No sabría decir si en el conjunto de Segovia los servicios municipales limpian mucho, poco o regular; lo que sí está claro es que cuando se transita por la mayoría de los barrios de la ciudad, se ve que las aceras y calzadas están impolutas, conservando el color original de los materiales, y los contenedores están refulgentes. Todo lo contrario de lo que ocurre en el casco antiguo.
El cogollito de esta ciudad considerada Patrimonio de la Humanidad sufre una verdadera invasión de turistas y locales de ocio, y la suciedad que se deriva de unos y otros ha convertido la zona en una auténtica pocilga en la que abundan manchas groseras de todos los tipos y procedencias: orines y plastas de perro pequeño, mediano y grande, de humano (de niños pequeños, de urgencias y de borrachos), de helados despanzurrados, de pizza estampada, de patatas fritas, de refrescos y batidos de todos los colores, de vomitonas, escorrentía de papelera, chicles, grasa de coches, restos de obras, cerveza, pinchos grasientos… En definitiva, churres difíciles de clasificar; todo reconcentrado en las calles de mayor afluencia de gente, y formando una costra ya consolidada a base de no limpiar nada.
Porque ése es el problema: visto el nivel de guarrería reinante, lo suyo sería que los servicios de limpieza del Ayuntamiento se volcaran en esta zona para evitar que la porquería se vaya acumulando, capa sobre capa, y que pase a formar parte del paisaje, como ocurre ahora. Y todo en una ciudad que, insisto, presume de ser Patrimonio de la Humanidad, en la que supuestamente se debería tener un cuidado especial con este tipo de cosas. De hecho, yo no tenía intención de escribir este artículo, porque estaba esperando pacientemente a que, dada la evidencia de la degradación a la que estamos llegando, algún prócer o alguna asociación amiga o defensora de algo tomase la palabra o la pluma y tirase para adelante con la reivindicación, consiguiendo una mayor repercusión de la que yo pueda conseguir; pero no me puedo escabullir porque el asunto me ha tocado de cerca.
Hace ya unos meses solicité que vinieran a limpiar una vomitona que algún borracho había echado en la acera junto a mi casa, justo a la altura del entrante de un escaparate. Pasaron en su momento a limpiarla de manera somera, pero ahí seguía la mancha, desafiante, y en cierto modo ya mimetizada con el entorno por el paso del tiempo. Tras numerosas llamadas conseguí que volvieran, pero grande fue mi sorpresa cuando comprobé que se habían limitado a repasar la acera, y más grande todavía cuando el encargado de la empresa afirmó tajantemente que el resto era cosa mía, esgrimiendo como argumento que podían dañar el escaparate… Y que a ver entonces quién respondía de esos daños. Hombre, es que es evidente que los servicios de limpieza no pueden -no deben- utilizar el mismo aparataje para limpiar una vía asfaltada, una calle adoquinada, el foso donde se alojan los contenedores de basura o una fachada, los escaparates del comercio o las entradas a viviendas.
Tenemos una Ordenanza Municipal de Limpieza Urbana de hace más de cuarenta años, cuando la suciedad en las calles del centro no tenía nada que ver con la actual, por lo que sin duda habría que actualizarla y aquilatarla más; pero sabemos que al final lo que realmente va a ser determinante es el pliego de condiciones que el Ayuntamiento firme con la empresa que sea. Pero, al margen de las condiciones acordadas, lo que es evidente es que la actual empresa está poco motivada, quizá por los muchos años de servicio, y ha perdido el sentido de profesionalidad e ilusión esencial para hacer bien su cometido. Porque, señores, que se discuta que una vomitona (o parte de ella, ¡qué ridículo, por Dios!) tenga que limpiarla el vecino afectado, es de juzgado de guardia.
Inmediatamente tras recibir esta respuesta dirigí un escrito al concejal encargado de la limpieza viaria, pero pasan los días y ni me ha dado una respuesta ni han venido a terminar de limpiar la mancha. ¿Se entiende, pues, que los vecinos, además de pasarnos las noches sin dormir o maldurmiendo, a la mañana siguiente tenemos que bajar con cubo, fregona y hasta cepillo de raíz para hacernos cargo de los asquerosos detritus que dejan en nuestros huecos y fachadas los borrachos clientes de esos locales, bares y discotecas que abundan en la zona? Pues oiga, lo tendrá que limpiar el Ayuntamiento, o el del bar, o el borracho… Pero lo que no cabe en cabeza humana es que lo tenga que limpiar el vecino. Encima de burro, apaleado.
Se ve que los encargados de mantener la decencia del espacio miran para otro lado en vez de organizar un servicio especial de limpieza que mitigue la situación, incluso obligando a que los que manchan limpien; porque, por hablar de mi entorno más directo, la calle de Infanta Isabel, exceptuando algún local que honrosamente limpia su trozo de acera con frecuencia, se ha convertido en toda una costra mugrienta de un extremo a otro. Vaya, que el que se caiga ahí más vale que se ponga rápido la antitetánica, porque estamos ya hablando de higiene y sanidad.
Como nota curiosa, y tal como se indica en las notificaciones que ha remitido el Ayuntamiento a cuenta de la subida absolutamente desmesurada de la tasa de basura que ha realizado -y que tiene soliviantado al personal-, resulta que precisamente esos locales de los que procede la inmensa mayoría de la guarrería que sufrimos en la zona tiene una bonificación ¡del 50%! en su tasa de basura si colaboran con alguna entidad sin ánimo de lucro. En cambio, los vecinos pagamos una tasa completamente desorbitada por un servicio que consiste en que cada uno separemos y almacenemos en casa, y luego llevemos todo a los puntos de recogida de basura; es decir, que les demos el trabajo hecho. Vivir para ver.
En definitiva, la porquería parece no estorbar al turismo, ni a la empresa de limpieza, ni al Concejo, pero los vecinos tenemos derecho a transitar por nuestras calles con un nivel de limpieza adecuado al momento cultural que vivimos. Y en cuanto a lo de Patrimonio de la Humanidad habrá que tener cuidado, porque entre unas cosas y otras en la UNESCO a lo mejor se plantean otra cosa.13