Antes de meterme de lleno en la relación de Segovia, tanto la capital como la provincia con la industria cinematográfica, voy a comentar la amistad de Edgar Neville con la ciudad en la visita que hizo en 1956. Cordial, afable, culto, oportuno, hedonista, trabajador; lo mismo hace teatro, El baile, que dirige películas, La torre de los siete jorobados, o escribe novelas, Don clorato de potasa, que de sus viajes, en un Aston Martin traído de Londres, hace un libro: Mi España particular, que él mismo subtitula “Guía arbitraria de los caminos turísticos y gastronómicos de España”. Como sibarita, un bon vivant, sin necesidad de complacer a editor alguno, son sus caprichosas opiniones nunca recomendadas para pobres: “Un turista sin dinero es un desgraciado y yo solo recomiendo los mejores sitios”. Neville, poseedor de un buen paladar, no se olvida de la gastronomía. Junto a los clásicos asados, del lechón y corderito, no deja pasar la trucha saltarina de Valsaín. Habla de lo poco sobria que es la cocina castellana, “que va desde la policromía de la tortilla de la casa a la frivolidad de las ancas de rana rebozadas”, sin olvidar los “episcopales cangrejos”. Para nuestro guía turístico, Segovia es la ciudad castellana en la que lo más bello se encuentra en las fachadas de los palacios, en plazas. En las puertas de las calles que le llevan a la Plaza Mayor, como buen dramaturgo encuentra en una carbonería “nada menos que un balcón del gótico más florecido, un balcón veneciano. Valdría para hacer escenas de Romeo o de Otelo”. Todo ello junto a la Catedral dorada, donde su esbeltez es tan sobria “que su hermosura nos llega directamente al corazón”. El callejeo le lleva a disfrutar de los jardines situados al pie del Alcázar. Sube la explanada donde contempla el puente levadizo y el foso de la fortaleza y, desde “uno de los más bellos balcones de Castilla”, contempla con fruición la iglesia de los Templarios. Un amante de la belleza no puede olvidar La Granja, que denomina “la nostalgia de Versalles”, y bajo los bosques de roble y pino y el frío serrano encuentra “un oasis en Castilla” ante el agua de sus fuentes. No olvida el pasado romano de la villa y con lirismo nos cuenta: el acueducto “criba el aire de Guadarrama”. La poesía de Segovia, Segovia es poesía, un lujo. Lo nuestro son las salas de cine.

Copiando la máxima del IV Conde de Berlanga de Duero, mi capricho regirá la selección. Que comienzo con un clásico, La aldea maldita. Rodada en Segovia capital, Ayllón y Pedraza, y que tuve la oportunidad de ver con música en directo a cargo de Raü Reffree en la 67 Semana Internacional de Cine de Valladolid y que esta semana se proyectó a cargo de la Fundación Juan de Borbón, y con música también, en la sala Julio Michel. Filmada en 1933, lo que nos cuenta trascurre al inicio del siglo XX, pero los males de aquella época no son muy dispares de los que encontramos hoy en día. El músico José Nieto compuso y dirigió la banda sonora para dicha película con La Orquesta Sinfónica “Ciudad de Valladolid” en la gala inaugural de la 31 Seminci.
El pueblo de Turégano y su gallardo castillo son travestidos como Castiviejo, villa de ficción en la película ¡Aquí hay petróleo! (1955) de Rafael J. Salvia! Una trama urdida por unos vecinos de la villa para el autoabastecimiento de ese preciado petróleo y no dejárselo a los avaros extranjeros. Al final, otro rico producto surgirá para beneficio de la seca Castilla. Un plantel de intérpretes da vida a una comedia en la provincia de Segovia.
Tiene como protagonista a un pueblo de Castilla la que sin duda es una de las mejores películas de la cinematografía española, me refiero a El espíritu de la colmena de Víctor Erice. Con suficiente valía para triunfar sin galardones recibió la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián en el año 1973. El guion sitúa la acción en un pueblo de Segovia y los espacios de rodaje se realizaron en Hoyuelos y Navas de Riofrío provincia de Segovia. Junto con la estupenda fotografía de Luis Cuadrado, la interpretación de Ana Torrent, que tenía siete años en la filmación, con el siempre oportuno Fernando Fernán-Gómez y la compañía de Teresa Gimpera dan al filme una luminosidad deslumbrante.

La capital del acueducto es nuevamente parte fundamental del guion en la espléndida película de Carlos Saura La prima angélica. La fotografía corre a cargo de Luis Cuadrado y dan vida a los personajes que pululan por el metraje el siempre certero José Luis López Vázquez, Lina Canalejas y Fernando Delgado entre otros. El premio del Jurado en el Festival de Cannes no impidió que la ultraderecha quisiera reventar su estreno en las salas de cine de toda España. Nava de San Antonio y el Pantano de Riofrío fueron, junto con la ciudad de Segovia, localidades donde se rodaron escenas de la película.
Es bien sabido la deuda, la dependencia que la industria del cine tiene con la literatura, y es la primera película de Pilar Miró, La petición, la que muestra con toda claridad lo bien que les vino el cuento de Émile Zola, Por una noche de amor, a la directora Pilar Miró y a Leo Anchóriz para transformarlo en guion cinematográfico y rodar la película en diferentes lugares de la provincia de Segovia. En los principales papeles encontramos a Ana Belén y a Emilio Gutiérrez Caba.