Historia de un lugar habitado desde el Paleolítico y cuyo primer registro conocido en el que es mencionado como villa de Sepúlveda firgura en la “Crónica de Alfonso III de Asturias”, tras haberlo reconquistado éste brevemente en el año 746, puesto que se encontraba bajo el poder de las huestes agarenas.
La villa de Sepúlveda (Segovia) está situada a 1.015 metros de altitud sobre el escabroso promontorio que forman las profundas hoces de los ríos Caslilla y Duratón. La orografía de la villa es extraordinariamente difícil, ya que se asienta sobre una alargada loma con diferentes alturas en dirección este-oeste y profundas depresiones en los lados norte y sur, con una hermosa plaza rectangular presidida por el castillo, en la parte central del caserío. Se ubica a escasos 62 km al noreste de la capital provincial.
No parece que haya unanimidad sobre el origen y significado del nombre de la villa, pues unos dicen que significa sepulturas, y otros que responde a las siete puertas que tuvo la villa Septempública, y que con el tiempo fue derivando a Sepúlveda.
Este orográficamente difícil solar viene siendo habitado desde el muy remoto pasado, como nos lo muestran los restos arqueológicos encontrados en la cueva del Tisuco, en la Ocecilla: cerámica tosca, cuchillos, hachas pulimentadas y cráneos en el Paleolítico Superior, así como cerámicas y hachas neolíticas aparecidas en la cueva de los Siete Altares de Villaseca. También han aparecido pinturas, poco elaboradas pero significativas, en las cuevas de Molinilla, La Nogaleda y la Solapa del Águila, sin que se pueda afirmar su carácter mágico, ritual, litúrgico o funerario.
La llegada de los romanos supuso el paulatino sometimiento de los arévacos y vacceos al poder imperial romano, también en los territorios que siglos después conformarían La Comunidad de Villa y Tierra de Sepúlveda, incluida su cabeza, la villa de Sepúlveda. La colonización romana de esta comarca se produjo mediante la creación de pequeñas explotaciones rurales ligadas fundamentalmente a la agricultura y la ganadería, cultivadas por el propietario con esclavos (hoy conocidas como villas romanas) rodeadas por campos de cultivo.
Suponemos que el poder local romano de esta comarca se impartía desde la antigua ciudad romana de Confloenta, ubicada en el yacimiento arqueológico de Los Mercados, junto a la localidad de Duratón.
A finales del siglo V se impuso el dominio de los visigodos sobre la Hispania romanizada, y específicamente en los territorios de la comarca de Sepúlveda, que se asentaron en Castrogoda, una península inmediata a la desembocadura del Caslilla en el Duratón, así como en el cañón del río, en la Cueva de los Siete Altares. De esta época es la Necrópolis excavada en Duratón (Núcleo agregado de Sepúlveda), donde han aparecido 666 sepulturas con ajuares casi totalmente germánicos. Los visigodos, pueblo invasor, no impuso su cultura, sino que asumió la cultura hispano-romana de los territorios conquistados con sus usos, costumbres y credo religioso, a excepción de la propiedad de la tierra que la asumió en su totalidad.
A principios del siglo VIII, año 711, se produjo la invasión de la península ibérica por huestes agarenas. Sepúlveda y su comarca fueron conquistadas antes del final del mismo año 711, lo que provocó una huida de sus pobladores hacia el norte. Sólo quedó una población cristiana residual dedicada a la actividad agropecuaria (agricultura y ganadería).
La villa y comarca de Sepúlveda fue reconquistada de manos agarenas por el rey de Asturias, Alfonso I el Católico en el año 746. Según aparece en la “Crónica de Alfonso III de Asturias”; Esta será la primera mención histórica de la villa de Sepúlveda, donde aparece como uno de los lugares que fueron despoblados en las correrías de Alfonso I, aunque quedó una pequeña población rural en su entorno. Posteriormente volvió a manos agarenas que la retuvieron hasta mediados del siglo X. Tras la decisiva batalla de Simancas del año 939, donde las tropas cristianas vencieron a las musulmanas, se consolidó el dominio cristiano sobre las tierras situadas al norte del río Duero, lo que facilitó un avance seguro de la repoblación por gentes de extracción y credo cristiano procedentes del norte de Castilla, de Navarra, de Galicia y quizá francos, germanos y de otras procedencias europeas.
Un año después, en el año 940, Fernán González, conde Castilla, reconquistó la villa de Sepúlveda en singular combate con Alulab, capitán de Almanzor. Una vez dueño de la población, Fernán González repobló la villa de las siete puertas y la dotó del famoso Fuero de Sepúlveda, que en épocas posteriores serviría de guía para muchos de los fueros que se concedieron en la España reconquistada de manos agarenas, tales como: Uclés, Roa, Segura de León, Teruel, Santa María de Albarracín o Morella, entre otros.
