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«Se necesita una paciencia infinita, pero es divertido y gusta hacerlo»

por Raquel Moratilla Rey
1 de abril de 2018
en Segovia
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Ana Lourdes Blanco, restauradora en el Alcázar de Segovia. / Pilar de MIguel

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Acudir a una cita en el Alcázar de Segovia, incluso para quienes tenemos la posibilidad de verlo con frecuencia, en algo especial. Su grandeza y delicadeza, su imagen de castillo de princesa, de cuento de hadas, provoca una sensación especial en quien lo ve.

En la visita, nos dirigimos al taller de restauración. A ese rincón del castillo donde se trabaja con mucha paciencia y dedicación para que el contenido de tan especial continente consiga el efecto perseguido: Al cruzar su puerta, sobre el foso, que el tiempo y la vida se detengan y nos transporten a otro momento de la historia.

Se abre la puerta y, en un espacio no muy grande, nos reciben Ana Lourdes Blanco y Milagros Torres, restauradoras, quienes desde hace más de veinte años se dedican a que cada sala, cada detalle, cada mueble del Alcázar acuse, en la menor medida posible el paso del tiempo y de los cientos de miles de visitantes que esta fortaleza recibe cada año. Durante unos minutos explicaron el contenido de su trabajo en este monumento.

— ¿Qué labor diaria se realiza en este taller?

— Ana L. – En el taller lo prioritario es cuidar y recuperar todos los elementos del Alcázar, tanto decorativos, artísticos… a todos los niveles, muebles, cuadros, pintura mural, cerámica… Todo lo que puede haber en el Alcázar. También realizamos trabajos de este tipo para la Academia de Artillería y, a veces, hacemos algunos trabajos fuera, como obra social, en conventos, monasterios… Obra menor, que está en trastienda y que no tendría nunca subvenciones para poder ser restaurada de otra manera y, todo realizado bajo la dirección de D. Antonio Ruiz Hernando (conservador del Alcázar de Segovia y Cronista Oficial de esta ciudad. Académico de número de la Real Academia de Historia de San Quirce y Académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid). Pero, la prioridad, repito, es el Alcázar.

— Dentro de todos los objetos que guarda el Alcázar ¿Dónde está vuestra mayor fuente de trabajo?, ¿Cuáles son los objetos que requieren más atención? Pinturas, muebles…

— Ana L. – Casualmente, es lo más burdo, lo más normal… Azulejos que se caen. Muchas veces son cosas que… que si un borlón (adorno realizado en hilos de diferentes materiales, muy utilizado para sujetar las cortinas), cosas de coser; algún roce de un cuadro, actos vandálicos… Lo que supone una visita diaria, dar repasos a los muebles que se estropean por roces… La gente los mueve… Mantenimiento de restauración, en definitiva.

— Si nos paráramos en el trabajo de mayor envergadura que habéis realizado en este taller ¿Cuál sería?

— Milagros T. – Lo más curioso y el trabajo más grande que tuvimos fue la realización del techo de la Sala de la Galera. Ya se sabe que con el incendio del año 1862 se perdió todo y, hace 18 años se volvió a hacer el artesonado. Eso nos costó, porque además, se contrató gente, fue un año de trabajo, éramos quince personas… y, al final, ese fue el trabajo más grande que hemos tenido en el taller. Luego, por lo demás, son pequeñas cosas como cuadros, marcos, tapices…

— ¿Todavía seguís restaurando cosas que sobrevivieron al incendio?

— Ana L. señala un gran escudo que tiene sobre su mesa y dice: «esto, por ejemplo»

— ¿Esto quedó así después del incendio?

— Ana L. – No, pero… tiene restos. Esto es el escudo de la Academia de Artillería que, seguramente estuvo aquí y sufrió el incendio. Se le está quitando una capa y, debajo aparecen restos del incendio.

Otro trabajo que a mí me resultó muy interesante fue el de los zócalos, que fue de lo primero que hicimos. Los zócalos del Alcázar son auténticos del edificio, se salvaron de ese incendio. Estos zócalos son pintura mural que está en la sala de Ajimeces, la primera que se visita y en la que se encuentran las armaduras. Se hizo la consolidación porque estaban huecos por dentro y, estaban a punto de desprenderse de la pared. Con lo poco que quedaba original en el edificio, fue muy interesante hacerlo.

