“Las sayas gruesas, el jubón ajustado, las camisas bordadas en los puños y cuello: el pelo trenzado y recogido á la espalda, collares de piedras y corales a la garganta, zarcillos en las orejas, una toca blanca en las casadas, que las cubre y sirve al adorno del rostro, y una montera pequeña y airosa en la cabeza, es todo el trage de las aldeanas de la sierra, que suele variar poco en los días en que se adornan mas, y se presentan en reuniones públicas”.
Así describía en 1820 Andrés Gómez de Somorrostro, canónigo de la Santa Iglesia Catedral en “El Acueducto y otras Antigüedades de Segovia” lo que era en aquel tiempo y duraría casi un siglo más, el peinado y el tocado característico de la segoviana.
Nemesio Fernández Cuesta refería —y advertía ya de los modismos— en 1872 en que “el peinado suele seguir, aunque muy lentamente las variaciones de la moda. En los lugares cercanos a la ciudad y en los que acabo de citar —se refería a Sangarcía, Cobos, Etreros y Bercial—, consiste en un gran rizo a manera de rueda de carro, que cubre cada una de las sienes, mientras en la parte posterior de la cabeza se ve el pelo recogido en forma de aldabón, ya trenzado, ya sin trenzar y sujeto con un lazo que cae sobre los hombros y forma juego con el que desde la cintura envía sus cintas hasta cerca de los talones. Las ruedas de esos rizos han aplastado más corazones que devotos aplasta en la India el carro del dios Jagrenatt y el llamador del cabello ha desperado y avivado más almas que frailes hacía levantar de la siesta la matraca de los antiguos conventos…”
Pero seguía relatando con detalle el periodista segoviano y con especial interés el peinado de las mujeres de Nieva y de Bernardos, al que consideraba el más curioso y bello de esta tierra. Aquí las mujeres lucían unas entretejidas coletas a la espalda adornadas de bengalas de seda que al parecer del escritor llegaban al propio suelo en desmesurada largura. Insistían los viajeros franceses o ingleses en estos tocados complejos que definieron a todas las castellanas y por ende a muchas de las mujeres del centro y sur de nuestra Península, pues las montañesas y norteñas acostumbraban a otros usos. La montera ondeaba en ellas, puesta en pica, como una de las piezas más características y singulares que se habían visto en Castilla.
El cuidado del cabello y su arreglo ha sido a lo largo de la historia una señal inequívoca de embellecimiento y gusto personal. Desde el adorno prehistórico de plumas, hojas, o tintes vegetales hasta las permanentes o rapaduras de los últimos tiempos el hombre y la mujer han tratado su cabellera como elemento de distinción personal, comarcal o familiar. Además se identificar a su portador, el pelo suelto indicarían en culturas germánicas la virginidad de la doncella, o la melena recogida su condición de casada, los moños altos indicarían altiva y el moño de picaporte identificaría a la mujer rural frente al peinado «a lo garçón» urbanita.
Si la riqueza, variedad, forma de los elementos de nuestra tradición se hace patente en todos lo cotidiano, el peinado y su adorno no lo es menos. Si conocemos la pluralidad de adornos, tejidos, colores de la indumentaria tradicional no podía por menos que corresponderse la variedad española y de nuestra comunidad en lo que a formas, motivos y modelos de recogidos es enorme. Intentaremos ver a lo largo de este curso de conferencias y talleres prácticos el mayor número de variantes y tipo de peinados que han usado las mujeres, los hombres y los niños de nuestro medio rural segoviano en los últimos siglos a través de los testimonios y comentarios de escritores costumbristas, viajeros extranjeros, grabados, fotografías o testimonios recientes de gentes que tejieron sus cabellos a la antigua usanza o lo vieron en sus padres y abuelos.
Segovia conservó un variado y complejo entramado artístico en el uso de peinados y tocados: desde las monteras de Navafría, Turégano, Cantalejo, Cuéllar o Zamarramala, que tanto llamaron la atención a los escritores y fotógrafos de los siglos XIX y XX, peinados de múltiples y entreverados ramales de la trenzas segovianas hoy completamente descuidadas, complejos rodetes ensortijados a las sienes y adornados de agujones de filigrana, tocados de solteras y casadas, etc. Todo ello lo veremos y trabajaremos su elaboración práctica en este seminario que se desarrollará sobre los siguientes apartados y en el habrá un detalle y atención especial a la hora de hablar d ela indumentaria y su tratamiento:
Conferencia: Peinados y tocados en Castilla: Segovia, siglos XVIII, XIX y XX; tocados masculinos: sombreros, monteras y pañuelos; los peinados infantiles y los tocados: el gorro perifollo; la mujer: adornos y peinados; prácticas de los trenzados del moño de «picaporte»; peinados de rosca; peinados para las monteras: trenzas de tres a veintiún cabos. La coletas o trenzas: simples, doble y triples para la montera; los rodetes laterales: los churros, los rizos simples, trenzados y las cocas; el adorno del cabello: agujas, pasadores, lazos y cintas; y tocados: la montera, el pañuelo y las mantillas
De todo ello hablaremos y veremos en las Jornadas de la Tradición Segoviana que ha organizado el colectivo Ministriles de Cuéllar en colaboración con la concejalía de Cultura municipal y que se desarrollará a lo largo de toda un día, en jornadas de mañana y de tarde. Las Jornadas de la Tradición Segoviana se celebrarán en la Biblioteca Pública de Cuéllar. Los interesados en asistir deben inscribirse en el correo bailetradicional@hotmail.com
