La mayoría de expertos en liderazgo coinciden en que los líderes no nacen como tales, sino que se hacen así mismos en función de sus propias vivencias. Son la genética y nuestros orígenes los que marcan nuestro presente, aunque la capacidad de dirigir una cocina depende exclusivamente de una sólida formación y amplia experiencia por encima de otros factores.
La pasión es el principal combustible para el desarrollo de nuestro potencial. Por lo que, si no disfrutamos de nuestra cocina, difícilmente destacaremos. Ni nosotros, ni nuestros guisos. Otro factor es la motivación, la cual puede perderse de un día a otro por una mala noche, en cambio la pasión es incombustible por lo que perdurará en el tiempo.
Tanto la inspiración como la evolución tienen también una clara influencia como el clima y entorno, más o menos propicios para su desarrollo.
Pero para llegar al talento, nuestras habilidades deben destacar en nuestro ámbito y que los resultados reales existan, derivados de un continuo aprendizaje y una dedicación de tiempo y esfuerzo generosamente exclusiva. Vamos, que alguno ya hubiera planteado jornada de huelga antes de leer el párrafo.
Claro que, si no interesa a los demás y genera un público fiel, pocas probabilidades tenemos de ser considerados. ¿Qué diferencia la consideración del público experto a la consideración política?
Ir por detrás con la bandera de la hipocresía nunca caracterizó a ningún buen referente o líder. ¿De qué sirven los reconocimientos a título póstumo mientras exista el ninguneo en vida?
Últimamente leo que somos una ciudad exportadora de talento, nada más lejos de la realidad, cuando más bien todo el que puede se va en búsqueda de oportunidades. Porque existen los que las buscan, los que las generan y los que impiden que las busques o las generes. Y sí, cuesta mucho vivir en una población en la que cuesta reconocer y apoyar el talento. El talento está vivo, evoluciona y no se detiene.
Quizás nuestra tierra sea más fértil que otra, no entraré en comparaciones, pero algo tendrá especialmente cuando civilizaciones pasadas con muchos menos recursos que en la actualidad vieron y transformaron la fertilidad existente.
Debiéramos cuidar lo poco que tenemos y no lo dividamos por sexos, dado que el talento no entiende de géneros, si no de esfuerzo.
¿De verdad queremos frutos gratuitos sin sembrar y propiciar el mejor clima para cultivar y desarrollar las semillas del talento?
