El conjunto del sector agrario no está viviendo en estos momentos su peor época en lo que se refiere a los mercados. Ha terminado una campaña cerealista con unos excelentes resultados en materia de producciones con rendimientos buenos en todas las zonas por encima de la media, volumen que está compensando en parte la bajada de los precios en una media cercana al 30%. En el vino, las previsiones apuntan igualmente a una gran campaña, en el entorno de los 44 millones de hectolitros. No se trata de una vendimia récord, si tenemos en cuenta que en los últimos años las producciones medias se han situado ya por encima de los 40 millones de hectolitros. Estos buenos resultados en volumen van a suponer igualmente un recorte en los precios pagados por la uva la campaña anterior aunque, en conjunto, se podría hablar de ingresos aceptables. Entre otras producciones agrícolas, cabe señalar finalmente la próxima cosecha olivarera donde también se espera un buen año en volumen y se da por hecho que los precios van a seguir, en el mejor de los casos, como en la actualidad.
En las producciones ganaderas, si se exceptúa a la avicultura de puesta y, sobre todo, la de carne ante la batalla de precios a la baja emprendida desde la gran distribución para mantener este producto como reclamo barato de la cesta de la compra, podemos señalar el buen comportamiento del vacuno de carne para las exportaciones a los países árabes, una ligera mejoría en el ovino, la estabilidad en el porcino y la recuperación de los precios en la leche.
En conjunto, se podría decir que al sector no le van en este momento mal las cosas en lo que afecta a los ingresos. Sin embargo, se trata de una actividad donde en los últimos años se ha producido un crecimiento desbocado de los costes de producción, fertilizantes, semillas, maquinaria, energía etc… y que hace que, a poco que se tuerzan las producciones en volumen, situarían al sector agrario en unos claros números rojos con unos beneficios cortos para cubrir esos costes de producción.
El conjunto ha hecho en los últimos años un importante esfuerzo para lograr unos mayores rendimientos en sus explotaciones hasta lograr unos resultados similares e incluso superiores a otros países comunitarios con unas condiciones de clima o suelo mejores que las españolas.
Pero, ese compromiso para producir más y mejor es algo que se lo están comiendo las empresas proveedoras de medios de producción, sobre las que no existen los necesarios mecanismos para evitar situaciones de monopolio al imponer precios y otras condiciones de compra al sector agrario.
Para poner en evidencia la actual situación del sector agrario, solo es necesario ver los datos elaborados por la propia Administración. Según esas cifras, los costes de producción del sector agrario han pasado en los últimos cinco años de suponer el 81,3% de la renta agraria, a significar en 2012 el 93%. Hay otras cifras tanto o más significativas. Los costes de producción, el conjunto de los gastos intermedios que supone al agricultor o ganadero adquirir todo lo necesario para desarrollar su actividad, en la década de los años noventa equivalían a una tercera parte del valor de la Producción Final Agraria. Es significativo que en los primeros años de la década del 2000, esos gastos supusieran hasta el 65% de esa producción final agraria para mantenerse hoy en un porcentaje superior al 50%.
Es importante producir más kilos por hectárea. Pero parece a la vez indispensable que los costes de producción no se disparen y que los mismos no se coman el valor de una actividad. A la vista de la evolución de los gastos, parece bastante evidente que se impone una reflexión por parte de los productores, agricultores o ganaderos, para la búsqueda de salidas que permitan rebajar el coste de esos medios, así como un uso más eficiente de los mismos; ahorrar en el volumen de los abonos y utilizar los mismos con criterio, en función de cada cultivo o la calidad de cada tierra; ahorrar en potencia de maquinaria, para que la misma no se halle sobredimensionada; y eliminar costes fundamentalmente con una compra organizada de los medios de producción. A la Administración le toca poner igualmente medidas para evitar esta carrera desbocada de los gastos para evitar posiciones de monopolio e imposición de precios en diversas actividades como son los mercados de las semillas o de los abonos y no tirar a la papelera las reiteradas denuncias cursadas desde el sector sobre pactos de precios.
Los elevados costes de producción son la eterna asignatura pendiente de la que se quejan permanentemente los miembros que trabajan y viven del sector, pero sin que se adopten medidas para cambiar, primero, desde ellos mismos.
Sin embargo, la renta agraria tiene igualmente otro talón de Aquiles y es la política que se sigue a la hora de comercializar sus producciones. En sectores donde hay una gran presencia cooperativa, que no es lo mismo que fuerza, los precios los marcan unos pocos grupos industriales. Allí donde no hay ese peso cooperativo, la realidad es que, en muchos casos, léase, por ejemplo, en los cereales, los agricultores entregan a los operadores sus cosechas sin precio; son éstos quienes imponen los suyos sin posibilidad de ninguna negociación y de quienes adquieren sin precio los fertilizantes, lo que supone poner la gestión de sus rentas en manos de quienes critican permanentemente, pero sin poner soluciones para defenderse.
