A mediados del siglo XIX el alcalde y los concejales del Ayuntamiento de Segovia tenían la obligación de asistir a misa en una pequeña capilla situada junto al antiguo salón de plenos antes de comenzar el debate de los asuntos municipales; seguramente con el fin de solicitar la ayuda divina para dirimir aquellas cuestiones de mayor importancia o polémica.
Hoy la capilla ha desaparecido ya que las diferentes obras que ha sufrido el edificio de la Casa Consistorial a lo largo de su historia han ido transformando su aspecto y le han llenado de pequeños secretos y de valiosos tesoros que en el día a día pasan desapercibidos para los centenares de personas que diariamente pasan por sus distintas dependencias.
En la tranquilidad de una -por fin- soleada mañana de domingo, cerca de una veintena de segovianos pudieron ayer conocer algunos de esos secretos y descubrir otros tantos tesoros en la primera de las visitas de los “Domingos del Patrimonio”, una actividad organizada por la Concejalía de Patrimonio y Turismo enmarcada en las actividades conmemorativas del 25 aniversario de la declaración de Segovia como Ciudad Patrimonio de la Humanidad.
De la mano del historiador Francisco Javier Mosácula, la primera de las visitas de este ciclo comenzó analizando la imponente fachada barroca de la Casa Consistorial, a la que en el siglo XIX se le añadió una pequeña torre para instalar el reloj que desde hace más de 150 años señala la hora en la Plaza Mayor.
El recorrido continuó en el vestíbulo central del edificio, en el que puede verse uno de los muchos ejemplos del esgrafiado que adorna muchas de las fachadas de las viviendas del centro histórico de la capital, cuyo empleo fue obligatorio a través de una ordenanza de la Comisión de Policía Urbana y Ornato Público dictada en 1859 que ordenaba enfoscar las fachadas para eliminar la sensación de pobreza que ofrecían los edificios de arquitectura castellana y que daban a entender la triste situación económica por la que atravesaba la capital en aquel momento.
Subiendo por las escaleras instaladas en la remodelación que se hizo en 1852, los visitantes llegaron hasta el antiguo salón de plenos, que albergó los debates municipales hasta 1993, cuando la remodelación de la Casa Consistorial construyó un nuevo salón.
Este pequeño salón, en el que hoy se celebran las ceremonias de matrimonio civil, conserva algunas pequeñas joyas como un pequeño relieve de alabastro que Mosácula interpretó como procedente de un pequeño altar de viaje perteneciente a algún noble presumiblemente datado en el siglo XVI.
El recorrido continuó por la denominada “Sala Blanca”, en la que actualmente tienen lugar los actos oficiales de mayor relevancia y que originariamente fue llamada “Sala de las batallas”, quizá por que antaño albergaba las reuniones de las comisiones previas a los plenos o bien por el mural que adorna su techo en el que figura la recreación de la conquista de Madrid por parte de las tropas segovianas a los musulmanes en el siglo X.
La decoración de esta sala, de estilo isabelino y realizada en estuco pintado, fue obra del artista José Pelli, que recibió por el encargo la nada desdeñable cifra de 25.000 reales de la época.
El recorrido llevó a los visitantes a la “Sala de la Chimenea”, que en su día fue un antiguo laboratorio farmacéutico perteneciente a la familia Llovet que se incorporó a la Casa Consistorial en las sucesivas amplaciones del edificio, y que conserva los azulejos que en 1929 acostumbraban a adornar estos recintos científicos.
En el antedespacho del alcalde, se encuentran dos valiosas piezas artísticas poco conocidas pero de una gran importancia, como son un pequeño crucifijo de bronce de origen gótico presumiblemente perteneciente a la Iglesia de San Miguel y el tríptico “La Adoración de los Pastores y la Anunciación” del artista Ambrosius Benson, uno de los maestros de taller flamenco más importantes de su época.
El recorrido concluyó en la moderna sala de plenos, donde los visitantes tuvieron la oportunidad de poder sentarse en los sillones de los concejales y comprobar las ventajas e inconvenientes de este nuevo recinto de debate.
Los condes de Alpuente, no Llovet
A ambos lados de la puerta de la Sala Blanca, cuelgan dos magníficas pinturas que muchos habían identificado como el matrimonio Llovet, que cedió los inmuebles que hicieron posible la ampliación de la Casa Consistorial. a mediados del siglo XX. El historiador y cicerone de la visita, Francisco Javier Mosácula, puso empeño en desmentir esta información y aseguró que los retratos pertenecen a los Condes de Alpuente, que en su día representaron a la ciudad en el Senado.