Mil novecientos metros de marcialidad y ritmo acompasado entre el Arco del Triunfo y la Plaza de la Concordia, casi dos kilómetros engalanados y delimitados de banderas en ambos flancos y a lo lejos, al final de la avenida, se aprecia como inicia su marcha un grupo de hombres en formación de orden cerrado; van uniformados, elevando al unísono el brazo de su traje de faena camuflado bien arremangado; desplazando su unidad geométrica en rítmica sintonía y desfilando en solitario. Un oficial al mando, detrás, un guión con una Cruz de San Andrés bordada y una compañía del Regimiento Príncipe nº3 de la Brigada Galicia VII encabezando la parada militar, disfrutando de ese espacio de privilegio y protagonismo que les permite recibir el foco directo de la expectación generada en toda Francia… era un día de Julio y en París sonaba música militar en los Campos Elíseos.
Un año más el seguimiento dado al desfile de los actos militares y protocolarios de la celebración del día Nacional de Francia por parte de alguno de nuestros medios, vuelve a reflejar mínimamente la noticia de la participación de militares españoles. Pudimos ver al detalle y conocer los pormenores en todas las televisiones públicas, de la “secuencia 007” de un hombre que volaba; sin embargo, vimos muy poco acerca de la presencia destacada de militares españoles en París, aunque en esta ocasión estuvieran por motivos más que relevantes y circunstancias excepcionales que deberían enorgullecernos.
Estos últimos años en el día nacional de Francia, entre otros militares españoles, han desfilado los cuerpos de la Guardia Civil y de la Legión integrados en las propias formaciones de sus cuerpos homólogos y hermanos, como son la Gendarmería Nacional y la Legión Extranjera. La verdad, su presencia no nos ha resultado nunca extraña en París, o en Madrid; a la inversa. Una vez más se trata de la confirmación a día de hoy, de los vínculos y la común pertenencia a los mismos contextos políticos que sitúan a nuestras respectivas Fuerzas Armadas dentro de un marco de cooperación y de alianza. Sin embargo, la compañía de la Brilat recibía un honor y un homenaje especial este 14 de Julio; una muestra más de la deferencia del gobierno francés en agradecimiento a los militares españoles cuya intervención y enfrentamiento heroico contra elementos hostiles, evitó un ataque terrorista dispuesto a emplear una gran cantidad de explosivos contra la base militar francesa de Koulicoro en Mali, hecho que de haberse materializado, hubiese significado una masacre similar a aquellas de Beirut en 1983.
Las atenciones y reconocimientos brindados a nuestros soldados por parte de gobiernos extranjeros y aliados, seguro que habrán servido para incrementar, de manera merecidísima, la satisfacción personal en cada uno de ellos y la moral del propio colectivo armado como único premio obtenido por el desempeño de un deber excelentemente cumplido. Detalles de agradecimiento simbólico que empezaron, por ejemplo, cuando para la fecha del relevo de la Brilat del mencionado destino en el extranjero, Francia envió el avión que hace las veces de “transporte presidencial” para que fuese empleado en el desplazamiento de las tropas españolas camino de casa y del consecuente abrazo de sus familiares.
En otras ocasiones los detalles y las muestras de afecto proceden de quienes trabajan directamente a su lado. En 2010, en Afganistán, la misma noche del asesinato de dos Guardias Civiles y del intérprete civil de nacionalidad española, se procedió a arriar la bandera estadounidense que ondeaba en la base de Mazar e Sharif por orden del mando americano, sustituyéndola por la bandera española a “media asta”. Cuando los Guardias Civiles se acercaron e improvisaron una sencilla formación de honores por sus compañeros caídos, en absoluto silencio se habían ido incorporando al modesto acto de respeto y oración castrense, los marines estadounidenses y el resto de soldados holandeses, franceses y polacos junto a personal civil de la base.
Detalles como estos, reconocimientos sencillos y emotivos, no son gestos aislados; se vienen repitiendo desde que las Fuerzas Armadas españolas han sido encuadradas en operativos de ámbito internacional, incluyendo también las misiones de paz. El compañerismo, la profesionalidad y la entereza de nuestros soldados, no ha pasado nunca desapercibida para el resto de contingentes aliados de los que se ha recibido y de manera recíproca se les ha brindado, el mismo respeto y solidaridad, como de igual forma se ha hecho siempre extensivo a la población civil de cualquiera de los lugares donde nuestros militares, policías y en ocasiones civiles, se hayan visto desplegados.
Hombres y mujeres de armas orgullosos de estar representados por la bandera de todos y el resto de símbolos patrios convencidos de su honra, ya que por sí mismos han contribuido en gran parte a ella, y aún siendo ellos y sus familias los primeros amantes de la concordia y de la paz, deberíamos reconocer y tener en cuenta sin ningún tipo de complejos, su alta cualificación para la acción ¿Hay acaso una mejor garantía para la paz que estar preparados para la guerra?