— Por lo que veo, queda poco que sea original…P

— Milagros T. – Hay que pensar siempre en el incendio que hubo y que estuvo muchos días prendido. Los materiales son los materiales y… entonces eran piedra o madera pero, ese resto de las pinturas murales es, muy interesante.

— Por lo tanto, ¿quedó poca cosa del Alcázar?

— Ana L. – No, quedaron las pinturas murales, quedaron mocárabes (elemento arquitectónico decorativo a base de yeso, con forma de estalactitas sueltas o arracimadas), quedaron leyendas. Se hicieron otras restauraciones para que se pudiera visitar.

— ¿Cuánto se puede tardar en recuperar una pieza? ¿Por ejemplo este escudo de la Academia de Artillería con restos del incendio? ¿Cuánto tiempo os puede llevar dejarlo con el trabajo finalizado?

— Ana L. – Cada obra lleva un tiempo según vamos interviniendo en ella. Por ejemplo, este escudo se trajo aquí para unos dos meses o así para consolidar la pintura pero, al hacer la limpieza, vimos que debajo había otra capa y que era más interesante quitarlo todo para que una vez realizado el trabajo durara más en un futuro y para ver la policromía original. Los trabajos, a veces se extienden sin que nosotras, de antemano, lo podamos prever.
La restauración no es una ciencia exacta. Piensas a veces que un trabajo te va a llevar poco tiempo y te da sorpresas y, lo contrario, cosas aparentemente complicadas van de maravilla.

— Por lo tanto, el escudo vino para dos meses… ¿Cuánto tiempo lleva?
— Ana L. – Pues, lleva seis meses.

— Y todavía le queda…
— Ana L. – Si

— En el caso de la sala de la Galera, u otras. Para realizar de nuevo los artesonados ¿de dónde se partió? ¿de restos?

— Milagros T. – Había información, dibujos de José María Avrial (1807-1891), un famoso dibujante, muy relacionado con Segovia.
— Ana L. – Avrial era profesor de Bellas Artes de la Academia de Artillería que dibujó todas las Salas del Alcázar antes del incendio y, como no había fotografías, de esa documentación gráfica es de la que se ha valido el Alcázar (Patronato) para la reconstrucción del edificio a nivel decorativo, porque en esa sala, de ese artesonado, a causa del incendio no quedaba nada. En otras salas si quedó algo en las paredes o en otros rincones pero en la de la Galera…

— Y, partiendo de aquellos dibujos, ¿hicisteis vosotras los diseños?

— Milagros T. – Nosotras no hicimos el diseño. Nosotras hicimos la intervención junto al carpintero que se ocupó de la carpintería, el arquitecto que diseñó la obra…
Ana L. – Como trabajo, desde luego, es el más interesante y grande que hemos tenido, en colaboración con un grupo muy numeroso: Restauradores, doradores, carpinteros, yesistas…

— ¿Fue un trabajo de chinos, no?
— Ana L. – Fue un trabajo grande, muy grande. Los módulos eran enormes…

— Visto desde abajo todo parece más normal pero, de cerca… dorarlo, pintarlo…
— Ana L. – Hasta el punto de que la Sala en la que se venden ahora los tickets, en la entrada de la Casa de la Química, estuvo dedicada entera al taller y las piezas ocupaban todo ese espacio. Además éramos muchas personas… solo en restauración y dorado…

— ¿Ahora tenéis algún proyecto grande a la vista o el mantenimiento del Alcázar os tiene suficientemente ocupadas?
— Ana L. – En proyectos, estamos ahora ocupadas con un tema de desvanes, de reordenación de material que hay que revisar para ver las necesidades de conservación de las piezas y, si es necesario, de una ubicación mejor

— ¿En los desvanes hay mucho?
— Ana L. – Hay, pero mucho no. Lo importante está expuesto y además, el Patronato está realizando una obra de mecenazgo y, cada vez adquiere obra de mayor calidad. Don Antonio Ruíz es el que se ocupa y compra… Ahora sobre todo lienzos, cuadros, pintura sobre tabla, sobre tela… De la época o alusiva a ella, que se pueda relacionar con el Alcázar.

