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¿Cómo se curaban las enfermedades a lo largo de los siglos?

por El Adelantado de Segovia
3 de junio de 2018
en Segovia
El farmaceútico John S. Pemberton en Atlanta ante un anuncio de su jarabe.

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En esta tercera entrega trataremos como la medicina progresó con el tiempo tanto en los materiales y medios y con lo que se logró el aumento de la esperanza de vida. La farmacia pasó de ser cosa de brujas, chamanes y curanderos como se la entendía hasta épocas muy recientes, bordeando el terreno de lo oculto y rechazada por la sociedad, a una de las ciencias de la salud reconocida y estimulada por a la investigación. El término data del siglo XIX. Anteriormente se la conocía como “botica”, derivado del término latino “apoteca”, y en ella se preparaban remedios, además de ser almacén de vinos, ya que “apoteca” evolucionó en castellano también a “bodega”.

En principio, el médico y el farmacéutico eran lo mismo hasta que, poco a poco, separaron los oficios y se especializaron en ámbitos complementarios pero bien definidos. El médico griego Galeno es el padre de la farmacología y precursor de estudios de farmacopea y ha legado muchas de sus recetas medicinales que, en algunos casos, hoy en día siguen en uso. Sin embargo, pasarían siglos y muchos de los remedios se seguían relacionando con la mitología y las leyendas, pero también empezaron a estudiarse como ciencia. En la España Musulmana, Abu al-Qasim al-Zahrawi describió enfermedades, síntomas y remedios como el vómito, laxantes, dietética, cosmetología, oftalmología y se le puede considerar el padre de la educación de la salud.

La mayoría de los productos vendidos en boticas eran de origen vegetal o animal, así como tipos de metales. Se comercializaba el ruibardo; el agárico, que no es más que la amanita muscaria alucinógena; la mirra de los Reyes Magos o el mercurio, hoy prohibido en la Unión Europea por su toxicidad. Pero con el tiempo empezó el estudio sistemático de estos productos dando origen a tratados científicos. La primera farmacopea española apareció en 1511 aunque fue el rey Carlos III quien estableció una única farmacopea del reino, algo así, salvando las distancias, como una Agencia del Medicamento del siglo XVIII.

En los siglos XVII y XVIII se produjeron los avances en farmacología. Nuevos medicamentos y fórmulas dieron al boticario más prestigio. En muchos lugares de España surgieron boticarios – científicos como el segoviano Teófilo Hernando Ortega, padre de la investigación farmacológica clínica en España, si bien, no podemos olvidar que los medicamentos, hasta el siglo XX, eran cocciones, pociones y extractos que tomaban forma de jarabes o píldoras artesanales realizadas por los boticarios cuyos instrumentos se siguen conservando en muchas farmacias históricas como la de Peñaranda de Duero (Burgos) que ha llegado a nuestros días siendo la botica del pueblo.

Será también hacia 1920 cuando se generaliza la insulina, las vitaminas, la penicilina, las sulfamidas y los rayos X y se hacen ensayos biológicos, garantizando la cura de muchas enfermedades y la mejora de otras de tipo crónico o hereditario. Hacia 1950 médicos y farmacéuticos comenzaron a realizar pruebas de seguridad alimentaria y de medicamentos naciendo la bromatología como ciencia de los alimentos y se legislaría sobre estupefacientes y sustancias nocivas.

Con la II Guerra Mundial la industria farmacéutica tuvo que plantearse la efectividad de muchos medicamentos. Las necesidades militares desarrollaron fármacos como la penicilina descubierta, una década antes, pero experimentada en masa en este periodo, fármacos antiepilépticos, otros antibióticos, antihistamínicos, esteroides, diuréticos, anestésicos o vacunas. Los peligros potenciales que podían suponer y su mal uso los limitaron a prescripciones médicas, las recetas, aunque la investigación seguirá hasta que en la década de 1970 esta industria generará su especialización superando farmacología, toxicología, farmacocinética, genética, biología molecular y biotecnología. La electrónica y los avances en informática aplicada a la medicina favorecerán tratamientos para el cáncer, genotoxicidad, antigenicidad, alteraciones metabólicas… así como paralelamente se desarrollará la ingeniería genética y sus usos clínicos.

