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Segovia es… Auditown (y II)

por El Adelantado de Segovia
22 de septiembre de 2024
en Segovia
Concesionario de Audi en Segovia. Sergio Plaza Cerezo.

Concesionario de Audi en Segovia. Sergio Plaza Cerezo.

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Sergio Plaza Cerezo

¿Qué razones explican la atracción ejercida por los vehículos de Audi sobre muchos segovianos? ¿Por qué Segovia es una especie de Auditown? Intentaremos intuir algunas respuestas, pues no estamos en ciudades-compañía como Turín (Fiat) o Valladolid (Renault). En cualquier caso, ¿pudo llegar a formarse una “company-town” a los pies del acueducto? Hacia 1956 se puso en circulación el primer DAGSA, vehículo fabricado en Segovia, dentro de un proyecto empresarial, autóctono, muy serio. Mi madre cree recordar que, al probarlo, hubo algún fallo al subir por la calle San Juan; pero, se corrigió, vendiéndose algunas unidades.

Lo primero que hago, para resolver el enigma que nos entretiene, será dirigirme al concesionario oficial de Audi en Segovia: Núñez Automoción dispone de instalaciones en una calle del Polígono de Hontoria. Edificio acristalado, coqueto, con toques de diseño y cartelón vertical externo, asemejado a la torre de un castillo o, por lo menos, así lo habría pensado Don Quijote. En un primer momento, piensan que soy un posible comprador; y me tienden alfombra roja. No obstante, descubro, de forma inmediata, mis intenciones, no mercantiles, solo relativas a curiosidad y deseo de aprendizaje. Por cierto, aproveché la visita para echar un vistazo al interior de un auto, pues me resulta muy agradable la fragancia que despide un coche nuevo que todavía no ha pisado las calles. Tal vez se deba a no haber estrenado ninguno a nivel de familia desde 1989.

Llego montado en mi auto, comprado de segunda mano hace trece años, matriculado hace más de seis lustros. Los coches clásicos, con preferencia en miniatura, son lo mío. Cuando era niño, tenía, incluso, un garaje precioso, de juguete, con tres plantas y ascensor eléctrico. Cómo recuerdo aquella tarde-noche de enero de 1975 en Burgos, cuando estrenamos nuestro SEAT 124-D en Burgos. Éste sí era de verdad.

Las empleadas otorgan gran importancia al buen hacer del concesionario para explicar el flechazo de los segovianos con Audi. Me comentan que, incluso, un porcentaje muy elevado de las ventas, en especial de autos usados, se dirige al mercado nacional, más allá de la provincia. Núñez Automoción lleva más de veinte años como representante de Audi, tras otras dos décadas previas en el gremio de concesionarios.

Me remarcan la identificación de Audi con la seguridad en carretera: algunos accidentes, dentro de estos acorazados de tecnología teutónica, lo serían menos. El grueso de compradores tiene edades comprendidas entre los 40-55 años; mientras, la fidelidad en el largo plazo resultaría absoluta. Quién compra un Audi repite al cabo de los años. La asociación de la marca con coches juveniles y deportivos también influiría en el público. Por lo visto, en Segovia los Mercedes estarían vinculados a ganaderos veteranos con puro en mano. Me pregunto cuántos vecinos compraron su primer Audi al tocar el premio gordo de la Lotería Nacional en la Navidad del año 2000; y, desde ahí, mantuvieron esta tradición automovilística.

En esto me acuerdo de un bar de referencia en mi barrio de Madrid: los camareros siempre concedían al cliente de turno el título de “joven”. Cuánto valor intangible aportan los anagramas de marcas poderosas, desde Coca Cola, Nike o Starbucks. Sin duda, los aros olímpicos realzan la imagen juvenil y deportiva que Audi proyecta.

No sigo con detenimiento las novedades del mercado del automóvil; pero, hace años, leí en un suplemento dominical de negocios que Audi comenzó a fabricar algún modelo en Barcelona. Un punto de inflexión, ya que aquello suponía la entrada de la gama alta en la industria automotriz de España, tantos años después de la desaparición de Hispano-Suiza. Me he quedado anticuado; y casi me regañan al preguntar si venden coches de fabricación nacional. Me dicen con orgullo que todos estos autos Audi son de importación, procedentes de Alemania y Chequia –donde se encuentran las factorías de Skoda-. Ya dijo Unamuno “que inventen ellos”; y, así es. Todo lo que viene de fuera resulta más glamuroso y guay.