— Por poner un ejemplo, ¿cuál es el último cuadro que Antonio Ruíz ha adquirido?
— Ana L. – Son dos bodegones florales de Juan Arellano (1676); dos Pantoja de la Cruz que tenemos en la Sala de la Chimenea (1604), uno de ellos con un retrato de Felipe III y, una Sagrada Familia del Maestro de Santa Ana Hofje (siglo XVI), que está en la Sala del dormitorio. En estos días, nos acaban de llegar dos escudos en azulejo, con alusiones al reinado de los Reyes Católicos que ya se decidirá la zona en la que se van a encastrar… Poco a poco. Es importante lo que se está haciendo: Revalorizando la decoración con esa labor de mecenazgo

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Milagros Torres, restauradora en el Alcázar de Segovia. / Pilar de MIguel

— Y ahora con muchísimo éxito porque el número de visitantes que tiene el Alcázar no deja de crecer y, si lo recuerdas, el 19 de octubre de 2017, se superó el record de 575.110 visitantes anuales del Alcázar… ¿Tantos visitantes hacen que los objetos, muebles… en el Alcázar se deterioren más de lo normal?

— Milagros T. – No, además hay personas que cuidan del edificio y vigilan el que la gente no toque. Hay unos controladores de seguridad. Todo está muy cuidado porque tanto los guías como los guardias de seguridad están pendientes de que la gente no haga «barrabasadas», es su función.

— ¿Ha habido algún acto vandálico contra alguna de las obras que hay en el edificio?
— Alguno, pero muy pequeño, fácil de solucionar. Ha habido suerte en eso porque siempre hay algún gamberro que se te cuela. Un chicle pegado debajo de una mesa, cosas mínimas. Además, está todo enfocado por cámaras pero siempre se te puede escapar algo. Por suerte, nunca ha pasado nada aunque, como decimos, es difícil que pase porque está muy vigilado.

— ¿Cuánto tiempo lleváis trabajando en el taller?
— (Entre risas) ¡Casi como el Alcázar! Más de veinte años

— ¿Cómo definiríais vuestro trabajo?
— Milagros T. – Se necesita una paciencia infinita pero es divertido y da gusto hacerlo

— ¿El trabajo es muy lento? Desde que comenzáis un trabajo hasta que veis el resultado, imagino que pasa mucho tiempo…

— Milagros T. – Y lo bueno es que como no se realiza un pago económico por la obra, siempre tenemos el tiempo necesario para ocuparnos de esa obra en profundidad, no hay que hacer el trabajo «volando», no se trabaja a destajo, aquí la obra tiene un valor prioritario. Se valora, se ejecuta durante las horas que sean necesarias, los secados son eso…, no se seca con secador para que se levante la pintura más tarde, se trabaja a conciencia y bien. Cuando se trabaja para una empresa particular vas a «ganar la pela».

Con los materiales ocurre lo mismo. Utilizamos materiales de primera y eso repercute en que la obra dure más porque, a veces, algunas restauraciones son agresivas. En definitiva se cuida mucho el material y se cuida mucho el trabajo.

— Miremos a los primeros días de vuestro trabajo en el taller ¿Cómo se vive ese primer día ante una responsabilidad así, trabajando en el Alcázar de Segovia?

— Ana L. – ¡Es un castillo!, ¡Te sobrecoge!, es inmenso, mucha responsabilidad y ahora, años después, es un gran orgullo y siempre hay cosas que te sorprenden y sigues encontrando algo interesante, sigues aprendiendo.
— Milagros T.- La primera obra que yo hice, la sigo viendo con frecuencia y veo cómo han funcionado los materiales. Vamos aprendiendo de lo que hemos hecho en el pasado.

— Los azulejos que se ven en algunas salas ¿De dónde han venido? Los originales se perdieron…
— Son azulejos que se compraron, muy similares a los que había.

— ¿Algunos de los azulejos del Alcázar vinieron de algún lugar…?
— Del Regimiento… Ahora esos azulejos están en la sala donde se venden los tickets. Eran los que estaban en el patio llamado del Lagarto, en el Regimiento.

— ¿Y las obras realizadas en los conventos?
— Hace unos diez años se hizo una exposición de los trabajos realizados en los conventos como obra social. En Las Dominicas, en los Carmelitas, en El Parral, en La Ermita de San Frutos… Donde hace poco hemos restaurado una talla del santo, muy bonita.

El 6 de marzo se cumplieron 155 años desde aquel incendio que destruyó la fortaleza casi por completo. Desde entonces ha sido necesario reconstruir y restaurar, paso a paso, cada rincón, para que no perdiera su fuerza y su delicadeza. Se ha recordado su historia, se ha investigado sobre su origen y todo, para convertirse en otro sello característico de una ciudad como Segovia, cargada de historia.

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