Algunos que me conocen muy bien y que son sagazmente críticos (y guasones) con lo que digo, me han planteado una especie de reto. Consiste en redactar una nota o chascarrillo, sin tocar las cuestiones de sensibilidad mediática o ideológica y a ser posible centrada en lo “personalmente más sustancial” y “humanamente emotivo”. Considerando que uno de los temas más adecuados para hilvanar ambos condicionantes podría ser el de la propia afinidad, y como de ellos, de los amigos, me cuesta más hablar que echarles de menos, voy a empezar despersonalizando para ver hasta dónde nos lleva este hilo…
No se suelen buscar intencionadamente a las personas con las que resulta fácil sentir empatía y proximidad, nada garantiza el éxito de ese camino y de inicio tampoco significa una prioridad; simplemente se encuentran. Suele suceder cuando desarrollamos ciertas relaciones que nacen en el marco de algún tipo de intención, opinión o pensamiento acorde; justo donde surgen de forma espontánea contextos confortables y verdaderos. Entonces, de manera natural, se materializa un lugar de coincidencia a pesar de las complicaciones que para ello tiene este mundo nuestro donde se potencian las grandes divergencias motivadas por las distintas ideologías, las diferencias perfiladas por los aspectos culturales y en ocasiones las propias trayectorias profesionales (recuerden que vivimos en el paraíso del etiquetado). Es en ese punto donde se consigue que coincidan todas esas circunstancias, aunque en apariencia tengan un difícil encaje. Entonces se empiezan a percibir sentimientos mucho más profundos que las barreras del desencuentro puntual y el enfrentamiento de argumentos difusos. Es ese justamente el producto de la construcción diaria de unas relaciones que evolucionan camino de propiciar un alto grado de confianza, y que una vez en el plano de lo afectivo, sintonizan una sola frecuencia; la del término verdaderamente inclusivo de “la amistad”.
Salvo la alta diplomacia de otros siglos, en las relaciones sociales y de cara a facilitar la comunicación sobre cualquier discurso, nadie se muestra nunca tan receptivo al entendimiento como los amigos. Recuerden que hablo de los mismos que manejan desde la más absoluta reserva, la información sensible que puede afectar a nivel personal y quienes intentarán sacar siempre una sonrisa para darle un poco de chanza al hecho que acongoja. Los mismos que pueden ser los mayores impulsores, a la vez los mas guasones y afortunadamente los más críticos. Aquellos que vacían la nevera sin permiso y pueden estar seguros, que cuando alguien nos rompa el corazón, también les dolerá y sentirán tanto como nosotros el primer crujido; a pesar de que previamente no habrían parado de advertírnoslo. Los que con su lucha diaria demuestran que es en los momentos en los que la existencia material del ser humano se presente más vulnerable, cuando aparecerá el verdadero ejemplo de la lucha y la determinación para seguir siempre adelante. Los mismos que se convierten en la referencia para poder entender este mundo nuestro y darle el enfoque de que cualquier desaguisado es reversible, cualquier desperfecto reparable o que sólo en la lucha “constante” está el sentido.
Pocos temas están mejor sustentados en el “refranero español” que el de la amistad. Solamente recurriré a una introducción repetida en alguno de ellos para continuar después afirmando que “quien tiene un amigo”, sabrá que junto a él se suele soñar y planear muchos de los primeros proyectos que se pretenden compartir; sobre todo los creados desde un plano de juventud y de mayor idealismo. También sabrá, que es con los amigos con quienes se suelen dar los primeros pasos y recibir el impulso para ir superando, uno tras otro, con mayor o menor acierto, los diferentes procesos iniciáticos camino de una inexorable madurez. Que después, con más recorrido y experiencia, entenderá que la fortuna o la coincidencia conceden siempre el privilegio de ir sumando almas gemelas y compañía en el transcurso de ese camino de coincidencia para esa faceta común que todos tenemos y que no es otra que la de la búsqueda inconsciente de “la afinidad”… Sonará a cursi y reiterativo, pero todo esto no es más que una consecuencia directa de explorar ese terreno emotivo que induce a magnificar y a describir un paisaje que todos deseamos ciertamente idílico…. En cualquier caso siempre merece la pena apostar por los amigos; con su lado bueno y también con sus reveses menos atractivos, sabiendo que para hablar de este último perfil habría que dedicarle más de un capítulo y sobre todo tiempo; todo el tiempo del mundo hasta que prescriban “los delitos” (no se alarmen que se trata solo de un guiño;) porque en estos tiempos de etiquetados, de riesgo de fractura social y del “voto” que viene en camino; por encima de todo, jugamos en el mismo equipo.