La página web de Audi España se maneja en spanglish, algo que impone, como las “Divinas Palabras” en latín de Valle-Inclán. Los modelos más recientes de la marca global son publicitados en la “lingua franca” de Shakespeare, desde “Audi Summer Check” hasta “Audi Q6 Fist Edition”. En una marquesina de autobús situada en el segundo tramo de Ezequiel González, zona burguesa, se lee, junto a la fotografía del auto en cuestión: “Audi A1 Sportback Adrenalin First Edition por 423 euros / mes”. Cóctel con adrenalina, como en los deportes de riesgo. ¿Publicidad subliminal?

Cuando se circula por Segovia, te topas con vehículos de la marca Audi de forma permanente. Si bien muchos quedan ocultos en cocheras al quedar apagado el motor, resulta interesante un pequeño muestreo. Consiste en contar los autos de gama alta –con excepción de los que tengan número de matrícula muy antiguo- que se encuentran estacionados en las calles de Segovia, durante tramos horarios en los que apenas haya no residentes. En el tramo referido de Ezequiel González, los modelos de Audi representan las tres cuartas partes de los autos de gama alta. Si nos vamos a Santo Tomás (ST), otra zona con perfil acomodado, la marca referida supone 4/7 del censo en cuestión. Por cierto, hace algún tiempo me llamó la atención la frase de una señora de la tercera edad en un cafetín de dicha calle: “tengo el Mercedes aparcado a la puerta”. Las cifras pueden variar; y, al contabilizar otro día el parque automovilístico de ST, Volvo gana seguida de BMW. Queda claro que en esa zona hay muchos coches buenos. En la calle principal de EL Sotillo, el segundo auto de las familias suele estar en la calle –no así el primero-. Entre aquellos, Audi, Mercedes y BMW empataron.

En realidad, pienso que debemos considerar otras variables complementarias para explicar la atracción ejercida por Audi entre los segovianos, más allá de la identificación de la marca con seguridad, deporte y juventud. Algunas de ellas serían las siguientes: el aumento de la renta per cápita; el factor precio; la elevada tasa de ahorro de muchas familias; el coste de la vida más bajo que en Madrid; la cultura de las apariencias; la vigencia del ideal suburbano, consistente en residir en un chalet; la propia expansión demográfica del alfoz; la preferencia marcada por unas vacaciones estivales de sol y playa; la existencia de viajeros pendulares que trabajan en Madrid; el número elevado de trabajadores autónomos que utilizan el coche como herramienta de trabajo; y, hasta el aburrimiento.

El aumento de la renta per cápita propulsa la demanda de autos de gama alta, los cuales resultan más accesibles en términos relativos que hace décadas; y aquí también entra en juego el “efecto imitación”, respecto a patrones iniciados por las clases sociales más adineradas hace décadas. Además, Audi y las marcas rivales han sacado al mercado modelos de tamaño más reducido, equiparables a gama media-alta. El progreso técnico influye: un ordenador resulta más barato, en términos de poder adquisitivo, que hace treinta años; y lo mismo ocurre con un buen coche. El ciclo vital de estos productos también interviene. Así como todo el mundo compró su televisor en color, cada vez más españoles tienen su Audi, Mercedes, BMW o Volvo. En algunos casos, los vehículos de la primera marca pueden resultar más económicos que los de sus rivales más directos. En principio, Mercedes, BMW o Volvo solo operan en el segmento de gama alta. Audi también; pero, se trata de la punta de lanza de un grupo orientado al nivel medio del mercado con su enseña matriz Volkswagen.

Además, estamos en España, país donde la industria automovilística resulta estratégica; y, con la excusa medioambiental, ya ha llovido desde aquel primer “Plan Renove”, donde se subvencionaba la compra de un vehículo nuevo, a cambio de enviar el viejo al desguace.

Los segovianos se encuentran entre los españoles con mayor tasa de ahorro familiar, incrementada durante la pandemia. Hace unas semanas, “El Adelantado” se hacía eco de la gran cantidad de ciudadanos con aportes en planes de pensiones. Unos hogares con finanzas saneadas propulsan la querencia por automóviles caros.

Algunas incongruencias aparecen en escena, como la baja demanda en el uso de la autopista que conecta Segovia con la A-6, debido a la percepción de un peaje excesivo. Cuántos adquieren un auto de gama alta, pero desdeñan el tránsito por la AP-61, mucho más segura y cómoda que la carretera nacional. En contra de lo previsto por el modelo del “homo economicus”, que rige el análisis económico convencional, la irracionalidad aparece con frecuencia en nuestra toma de decisiones.

