Corría diciembre de 1985 cuando Segovia, con su casco antiguo y su Acueducto, entró en la lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO. Aquella declaración supuso un hito singular, puesto que pocos centros históricos de semejante riqueza habían recibido hasta entonces ese reconocimiento. La ciudad conservaba por entonces, un trazado medieval, con calles estrechas, iglesias románicas y callejuelas que se han mantenido con muy pocas variaciones a lo largo de los siglos.
Hace 40 años Segovia contaba con una población que se situaba, según los censos, en el entorno de los 50.000/54.000 habitantes. La economía combinaba las actividades tradicionales como el comercio local, la industria ligera o los servicios básicos, con una incipiente presencia del turismo, aún lejos de la masificación que vendría décadas después. Pero llegó el reconocimiento de la UNESCO, y con él la apertura de una serie de transformaciones que comenzaron por un mayor cuidado del patrimonio.

La declaración de 1985 fue el punto de partida que puso en evidencia que había que proteger y gestionar el patrimonio de la ciudad. Y en 1993 esa proyección adoptó forma institucional con la fundación del Grupo de Ciudades Patrimonio de la Humanidad de España. Segovia fue, junto a Ávila, Cáceres, Salamanca, Santiago de Compostela y Toledo, una de las ciudades fundadoras.
La adhesión al grupo implicaba comprometerse a mantener sus cascos históricos, restaurar el patrimonio, coordinar las políticas de conservación, turismo y urbanismo, amén de compatibilizar la vida moderna con la historia de siglos.
Para Segovia, esta pertenencia marcó el inicio de una nueva era, ya que la ciudad debía preservar su pasado, pero también gestionar su patrimonio, preparándose para un turismo que ciertamente llegaba a la ciudad, pero que ha crecido de manera exponencial en los años siguientes.
El hito que lo cambio todo
Sin duda, la decisión que supuso un hito en la historia de la ciudad fue la que tomó el alcalde Ramón Escobar en julio de 1992, cerrando al tráfico definitivamente la circulación bajo los arcos del acueducto, lo que cercenaba en dos la N-110 que circulaba por la antigua avenida Fernández Ladreda, ahora avenida del Acueducto, y posteriormente por la avenida Vía Roma.
Más allá del evidente trastorno que supuso para la ciudadanía el hecho de que de la noche a la mañana Segovia se viera prácticamente partida en dos en lo que al tráfico se refiere, la medida redujo la presión sobre el Acueducto, pero también obligó a reorganizar el tráfico urbano de la ciudad, que se reorientó por avenidas alternativas como la avenida Padre Claret, Juan Carlos I, y los paseos Conde de Sepúlveda o Ezequiel González, además de incrementar el tráfico en otras vías que en principio no estaban pensadas para ello y que se han venido adaptando (con mayor o menor éxito) a este mayor volumen de tráfico.

Pero era evidente que para completar esa reordenación hacía falta una circunvalación que permitiera absorber el tráfico pesado para evitar así que los camiones y los vehículos de gran tonelaje pasaran prácticamente al lado del casco histórico. Ello empezó a materializarse con la construcción en 2001 de la variante SG-20, todavía incompleta, pero que permitió dar salida al tránsito pesado, conectar carreteras nacionales sin atravesar la ciudad y preservar un poco más la zona monumental.
El AVE pone la ciudad al alcance de la mano
El tercero de los hitos que han venido a modificar la ciudad llegó en 2007 con la inauguración de la estación Segovia-Guiomar, en la línea de alta velocidad Madrid–Segovia–Valladolid, que vino a reforzar de manera extraordinaria la conexión con la capital, facilitando la llegada de visitantes, lo de manera paulatina vino a transformar la ciudad.

