Hay que dar un fuerte ¡Bravo! a los vecinos de Ortigosa de Pestaño, que han reaccionado de una forma muy humana y razonable al tratar de evitar el derribo de “su” viejo edificio de la primitiva y muy antigua estación del ferrocarril. Había iniciado Adif los trabajos, pero los vecinos se han opuesto, con la esperanza de que su Ayuntamiento vuelva atrás de la declaración de ruina. Por el momento hay paralización y una oportunísima oferta de un segoviano para el posible alquiler, o compra, del tan estimado edificio, que no es solo un gran recuerdo para los vecinos, sino también para los muchos segovianos que en los antiguos trenes de vapor y primeros eléctricos, “parábamos” en Ortigosa, segunda detención del tren desde la salida de nuestra capital hacia Madrid., fotografías
Pasando los años fueron desapareciendo también edificios que hoy podrían ser casi históricos, como por ejemplo las “casillas de camineros” (algunos de estos buenos hombres y sus partes escritos a lápiz con muy malas letras conocí durante unos pocos meses que trabajé junto a un ingeniero en la Jefatura de Obras Públicas) y las “ventas” en las carreteras donde se detenían los carros de transporte de viajeros para recambio de las caballerías. Son recuerdos de tiempos muy pasados que, a pesar de la edad avanzada, se tienen, aunque no se haya llegado a conocerlas. Pero sí la memoria, antiguos documentos, fotografías y periódicos nos lo hacen revivir.
El ferrocarril llegó a nuestra ciudad el 1 de junio de 1884 al abrirse el tramo Medina del Campo-Segovia, para unir a Medina con Villalba. En 1911 y 1913 el Rey Alfonso XIII pidió un “salón real”, pues visitaba con frecuencia Segovia, y entonces se pavimentó el piso del andén principal a la vez que se construían pasos subterráneos entre andenes. La marquesina fue colocada en 1926 y más recientemente se hizo la restauración de que ahora goza el histórico edificio.
Partiendo desde la restaurada estación de Segovia, todas las que siguieron tanto en la línea Segovia-Madrid como en la de Segovia-Medina del Campo, tuvieron una estructura muy semejante. Las que han tenido la suerte de sobrevivir se destinan a centros de cultura e incluso a pequeños y modestos museos.
Cabe, pues, ahora, la esperanza de que alguna corporación, incluso alguna generosa empresa o fundación (a ejemplo del ahora oferente) “se lance” a la defensa de ésta y otras estaciones para su rehabilitación. Hoy que tanto dinero se invierte en “inciertas rentabilidades”, podría aparecer de pronto.
Los recuerdos vividos por los segovianos y otros viajeros, son muchos y diría que más positivos que negativos, y contar historias sobre estas vías y estaciones serían muy bien recibidas. Ahí tenemos la iniciativa, de hace unos años, del funcionamiento del “Tren de Antonio Machado”, que acaba de finalizar su temporada anual.
El paso del antiguo ferrocarril por las diferentes estaciones constituía en muchas de ellas una fiesta. Los habitantes de la localidad respectiva solían acercarse a la estación en las horas que pasaban los trenes, y en sus estancias de vez en vez contemplaban a algún amigo que a través de la ventanilla les saludaba. También gustaba acercarse al cartero que recibía en sus manos las cartas que repartía el encargado del vagón-correo, recuerdo que me trae el de mi gran amigo Mariano Gómez de Caso, que durante años se encargó del vagón en la línea de Medina del Campo, cuando ya entonces Mariano era un notable investigador, tarea de la que ha dado muchos ejemplos a través de sus publicaciones, siendo, asimismo, uno de los más expertos conocedores de la vida y obras de Ignacio Zuloaga.
¡Ah! Y también estarán en la memoria de muchos vecinos las llegadas nocturnas a nuestra estación del “correo” de Santander, a las 12, y el expreso de Vigo, a la 1 de la madrugada. Era tradición de los buenos humoristas que según se escuchaba desde la ciudad la intensidad del silbato de ambas máquinas, se “adivinaba” si al día siguiente llovería o no.
Escribiendo sobre trenes, recuerdo que en 1970 la Renfe publicó un librito de 175 páginas titulado “El tren en la Literatura Española”. Era el autor Gaspar Gómez de la Serna, primo de Ramón, y en él seleccionaba un total de 32 textos correspondientes a otros tantos autores españoles, en una antología sobre el tren verdaderamente interesante y curiosa. La selección va desde Ramón Mesonero Romanos (1803-1882) hasta el escritor y periodista Salvador Jiménez (1922-2002). Entre los numerosos escritores recordemos a Campoamor, Alarcón, Pérez Galdós, Unamuno, Baroja, Azorín, Fernández Flórez, Rosales, Cela…
