Aprovechado la llegada de una atípica Semana Santa siempre tan señalada de días festivos para buena parte de la población, quisiera abordar con cierta dulzura la segunda acepción que hace la RAE sobre la conocida receta popular que define como borrachera o embriaguez.
En ocasiones hemos podido escuchar la expresión ‘llevar una buena torrija’ originada desde la tradición de servir esta mítica receta dulce con un chato de vino en las típicas tabernas tratando de incrementar el consumo, donde era fácil terminar por los suelos, nunca mejor dicho, con ‘una buena torrija’. Sirva también, que hay cierta diferencia entre elegirla o que te la impongan.
Hablamos de borrachera cuando se produce ese estado temporal resultado de un consumo excesivo de alcohol, y aunque pueda doler un poquito la cabeza, no viene mal una relajada distracción entre dichos y aforismos sobre la torrija.
Podríamos definir también como cogorzas insólitas esos casos en los que tenemos que acompañar en procesión a algunos clientes hasta un taxi tratando de adivinar su destino entre redobles, balbuceos y nauseas. ¿También debemos incluirlo en el servicio? ¿IVA incluido?
Cabe añadir que cada vez abundan más algunos maridajes difíciles de comprender e imposibles para un cuerpo humano adulto que solo pretende recordar la colección de copas rotas abandonadas a su sed.
Después aparece el que quiere que le sirvan tres chatos por el precio de uno cual oferta de gran superficie a la par que agita el vaso vacío gritando a ver si aparece el mismísimo Baco.
No nos es suficiente con el gran esfuerzo solemne que realizamos, que habitualmente ocurren penosos enfrentamientos y menosprecios al servicio derivados de agarrarse una buena filoxera. ¿Existe realmente algún sector en el que se confundan tantas cosas en tan poco tiempo?
Igualmente ocurre con chatos y chatas pensando que en la mesa todo vale y quien sirve pasa a ser de nuestra propiedad.
Claro, que también los hay más calmados intentando hacer Pascua antes de Ramos e involuntariamente se quedan dormidos en la mesa como si estuvieran en sus aposentos.
En otras ocasiones, no todo el daño producido por la melopea es psicológico si no también afecta lo material, como encontrarse los servicios y los w.c. destrozados tras una lucha por dos chupitos gratis.
‘Beber con moderación’ es responsabilidad exclusiva de uno mismo. Una delicada situación de coherencia en la que lamentablemente uno parece no ser nadie y pasa a optar por el bochorno etílico en el que cierta penitencia se agrava al término de la procesión cuando llega la Dolorosa.
Me temo que ‘el globo de oro’ a la mejor sobremesa aún está por llegar. Ahora bien, si bebes para olvidar, paga antes de empezar.
