Vuelvo a esta tribuna con agradecimiento y haré lo posible por devolver la confianza que me otorgan, aportando mi visión sobre diferentes aspectos del deporte segoviano. Es un compromiso que asumo encantado también con ustedes. Y creo oportuno comenzar haciendo un homenaje a un club que cumple diez años y que, después de adaptarse a la particular idiosincrasia segoviana, goza de una salud más que aceptable luchando por adaptar su día a día al ideario planteado en sus orígenes.
El Segosala nació como un club diferente, alejado de convencionalismos y con la intención de formar en valores a sus integrantes tomando el fútbol sala como vehículo. Con la influencia de Daniel Ibañes, Lin o Rubén, Segosala arrancó con ideas demasiado modernas para una ciudad anquilosada en rancias premisas, como la de que las actividades extraescolares son una excelente opción para ‘aparcar’ a los pequeños.
Segosala nunca lo vio así, y en sus primeros tiempos luchó por priorizar una serie de propuestas que chocaron con el muro construido sobre las pocas ganas de colaborar de los padres de sus deportistas. La crisis, la pandemia y la obsesión por apuntar a los menores al fútbol sala o al fútbol obviando otras opciones, terminó por saturar al club, y la medida de recortar el número de equipos esta campaña parece, a la larga, la mejor opción para acercarse a un modelo original en el que no todo se resume en meter más goles que el contrario.
Además, en algo no previsto de inicio, Segosala tuvo que asumir el papel protagonista en categoría senior masculina y femenina –esta última compartida con Unami CP– con el mantra que asumen los deportistas de ambos equipos de la entidad: la prioridad es la base. Solo el equilibrio presupuestario de las dos estructuras las mantiene en competición. Segosala está lejos de la perfección, como el resto de los clubes, pero tiene las ideas claras y eso es mucho. A por otros diez años.