El emblema de la farmacia es griego. La copa y la serpiente enroscada y simboliza a Hygia que realizaba las medicinas para su padre, Esculapio. Representa a una joven rodeada por una serpiente vertiendo veneno en un vaso. Con el tiempo se simplificó quedando solo la serpiente y la copa y simboliza el poder del veneno, que mata o cura.

También a lo largo de los siglos apareció el instrumental médico, punzones y agujas que se usaron para curar heridas desde tiempos prehistóricos. La trepanación es una actividad antigua y sabemos que fue efectiva, la cauterización de quistes, tumores y heridas se curaban con antisépticos y se realizaban trasplantes de piel o rinoplastias utilizando jeringas, catéteres, fórceps o bisturíes. Su desarrollo es consecuencia de la guerra que creó artículos como clips, torniquetes y ligaduras de vasos que se documentan ya en el siglo I.

Hipócrates, padre de la medicina, fundó una disciplina separada de otras convirtiéndola en profesión. El concepto de salud, enfermedad y diagnóstico evolucionaron. Grecia y Roma estudiaron diagnósticos, cuidados de pacientes y pronósticos. Esta medicina conocía la anatomía y tuvo éxito en el diagnóstico, pero no sabía qué provocaba las enfermedades. Los tratamientos no eran eficaces, pero sentaron las bases del desarrollo de la medicina. En Al-Andalus la fama de médicos árabes y judíos era tal que los reyes cristianos recurrieron a ellos y su saber no sha llegado porque escribieron tratados. La cirugía fue muy importante y avanzaron con los alimentos y la higiene. Avenzoar fue el mejor médico de su época. Maimónides escribió tratados y abrió el camino a Averroes y al oculista Al-Gafiqui, inventor de las gafas. Abu al-Qasim al-Zahrawi describió el embarazo ectópico, la operación de cataratas y la naturaleza hereditaria de la hemofilia.
Desde el siglo VII, comenzó la enseñanza sobre higiene, material operatorio y evolución del paciente. Se describe el material clínico y sus usos. Se tratan hemorragias con cauterios, taponamiento y ligaduras de heridas, llamados así hasta el siglo XVIII cuando se denominó, cicatrización, cuando se experimentó sobre suturas absorbibles de agujas e hilo. El término “bisturí” lo empleó por vez 1ª Ambroi y será en el XIX cuando lo fabricase el maestro cuchillero Gottfried Jetter, que adaptó métodos eliminando hueso o madera y sustituyéndolos por cromo, acero y plata al comprobar que evitaba infecciones. Acero inoxidable y platino son materiales usados en la actualidad y permiten esterilización con técnicas que conservaban filos y garantizan precisión. Los elementos quirúrgicos se sirven de nuevas tecnologías con instrumentos más exactos en el quirófano y en los medios de diagnóstico.

Hubo trastos curiosos como máscaras con depósito de esencias aromáticas para soportar malos olores o el tónico de Kilmer para regular el ciclo femenino cuyos principios activos son muy discutibles. Se crearon miembros para suplir las amputaciones. Iban desde estacas sujetas a los muñones hasta aparatos como manos de madera enguantadas y piernas articuladas, ojos y prótesis faciales que cubrían lesiones. La ortopedia, muletas, sillas de ruedas o camillas, solucionaba el problema de la movilidad, pero su confort dejaba mucho que desear y que no dejan de sorprender a quienes en el siglo XIX contamos con escáneres, ecógrafos, jeringuillas desechables, férulas y prótesis adaptadas… así como camas, sillas y otros materiales anatómicos, antisépticos, antiácaros… que nos libran de gran parte que a nuestros antepasados les llevaba a una muerte provocada por falta de asepsia o malos hábitos clínicos.

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