En el año 970, García Fernández, nuevo conde de Castilla, hijo y heredero del anterior, confirmó el Fuero de Sepúlveda. Casi medio siglo después, en 984, la villa de Sepúlveda volvería a manos musulmanas bajo el dominio de Almanzor.
En el año 1010, en plena fitna, guerra civil que desangraba el califato de Córdoba, Sancho García, nuevo conde de Castilla, hijo de García Fernández y nieto de Fernán González, incorporó Sepúlveda definitivamente a la Castilla cristiana y confirmó su fuero. El rey Alfonso V el Noble también confirmó el fuero ése mismo año. Esto dio origen a que Sepúlveda desarrollase una época de esplendor que convertía a la villa en un gran bastión castellano al sur del río Duero.
Alfonso VI recuperó la Corona de León y se hizo con la de Castilla tras el “Regicidio de Zamora en el portillo de la traición” en 1072. Cuatro años después, el 17 de noviembre de 1076, Alfonso VI confirmó el Fuero de Sepúlveda, conocido como Fuero Breve o Latino por estar escrito en latín, y le hizo el siguiente añadido.
Yo el rey Alfonso, concedo y doy a los hombres de Sepúlveda este territorio: desde Lozoya hasta aquí cuanto tuvo Buitrago bajo su jurisdicción, todo se lo doy, ratifico y confirmo en todo tiempo. Alvar Fáñez, testigo. Fernando García, testigo. Alvar Diaz de Céspede, testigo. Fernando García, testigo.
En ese mismo acto reconoció a la villa como cabeza de la Comunidad de Villa y Tierra de Sepúlveda, conformada por un amplio territorio que se extendía por las hoy provincias de Segovia, Madrid y Guadalajara, bajo un régimen común, que ejercía su poder sobre todo el territorio y su población, y que se manifestaba a través del Concejo Municipal de Sepúlveda y sus normas jurídicas como órgano de gobierno. Del fuero Breve o Latino sólo se conserva una copia en el Ayuntamiento de Sepúlveda.
El viernes 29 de abril de 1300, el Concejo de Sepúlveda entregó al alcalde de la villa, Ruy González de Padilla, otro Fuero mucho más extenso y en castellano, para que juzgase a todos los de la villa y su término, conocido como Fuero Romance o Extenso, por estar escrito en castellano, cuyo original también se conserva en el Ayuntamiento de Sepúlveda.
Los Fueros de Sepúlveda fueron sistemáticamente confirmados por la Corona, también lo hicieron los Reyes Católicos el 24 de enero de 1472, cuando sólo eran príncipes de Castilla, accedieron a la súplica de Sepúlveda de que —por ellos fueran jurados, prometidos y mantenidos, que vos serán guardados vuestros fueros e vuestros privilegios e usos y costumbres que la dicha villa e tierra tiene—. En este importante documento, Fernando e Isabel accedieron a otras muchas peticiones del Concejo de Sepúlveda, como: sobre el mercado franco, el paso de los ganados por San Andrés, las alcabalas, los oficios de alcaldías y alguacilazgo, la retención de la villa para la Corona Real, la restitución de lugares, la permanencia de los príncipes en la villa y la concesión de mercedes a persona perjudicadas.
A finales del siglo XII, este amplio territorio se dividió en ocho ochavos o zonas de aldeas: Cantalejo, Navares, La Pedriza, Prádena, Bercimuel, Castillejo, un ochavo correspondiente a territorios situados al sur del Sistema Central y la villa de Sepúlveda. Los ochavos eran distritos territoriales con cierta autonomía y en cada uno de ellos, el ochavero representaba los intereses de sus aldeas frente a los de la villa.
La Comunidad de Villa y Tierra de Sepúlveda sigue existiendo en la actualidad y administra y defiende su patrimonio, tanto urbano como rural. De igual forma administra los servicios comunes, como la traída de aguas, limpieza de los caminos, incendios, etc. En la actualidad lo componen seis ochavos: Pedrizas y Valdenavares, Bercimuel, La Sierra y Castillejo, Prádena, Cantalejo y el de Sepúlveda.
Aquellos fueron momentos de gran esplendor para la villa de Sepúlveda, en los que se construyeron quince iglesias románicas, de las que hoy conservamos cinco en buen estado; además, durante unos pocos años fue sede de la diócesis episcopal administrada por el metropolitano de Toledo, desde su creación por Alfonso VI el año 1107 hasta la restauración en Segovia del antiguo obispado visigodo en 1119. La importancia estratégica de Sepúlveda finalizó con la conquista de Toledo por Alfonso VI el Bravo en el año 1085. A partir de esta fecha la vida de la villa se hizo más pacífica, pastoril y señorial.
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