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Santiago Sanz Sanz – “Diario satírico de a bordo”

por Redacción
2 de febrero de 2020
en Opinion, Tribuna
SANTIAGO SANZ
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Puedes besar a la novia

Sin pagar, ni pedir perdón

La burbuja de Pedro Sánchez

Querido diario: Aun recuerdo cuando nos apuntamos a todo aquello que antiguamente empezó siendo una actividad de “aventureros románticos” o de “ricos desocupados”, viajar. Las democracias liberales del mundo capitalista fueron las responsables de extender y masificar el tránsito vacacional a todo tipo de destinos de la mano de la aviación comercial. Las mismas que favorecieron el que proliferase el número de viajeros adictos a los largos periplos que iban repitiendo patrones decimonónicos en busca de idealizados paisajes y exóticos destinos ¿recuerdas a Matt, el tío de los Fraggle? Pues ahí tienes una víctima más. Hasta los españoles se unieron a toda esta dinámica con el impulso proporcional que facilitaron los cambios políticos y una economía con el ritmo en positivo. Lo hicieron poco a poco, perdiendo primero “el miedo al avión” y luego “al barco”, descartando finalmente esas descabelladas ideas de blanco y negro, de hacer un puente para llegar hasta Mallorca que proponían aquellos insensatos cantando… ¡con lo bien que se llega volando!

Sabes que viajando suceden cosas. En muchas ocasiones, traduciéndolo al ámbito indivisible del espacio tiempo, con tantas idas y venidas, las eventualidades terminan pasando en los aeropuertos. Si por un lado, las rutas aéreas generan una red de conexión rápida y eficaz mundial, los aeropuertos son el hall de entrada o salida de esos mismos conectores y son de tal versatilidad, que además de estar diseñados para mantenernos dentro de un flujo constante de viajes de ocio, de negocio, de cambios de expectativas y de esperanzadores proyectos, sirven para montar una cumbre clandestina de “altos mandatarios”. También puedes echarte a dormir detrás de un banco o montar “vodeviles a la francesa”; ya sabes, comedias de enredo de esas de gente entrando y saliendo por diferentes puertas. Te cruzas con tanta gente, que no puedes descartar el hacerlo con un famoso televisivo, con algún ministro o algún mandatario extranjero con el acceso “un poquito” restringido. Claro que siempre, con todos los elementos intentando pasar desapercibidos y cuidándose de no ser descubiertos por el paparazzi de turno o que termine todo publicado en algún “medio reaccionario” que tuviese apostado algún reportero furtivo. Incluso puedes darte de bruces con un grupillo de políticos, sí, de esos de la izquierda más novedosa o encuadrados en las opciones más extremas del nacionalismo, disfrutando en Barajas del embarque exclusivo en un chárter fletado con el avión presidencial Bolivariano y con el país caribeño por destino ¿Quién puede hacerle ascos a un viaje al caribe con todos los gastos pagados y para toda la cuadrilla de amigos?

¡Volar! ¡Qué gran logro de la humanidad! A pesar de que en su ejercicio y desde mi percepción materialista histórica, he experimentado algún que otro “momento” de conflicto. Salvo en los Low Cost, que tienen un carácter mucho más democrático, en el resto de las opciones sueles ser sometido a una serie de procesos que son un cúmulo de agravios. Desde la facturación hasta el embarque, te toca estar esperando mientras la clases privilegiadas desfilan primero camino de su cómodo espacio. Hasta el mentado “pasta o pollo” de la previsible comida de la clase turista suena a rancho cuartelero o a menú de presidiario. Y qué me dicen de la ejecución de ese firme cortinazo para que el habitáculo “de primera” quede cerrado y en su intimidad, detrás de la cortina, absolutamente preservado. Con ese mismo golpe de muñeca de la sobrecargo, a más de uno en la revolución francesa le hubiesen decapitado. Es sin duda un momento de lo más delicado al pretender establecer de esa manera espacios sociales tan estancos. Vamos, que ni siquiera te dejan pasar al baño. A veces pienso, querido diario, que si te vas a quedar en este lado de la cortina, es mejor vivir en la ignorancia y no haber catado nunca el otro lado. Recuerda que hay mucho rencor social originado en el tintineo de unas copas de champán con las que en “premier” pudieran estar brindando, mientras en este otro lado, un turista alemán de 120 kilos que llevas adosado en un espacio limitado, te clava el codo intentando acomodar su maldito vaso de plástico ¿cómo terminar con tanto agravio?

De momento he pensado en seguir con mi activismo, siempre motivado y a la mínima que pueda, volver a salir volando. Eso sí, ahora tengo carnet a ver si así pillo cacho y sale la oportunidad de experimentar un buen pasaje bussines class para poder seguir argumentando y de paso, encontrar una buena sala VIP donde atrincherarme, porque querido diario, que “la verdadera lucha de clases está en el aire”, es una realidad palpable y los adeptos a la causa, bien lo saben.

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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