Aires de alta montaña soplaron en el patio de Andrés Laguna la noche del miércoles. Fue cosa de Sandra Araguas, narradora por mandato del señor Elías Mairal, el informante al que cogía cuentos y que le pidió que los contara para que no se quedasen muertos en las hojas de alguna antología. La tradición quiere pervivir y siempre se las apaña para encontrar una voz que la reviva. La voz los Pirineos oscenses ha encontrado el cuerpo de Sandra Araguas, porque ella no sólo presta la voz, lo presta todo.
La contada empezó con un pequeño juego de manos, quizás un acto de magia simpática para atraer el silencio y para conjurar a todos esos escuchadores que abarrotaban el patio y cuya fama la narradora ya conocía: funcionó. La complicidad brotó entre sonrisas y risas, pero, sobre todo, brotó cuando el público fue reconociendo las claves de la literatura popular y sus personajes arquetípicos: el hombre que asiste por casualidad a un aquelarre, la mujer sobrenatural que vive en el agua y proporciona amor y riqueza -en este caso una lamia-,las comadres que no pueden pasarse sin vino o el cura lascivo que es engañado. Todos estos personajes arrancaron risas y carcajadas, pues parecían estar allí con sus dejes y ademanes, al ritmo de léxico aragonés como chaminera (chimenea que ocupa el centro de la Casa en la Huesca rural), trajinero (arriero) o garra (pierna). Porque es difícil transmitir plenamente el folclore si no se utilizan las palabras que lo tejen y en caso de que no se comprenda el vocablo con la propia narrativa o con los gestos, pues se para, se explica y se aclara con buena nota al margen como hace Sandra Araguas.
Tal vez, al principio, Araguas pecó de trajín de más, tal vez por influencia del trajinero o más bien por efecto del lugar y el mucho público, pero, poco a poco, fue encontrando esa quietud del narrador más tradicional, posiblemente la halló del todo al sentarse para contar la leyenda de la lamia del ibon de Estanés. Esta bonica historia dio paso al momento más emotivo, tierno y hermoso: la leyenda de por qué el boto de la gaita aragonesa lleva vestido. Al discurrir de esta leyenda, además, la narradora se hizo cantora de unas coplillas que terminaron por encoger de tal modo el corazón de los escuchadores… que tuvo que compensar con dos divertidos cuentos para suavizar la tristeza que mordía el alma -por triste y por bella- y que se había derramado por la noche segoviana transformada ya en noche pirenaica.
Sandra Araguas ha cumplido con creces el mandato de Elías Mairal, no sólo recopila y difunde el acerbo tradicional oscense, sino que hace que quien la escuche se traslade a esos pequeños pueblos, a esas laderas, a esos valles y a esos tiempo, dibujando la geografía sentimental de un territorio por conocer que está a punto de ser olvidado. La folclorista llevó a los que escuchaban a acompañar a sus paisanos, a los pastores, divirtiendo al público con el ingenio y los trabajos de estos y por eso, cuando terminó su larga contada -que no se hizo larga pues se había cocinado a tempo calmo—, las caras se mostraban sorprendidas al reconocerse en un patio de la judería vieja de Segovia y no en la chaminera de los relatos de Araguas.
Hoy el Festival cambia totalmente de registro, pasamos de la geografía de la tradición a la narración como espectáculo fronterizo con otras artes, buena muestra de ello dará Juan Gamba, ya conocido en Segovia, que jugará con su gran expresividad corporal y, posiblemente, con los cómics.
