Como dijo María Zambrano, «hay cosas que no pueden decirse y son las que se tienen que escribir». La memoria hay que crearla cuando corre el riesgo de convertirse en olvido. Y por eso hoy dejamos aquí constancia del magnífico curso HUELLAS DE SEGOVIA EN EL EXILIO DE 1939, que terminó el pasado viernes 12 de mayo.
Guiados por el profesor José Luis Mora García, hemos recorrido la historia y la obra de personajes segovianos —ya por nacimiento, ya por adopción— que tuvieron que vivir fuera de su querida Segovia, de su querida España… Poetas, escritores, filósofos, pedagogos, ensayistas, historiadores, juristas, etc., han conformado este curso en la Real Academia de Historia y Arte de San Quirce. Uno de estos protagonistas es Fermín Cristóbal, quien fuera articulista de El Adelantado, y que habría estado encantado de firmar hoy esta reseña.
Y este viernes el colofón lo ha puesto María Zambrano, mujer de origen malagueño pero hija adoptiva y predilecta de Segovia en reconocimiento y gratitud a su unión incondicional con esta ciudad, en la que fraguó su compromiso moral, ético y político.
Ensayista, poeta, filósofa y política, fue precursora en la defensa de los derechos de la mujer en la sociedad del siglo XX, en lo que ahora se ha dado en llamar ‘igualdad de género’. Creía que la libertad del individuo era necesaria para poder vivir en sociedad; consideraba la libertad una condición participativa y no individual ni individualista.
Defensora de tal libertad, se vio obligada a exiliarse al acabar la guerra civil para no perderla (la libertad). Francia, México, Cuba, Puerto Rico e Italia fueron sus destinos eternamente provisionales, donde aprendió a ser exiliada, porque a María Zambrano las circunstancias la convirtieron en una habitante del mundo; no en una apátrida sino casi en todo lo contrario: en una mujer que se pertenecía tanto a sí misma que aceptó sin rencores su sino. Así, cuando regresó a España, la maleta de su vida le permitió seguir creando.
María Zambrano jamás renunció a ser una exiliada porque para ella el exilio había sido una forma de vida; unas circunstancias tan obligadas y dolorosas como cualquier otra circunstancia de cualquier otra vida. Situación que afecta a los que la viven, y la sufren los que la crean: un vacío que solo puede llenarse con falta de rencor. María Zambrano jamás renunció a haber vivido.
Su prosa resulta tan emocionada y emocionante que es fácil confundirla con poesía. Así lo recoge Serrano Migallón en su libro La inteligencia peregrina al hablar de «la escritora en la que es difícil deslindar lo poético de lo filosófico y lo literario de lo puramente académico […] que logró una de las cumbres más altas de belleza conceptual entre los miembros del transtierro».
Aunque su obra se conoció tarde en España, afortunadamente gracias a este curso y muchos otros eventos celebrados en torno suyo, su figura no solo no se ha perdido sino que ha ido ganando en conocimiento y reconocimiento, a tal punto que en 1981 recibió el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, y en 1988 le fue otorgado el Premio Cervantes —convirtiéndose en la primera mujer en recibirlo; una vez más, precursora—.
Tres obras quiero citar:
• A mi modo de ver El hombre y lo divino es la obra que más profundiza y mejor detalla el necesario misticismo del ser humano. Desarrollando en toda su amplitud la ‘razón poética’, reflexiona sobre la necesidad que tiene el hombre de ponerle voz al alma. En un texto plagado de metáforas consigue alcanzar esa realidad a la que la razón no puede llegar con el lenguaje. Convierte la metáfora en necesidad al ser instrumento para abarcar lo inabarcable, herramienta de nexo entre lo real y lo irreal cuyo resultado es la estética, característica esta con que se cierra perfectamente el círculo de la esencia humana: razón y sentimiento. La ‘razón poética’ es la pasarela por la que el hombre puede caminar para entenderse como parte de un colectivo magnífico, dejando atrás el individualismo.
• Unamuno, que aunque escrita en 1940 no ve la luz hasta 2003, analiza la coincidencia del pensamiento filosofófico de Unamuno y el suyo en lo que a filosofía y religión, razón y poesía, conocimiento y estética se refiere. La relación entre el hombre y lo divino, a fin de cuentas.
• Y en Un lugar de la palabra: Segovia el recuerdo de la ciudad que le dio su identidad se plasma de manera muy especial otorgándole a cada rincón de Segovia un minucioso análisis de su pensamiento filosófico.
Y para terminar este curso, la Real Academia de Historia y Arte de San Quirce nos despidió con una bellísima jota antigua, recopilada por Marazuela, interpretada por su director, Pablo Zamarrón, y su hermano Hipólito, tocada con dulzaina sin llaves y tamboril.
Muchas gracias, San Quirce.
Muchas gracias, Segovia.