En Segovia, por cuyas calles vemos tantos Audi, así como muchos otros vehículos de gama alta, el coste de la vida resulta más bajo que en Madrid, más allá de la cuestión de la vivienda. Por ejemplo, el grado de sofisticación en actividades de ocio resulta muy inferior. Cuántos matrimonios de edad madura pasan la tarde en algún bar del Camino Nuevo por apenas el precio de una cerveza. La gente ahorra y planifica el futuro en estas tierras esteparias, duras, de extracción campesina, donde malas cosechas y dificultades ancestrales para pasar el invierno han dejado huella en subconsciente colectivo, aunque estemos en el siglo XXI.

En principio, los castellanos tienen fama de austeros. Hace más de treinta años, conocí al que era considerado el economista más conocido del país, madrileño con orígenes cercanos en Castilla y león. Este hombre, que ha sido noticia hace poco, tenía una actividad muy intensa como consultor, más allá de su rango académico; e impartía muchas conferencias por toda España. ¿Saben una cosa? Me llamó la atención que tenía un Renault.

En cualquier caso, la cultura de las apariencias, tan arraigada en el conjunto de España, si bien solemos asociarla en mayor grado con el sur del país, está muy presente en tantas capitales de provincia. Así, la disponibilidad de un Audi, Mercedes, BMW o Volvo todavía proyecta cierto estatus en este universo particular. En el otro extremo, a veces te pueden mirar mal si ven que conduces un coche viejo en Segovia; y, con tristeza, puedo dar fe de ello.

En 2013, Leigh Gallagher publicaba “The End of the Suburbs” (“El final de los suburbios”), libro excelente donde se analizaba el declive del viejo modelo urbanístico asociado al “American Dream”. Los millennials y, en mayor grado, los miembros más jóvenes de la generación “Z” en los Estados Unidos se han cansado de vivir en casitas independientes dentro de un extrarradio cada vez más lejano, con dependencia plena del transporte privado. En las periferias metropolitanas, cierra un centro comercial tras otro; mientras, avanzan los procesos de gentrificación en barrios cercanos al centro de las ciudades, cada vez más valoradas, donde el auto propio resulta prescindible.

Por el contrario, Segovia todavía se encuentra lejos de esta tendencia urbanita y postmoderna. Aquí reinan los coletazos del viejo Sueño Americano. La aspiración de vivir en un chalet de urbanizaciones como Carrascalejo o El Sotillo está muy vigente. Un jardín para hacer barbacoas y un buen coche, tal que un Audi, son acompañamiento principal de esta ensalada mixta.

Audi, chalet, barbacoas y playa integran el paquete completo del “Sueño Segoviano”. En este mes de agosto, hace unos días, apenas durante una hora que estuve por la calle, escucho cómo tres personas diferentes citan topónimos costeros: Benidorm, Alicante y, otra vez, Benidorm”. Recuerden que ya escribí un artículo en este diario sobre el protagonismo de Benidorm en el imaginario local. Fíjense que hay, incluso, durante todo el año, un autobús semanal que conecta Segovia con el enclave mediterráneo.

El crecimiento demográfico del alfoz también responde al “efecto expulsión”, ejercido por los elevados precios inmobiliarios en Segovia. En los municipios colindantes se torna más vital el automóvil propio, dadas lejanía y densidad más baja de transporte público.

En uno de los restaurantes chinos de la ciudad, se reúnen para cenar dos parejas, con edades comprendidas en torno a los 40-45 años. Por el tipo de conversación, intuyo que los integrantes de la velada han completado estudios universitarios. De repente, alguien prorrumpe: “nos hace falta un buen coche para ir a la playa”.

Eso de desplazarse a la costa en verano, con objeto de pasar una quincena o un mes, y ponerse moreno, está cada vez más demodé entre los miembros de sectores acomodados y clase creativa de Madrid. No obstante, desde Segovia, la distancia de la capital de España, en términos de mentalidades, es muy superior a la kilométrica.

La variable “seguridad”, reseñada en el concesionario, adquiere gran relevancia para cierto segmento de público: aquellos segovianos que, cuales viajeros pendulares, se desplazan de forma diaria en el coche por motivos laborales a Madrid. La misma sensibilidad registran tantos trabajadores autónomos que utilizan su automóvil como herramienta de trabajo.

Mi hermano y yo echábamos largas parrafadas con dos señores mayores, jubilados, clientes habituales del bar al que solíamos ir a desayunar durante una temporada en Madrid. Uno de ellos había sido directivo de una empresa importante; mientras, el otro tenía larga experiencia profesional como excelente comercial. Cierta mañana llegaron a nuestro punto de encuentro, con una buena nueva. Por aburrimiento, habían visitado la sede de algún concesionario; y, ambos, se compraron el mismo modelo de automóvil, que, en realidad, no necesitaban.

