¡A ver cómo lo digo sin soltar un exabrupto! Evitaré ser visceral, aunque reconozco que la mala leche está a flor de piel; a ver si puedo. ¡San Rafael está harto! Al menos eso es lo que escucho a todos aquellos con los que hablo. Y no son pocos. Yo también lo estoy.
Me refiero al hundimiento de la calzada de la A6, el pasado día 20, en la travesía de San Rafael. Un suceso, competencia de la Dirección General de Carreteras, y que mantiene a la provincia incomunicada con Madrid por esta vía salvo que se pase por la taquilla de Abertis, entidad concesionaria. Por desgracia ya estamos asistiendo al pin pan pun administrativo en que comienzan los lanzamientos de responsabilidades competenciales y matices dialécticos e interpretativos entre las administraciones sectoriales de Carreteras y la Confederación Hidrográfica, buscando el eslabón más débil de la cadena al que colgar el sambenito; el Ayuntamiento. Lo hemos visto en otras ocasiones y los paganos solemos ser los vecinos a pesar de que nuestro Ayuntamiento no tiene competencias sectoriales.

Pero no. El hundimiento se originó —presumiblemente— por el socavamiento producido por las lluvias torrenciales y la falta de mantenimiento del firme y su cimentación bajo la que, ¡ojo! discurre el arroyo de la Yedra. Incluso es más que probable que el uso intensivo de camiones de gran tonelaje haya coadyuvado en este desastre. Dos mil camiones diarios son muchos camiones. Cabe recordar que —lo dice su propia web— corresponde a la Dirección General de Carreteras, la completa conservación de las carreteras del Estado a través de actividades de conservación ordinaria y resto de operaciones e intervenciones necesarias para garantizar la adecuada calidad del servicio público viario. Repito despacito las tres palabras: calidad, servicio y público. Pues bien; ni calidad, ni servicio, ni público. La solución adoptada —no discuto si acertada o no— pasó por el corte total y absoluto del tráfico en la travesía de San Rafael, tanto de vehículos pesados como ligeros. ¡Ya está! ¡Muerto el perro se acabó la rabia! Sin reflexionar que cualquier decisión conlleva consecuencias que en este caso no estaban previstas ¿De verdad no hay un protocolo para estos casos? ¿Estamos en el oportunismo y la ocurrencia? La primera consecuencia a la derivación del tráfico hacía la autopista ha sido el enorme caos generado por Abertis al remolonear —cuando no negarse— a subir las barreras de peaje. ¿Alguien tiene previsto qué pasa en estos casos? Por lo visto, no. Yo mismo he sido testigo de ello; sólo insistiendo en el telefonillo de la maquina cobradora, la señorita —con la que no me puedo enfadar porque es una empleada que cumple órdenes— me subió la barrera. Gracias. Los tres vehículos que entraron delante de mí pagaron. Al verlo pensé que alguien debía de estar frotándose las manos al ver el boquete y la enorme fila de vehículos. La segunda cuestión que no se evaluó es que con la medida se producía la desertización total de la actividad comercial y económica en la travesía. Vale, comprendo que la decisión, por inminente debía de tomarse sin atender a las implicaciones indirectas que pudiera generar, pero vistas sus consecuencias ¿cómo se pretende atenuar el lucro cesante del comercio afectado por la decisión del corte total de tráfico que alcanza desde el cruce de la carretera de Segovia hasta el Alto del León? ¿Y el de los transportistas? ¿Le importa a algún alto cargo todo esto que cuento? ¿Hay alguien ahí?

No lo duden, San Rafael está harto. Suma y sigue. Alguien en la Subdelegación del Gobierno, la Dirección General de Carreteras, —más arriba— en el Ministerio de Transportes y Movilidad Sostenible ¿se digna a escuchar a los vecinos de El Espinar y particularmente de San Rafael? ¿Quién está al frente de todo este caos? ¿Alguien pone plazos? Las quejas no son gratuitas y para muestra un botón. Mejor, un socavón.
Por cierto, sin alarmismos, aprovecho para decir que la travesía muestra en otros puntos de su trazado evidentes grietas. Ahora no digan que no estaban avisados. Es un buen momento para acreditar que no estamos en manos de la ineptitud, las ocurrencias y la falta de previsión ¡Qué hartazgo!
