Coincidente con el mismo año que nací, dos psicólogos, Samuel L. Gaertner y John F. Dovidio, acuñaron el término racismo aversivo para definir ese curioso racismo de quienes no se consideran racistas. Esos perfiles que acostumbran a construir sus frases con un “yo no soy racista, pero…”
El españolito medio tiende a prejuzgar los posibles orígenes del personal de un establecimiento detectados en su radar de ignorancia, pudiendo condicionar su oferta y saber hacer por con algunas afirmaciones habituales como: “está lleno de panchitos”, “ahí trabajan como chinos”, “¡cuántos rumanos”, “vaya merienda de negros”, “mucho morito me parece a mí”, “ahí no que hay mucho sudaca”, “ahí, si te descuidas te roban”…
En ningún caso quisiera mostrar el más mínimo pensamiento racista en semejante reflexión. Ya saben, a veces, lo obvio por obvio conviene recordarlo.
¿Cuántas personas de cuántas nacionalidades trabajan en los equipos de cocina y sala de los restaurantes españoles? ¿en todo el mundo? ¿y si nos tratasen igual? Pudiera considerar que ese odio irracional generalizado solo viene a mostrar las carencias de tipos sospechosos.
Si mal no recuerdo, H.B. Wells afirmó que “nuestra verdadera nacionalidad es la humanidad”. ¿Cuánto aprendemos con toda esa diversidad y riqueza cultural? ¿quién domina una simple fritura de calamares mejor que quién? ¿se podrían cuantificar tanto el conocimiento como la experiencia de esas personas?
En este mundo cambiante, he podido aprender de múltiples personas de diferentes nacionalidades que los valores no entienden de fronteras. A mi parecer, solo las grandes culturas como las grandes cocinas nacieron a partir de otros mestizajes. Curiosamente, en la antigua Grecia denominaban con el término xénos tanto al invitado como al extranjero.
Ante la bienvenida de un compañero, valga como ejemplo mi experiencia personal cuando soy extranjero, el valor de la calidad humana debe primar por encima de sus orígenes u otras cualidades, teniendo muy presente, que no en todos los momentos se precisan las mismas prioridades ni cada vez que se precisan existe toda una legión donde elegir.
¿Era o no era la vida un país extranjero? Quizás debiéramos disfrutar de una gran fritura de calamares rebozados de mayor tolerancia.
