Cine bélico, películas de guerra. Un tropel cinematográfico especialmente relacionado con la Segunda Guerra Mundial y la utilización por parte del vencedor, o quizá del no derrotado, de una manera bastante propagandística. Castilla y específicamente Segovia han servido de escenario para diferentes producciones, en su mayoría de Hollywood. Cojamos el fusil y disparemos fotogramas, en una contienda de patio de butacas.
Es Patton (Patton, 1969) posiblemente (y son muchas) una de las producciones con más carga patriótica, de exaltación del espíritu estadounidense, exhibidas en los cines de todo el mundo y por extensión en muchísimas televisiones. Centrémonos en lo creativo más que en lo circunstancial. La dirigió Franklin J. Schaffner, con guion del ya prometedor Francis Ford Coppola, tomando como base de dicho trabajo las novelas Patton: Ordeal and triumph, de Ladislas Farago, y A soldier ´s story, de Omar N. Bradley. Contemplamos, en sus 169 minutos de metraje, a un Patton excéntrico y de mal carácter interpretado por George C. Scott, quien rechazó el Óscar que le concedieron a mejor actor en 1970. La grandiosa producción simuló en La Granja su cuartel general en Sicilia. También forman parte del rodaje la sierra de Guadarrama y Riofrío.

De nuevo la Sierra de Navacerrada y Valsaín son escenario para el amplio movimiento de tropas en la película Batalla de las Ardenas (Battle of the Bulge, 1965) bajo la dirección de Ken Annakin. La facilidad y baratura de las producciones en la España de aquella época hizo que el boscoso y montañoso territorio de las Ardenas, original de Bélgica, tomara la realidad en la geografía segoviana. Sustituir Bulge por Ardenas viene del francés y en Hispanoamérica sufrió el título de La batalla decisiva. Criticada por primar el espectáculo sobre la fidelidad histórica, contando con Henry Fonda y Robert Ryan en sus principales papeles, no pasó de ser útil para los aficionados al cine bélico, el cine espectáculo.
Durante la “guerra fría”, el soldado bélico es el espía y los ejércitos son los servicios de inteligencia, e inevitablemente las novelas de espías son un fuerte surtidor de guiones cinematográficos. Es lo que le sucede a El espejo de los espías (The Looking Glass War, 1970) con guion y dirección de Frank Pierso, tomando como espejo la novela homónima de John Le Carré. En estas guerras, con un armamento diferente y un campo de batalla más glamuroso, Segovia también tiene la hechura suficiente para dar un toque de elegancia. La inteligencia del tiempo.
La trágica Guerra Civil es tratada de diferentes maneras en la pantalla. El director argentino León Klimovsky se atreve a poner en celuloide la obra La paz empieza nunca, Premio Planeta en el año 1957, del periodista y escritor Emilio Romero. La película, con el mismo título, La paz empieza nunca,1960, evita confrontaciones – “buenos y malos”-, dando un enfoque lineal en el guion, con música de Cristóbal Halffter y la sabia elección del elenco interpretativo de Adolfo Marsillach y Concha Velasco. Drama bien resuelto en una difícil trama en el que Segovia se muestra diligente.
Vista la proyección en la sala oscura, en el patio de butacas, me dejó algo más que un buen sabor de boca y una de las frases que se cuelan en los diálogos: “No ha llegado la paz, ha llegado la victoria”, podéis escuchar, quedó impresa en la memoria. Tengo que decir que el origen del guion de la película Las bicicletas son para el verano es la obra teatral del mismo título original de Fernando Fernán- Gómez, por la que obtuvo el Premio Lope de Vega del Ayuntamiento de Madrid en 1957. De una dramaturgia de tanta calidad no podía salir una mala película, y no se deslució el guionista Salvador Maldonado, bajo la dirección de Jaime Chávarri. Con el plantel actoral de Amparo Soler Leal, Agustín González y Gabino Diego, tomaron El Espinar en la provincia de Segovia para dar forma al verano de 1936. Infausta estación.
Nos puede parecer sorprendente, y de hecho lo es, ver a Jackie Chan, maestro en artes marciales, en una aventura en el desierto del Sahara y al mismo tiempo utilizar Segovia capital y La Granja como parte de sus variados espacios para rodar la película Operación Condor (Fei ying gai war, 1991), que él mismo dirige. Sin mala crítica internacional encontramos a un oriental explorador en el desierto buscando oro al final de la II Guerra Mundial. Un dato interesante es encontrar la misma escena dramática con diferentes ciudades en la misma acción cinematográfica. Comienza la lucha en Segovia y termina con la misma secuencia en Marruecos. Entretenido filme en las arenas del desierto.
Es posible que el hecho de incluir El coloso de Rodas (Il colosso di Rodi, 1961), primer trabajo como director de Sergio Leone, en el grupo de películas a las que denominábamos -cuando íbamos los días festivos, sin clase, a pasar la tarde en las salas de cine de sesión continua- de guerra no entre de lleno en dicho capítulo, y algún lector o lectora puede pensar que lo hago por razones familiares. Craso error. La certera no es otra que el italiano director encontró en La Granja de San Ildefonso el mejor lugar para recrear los jardines del palacio de Rodas. Aunque algunos piensan, no sin razón, que el faro que iluminó este hermoso jardín segoviano fue también económico. En la taquilla crece la industria.
Permitidme que termine estas líneas con la cita de un hombre de literatura, Azorín. Entresacada de un libro de esos que compramos por vicio en las librerías de lance, y luego extraviamos en las abarrotadas estanterías y un día de milagro reencontramos y, como me ha ocurrido a mí, tenemos que utilizar el abrecartas, ya inutilizado, e ir poco a poco haciendo que las páginas, todavía unidas en pliegos, se puedan habilitar para poder leer página a página. El libro en cuestión, copiamos el colofón: “El libro El cine y el momento, de Azorín, terminose de imprimir en gráfica Clemares -Orellana, 7, Madrid, en mayo de 1953”, y entresacamos la cita: “Gocemos todos del momento en las imágenes: en las imágenes que se van sucediendo, inacabablemente, con fugacidad, en la blanca pantalla”. Es el cine.