sable; y remata con el título de campeón del Campeonato Mundial de Sable en 1908”.

Además de las clases que había impartido en los dos colegios de beneficencia referidos más arriba, sus ámbitos de docencia incluyeron también la Academia de Sanidad Militar, la Academia de Mandos de José Antonio, la Sociedad Gimnástica Española, la Comandancia de Tropas de Sanidad y el Colegio de Huérfanos de la Guerra de Nuestra Señora de la Concepción. Fue además director y profesor del Centro del Ejército y de la Armada. Finalmente, en 1919, obtendría la plaza de profesor numerario en el Instituto Cardenal Cisneros que desempeñó hasta su jubilación.

El ilustre otereño, Afrodisio Aparicio, murió en 1963 a los 83 años.

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Entre las diversas fuentes consultadas, gran parte de la información procede de la tesis doctoral de Miriam Carretero García “La esgrima como enseñanza formal en las instituciones educativas públicas de Madrid” que dedica un amplio espacio a la vida y la trayectoria de Afrodisio Aparicio.

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