Con su casco antiguo protegido, su movilidad reorganizada y su inclusión en una red patrimonial nacional, Segovia entró en el siglo XXI orientada hacia el sector servicios, sobre todo con la llegada de un turismo cultural masivo.
El turismo, que en 1985 era un recurso importante pero todavía limitado, se convirtió en un pilar central de la economía local. El patrimonio empezó a verse no solo como herencia, sino como activo económico y el casco antiguo empezó a llenarse de visitantes., teniendo que hacer frente a los efectos de esa masificación turística que provocaba una presión sobre los servicios públicos, más las necesidades de mantenimiento del patrimonio.
Entre 50.000 y 55.000
Pese al incremento turístico, Segovia no ha experimentado ni mucho menos un ‘boom demográfico’. Según datos de población del municipio, tras un crecimiento sostenido hasta principios de siglo, el crecimiento se ralentizó. En 1981 había unos 53.237 habitantes, y aunque en los años 2004 a 2007 se registraron cifras algo superiores (55.000/56.000), en años recientes la población ha tendido a estabilizarse, sin un crecimiento explosivo. Tanto es así que en 2025 el Instituto Nacional de Estadística ha reflejado el censo de Segovia capital en 52.189 habitantes.
Este comportamiento demográfico refleja una realidad común a muchas ciudades históricas que cuentan con un atractivo turístico y cultural elevado, pero tienen limitaciones de suelo y un coste de la vida más alto que el de otras ciudades de igual tamaño, pero menos turísticas. Así, la expansión urbanística hacia el alfoz se intensificó, con poblaciones como La Lastrilla subiendo en más de un millar de residentes en cinco años, Palazuelos en más de 900, o San Cristóbal de Segovia en más de 200.
Las universidades, ventajas e inconvenientes
A este proceso se añadió, desde comienzos del siglo XXI, un cuarto hito que ha alterado la composición social y la identidad de la ciudad, como es la consolidación de Segovia como ciudad universitaria con la presencia de la Universidad de Valladolid (UVA) y la implantación de IE University.
El campus María Zambrano de la UVA ha otorgado a la ciudad una oferta educativa que ha evitado, en muchos casos, el desplazamiento de estudiantes segovianos hacia otras ciudades. La ampliación de grados en áreas como Comunicación, Educación o Administración y Dirección de Empresas ha reforzado su papel como institución formativa de referencia en el territorio. El campus ha generado actividad en el entorno durante todo el año, con un calendario académico que influye de manera directa en el pulso cotidiano de los barrios próximos.

La llegada de IE University, en cambio, introdujo un elemento nuevo, ya que el campus internacional asentado en el antiguo convento de Santa Cruz la Real incorporó a Segovia una población estudiantil diversa, multilingüe y procedente de decenas de países. Su presencia modificó hábitos, revitalizó la actividad hostelera, dinamizó la economía local y proyectó una imagen internacional que Segovia no había tenido hasta entonces, pero a cambio ha incrementado hasta límites insospechados la demanda de vivienda en alquiler, con una mayor presión sobre determinados barrios, y ha tensionado la convivencia entre los residentes y los estudiantes.
Cuatro décadas después de aquella declaración de la UNESCO, Segovia no es una ciudad transformada por un único hito, sino reconstruida por la suma de todos. El corte de tráfico bajo el Acueducto, la creación del Grupo de Ciudades Patrimonio, la apertura y posterior mejora de la SG-20, la llegada del AVE o la consolidación del doble modelo universitario con la solidez pública de la UVA y la proyección global de la IE University, han ido configurando una ciudad muy distinta. La Segovia de 2025 no es la de 1985, aunque conserve su rostro antiguo.
Cuidar y proteger
La condición de Ciudad Patrimonio de la Humanidad supone un reconocimiento internacional a la singularidad de su casco histórico, pero también conlleva una serie de obligaciones que determinan buena parte de las políticas urbanas, culturales y medioambientales que la ciudad ha desarrollado en las últimas décadas. Entre las más significativas figuran la conservación del patrimonio edificado, la gestión del turismo, la movilidad en el entorno monumental y el equilibrio entre la vida cotidiana y la protección del conjunto.
El mantenimiento del patrimonio histórico-artístico exige intervenciones continuas y estrictas tanto en los monumentos emblemáticos como el Acueducto (en una obligación continua que sigue siendo objeto de no poca polémica teniendo en cuenta que es un monumento abierto, y que a pesar de las sanciones que se están imponiendo a quienes se suben a sus arcos, las situaciones de riesgo para el Acueducto se siguen produciendo), así como de la Catedral o el Alcázar, y sin olvidar los edificios residenciales del casco antiguo.

Además, la UNESCO y el Grupo de Ciudades Patrimonio subrayan la necesidad de preservar también el paisaje que rodea a la ciudad, que en el caso de Segovia incluyen las vistas desde los valles del Eresma y del Clamores o el entorno inmediato de la muralla.
La regulación de los flujos turísticos constituye otra prioridad. La saturación en torno al Acueducto y a la Calle Real obliga a diversificar recorridos, controlar el crecimiento de las viviendas turísticas y promover un modelo sostenible que no dificulte la vida de los residentes.
A estas cuestiones se suma la obligación de mantener un casco histórico habitado, con servicios adecuados y políticas de rehabilitación que faciliten la conservación del tejido residencial, un reto que sigue más que vigente a la vista de las reclamaciones que de manera cíclica vienen realizando los residentes del recinto amurallado. También cobran relevancia la protección medioambiental, la adaptación al cambio climático y la coordinación institucional con administraciones autonómicas, estatales y los organismos internacionales con el fin de recabar los fondos suficientes para conseguir que la ciudad sigue mereciendo el título de Patrimonio de la Humanidad.