Les recomiendo un libro excelente, recién publicado, si bien su lectura resulta deprimente. Se titula “Decidido”; y, su autor, Robert Sapolsky, intenta refutar la existencia del libre albedrío. En la portada de la edición española, los seres humanos aparecen como robots. El neurobiólogo plantea la escasa autonomía individual que tenemos para decidir: todo se reduce a un duelo, dentro del cerebro, entre el córtex prefrontal –orientado al pensamiento lógico- y la amígdala –sesgada a las emociones-. En fin, de un día para otro, podemos adquirir un coche sin que lleguemos a saber el porqué. Las variables explicativas de dicho paso al frente incluyen desde lo que ocurrió hace veinticuatro horas hasta cómo fue la crianza de nuestros abuelos, pasando por los genes heredados de nuestros antepasados.

El disfrute de un Audi ya no es exclusivo de los sectores más acaudalados. Como simple observador externo, intuyo que un número creciente de segovianos de edad madura, enmarcados en el segmento de clase media-baja, tanto a nivel de ingreso como formativo, accede a la compra de vehículos nuevos de la marca protagonista de este artículo. Se pueden dar este capricho por dos motivos: tienen vivienda en propiedad; y, son austeros, es decir, gastan poco dinero en bienes de consumo que no sean de primera necesidad.

Los campesinos de antaño otorgaban mucha importancia a disponer de una caballería, más allá de tratarse de un instrumento de trabajo. Sus descendientes segovianos, todavía muy enraizados en el campo, aspiran a tener buen carro –como dicen tantos latinoamericanos-. Como en “El Gatopardo”, que todo cambie para seguir igual. La posesión de un caballo convertía al hombre de a pie en “caballero villano” en la Castilla del medievo, enfrascada en un proyecto expansionista frente a Al-Ándalus. Ahora un Audi –o similar- otorga prestancia.

El regente del bar más emblemático de Obispo Quesada, junto a la antigua estación ferroviaria, me dice que su clientela está integrada por “gente del barrio, de clase trabajadora”. No obstante, impresiona la cantidad de coches caros aparcados en la calle. Hace unos días, este contador se encontró con la panorámica siguiente: Audi en cabeza (6), seguida muy de cerca por BMW (5), Mercedes (4) y Volvo (3). Un censo muy diversificado. Por su parte, en la calle de las Nieves, arteria del barrio populoso de San Lorenzo, Audi (6) representa las dos terceras partes de los modelos de gama alta.

Por ejemplo, me he fijado en dos casos de propietarios con adscripción social modesta. Ambos han estrenado un Audi en los últimos años. Un señor septuagenario, quien proyecta ser poco dado a dispendios en su cotidianeidad, ha adquirido el primer coche de esta marca, en concreto uno de los modelos más básicos; y, como los contertulios mayores que iban al bar de mi barrio madrileño, apenas utiliza el vehículo.

Prosigamos con la metodología del estudio de caso. La profecía transmitida por las empleadas del concesionario se cumple a rajatabla con un hombre de edad cercana a los sesenta años: se ha comprado su segundo Audi. Fidelidad de largo plazo no solo a la marca, sino también al grupo empresarial. Su primer auto juvenil fue el vehículo con carácter más deportivo que ofreciera Volkswagen hace décadas. La adquisición del segundo coche de gama alta ha supuesto un sacrificio económico muy considerable para este trabajador autónomo con un pequeño negocio. El coste de oportunidad de dicha decisión, relativa a su patrón de movilidad, exige la renuncia a las vacaciones durante los últimos años. En realidad, este señor solo utiliza el monovolumen durante el día de libranza; mientras, como oro en paño, el vehículo está a buen recaudo, en plaza de garaje alquilada a raíz de la compra, durante el resto de la semana. Otra vez la pescadilla que se muerde la cola: coche nuevo para desplazamientos infrecuentes por el perímetro de urbe mínima. Coches y barbacoas, a pesar de no residir en un chalet, son las únicas aficiones conocidas de este segoviano.

¿La búsqueda de estatus se encontrará entre las motivaciones de este comprador? El pensador Francis Fukuyama defiende que el deseo de reconocimiento es la aspiración principal de la condición humana. ¿Qué piensan ustedes?

Postdata: en una noche de agosto, me cruzo con dos brasileños que caminan hacia San Lorenzo. El señor, anciano, blanco, le dice con tono de saudade a la mujer de edad madura: “yo conducía coches de lujo, como Audi”.

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