Con esa contrastada capacidad para vadear ciénagas políticas que le confieren las que él mismo definió como «espaldas anchas», el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, sorteó ayer un día más las exigencias de la opinión pública, empeñada sin éxito en que aclare cuál es la relación actual entre ETA y el Gobierno. Sin afirmar ni desmentir de manera tajante las informaciones que dan por seguro el próximo anuncio de la banda, presuntamente consensuado con Moncloa, de nuevos pasos hacia su disolución, el también vicepresidente primero prefirió hacer una llamada a «la prudencia».
«En el fondo nada ha cambiado», añadió el alto cargo socialista en referencia al cada día más enconado debate sobre la legalización de Batasuna, porque «la palabra tregua ya no vale, puesto que quedó enterrada en la T4» del aeropuerto de Barajas, de modo que la banda tendrá que «haberlo dejado del todo».
El nuevo número dos del Ejecutivo rechazó, asimismo, la validez de la figura de los mediadores internacionales a la hora de tender puentes con los asesinos, puesto que tales esfuerzos solo tendrían sentido entre la banda y los abertzales, para «que se arreglen entre ellos». El problema que tiene Batasuna «es con ETA y no con el Estado», de modo que el diálogo debería mantenerse entre los pistoleros y los compañeros de Arnaldo Otegi para poder presentarse a las elecciones. En suma, Rubalcaba insistió en que solo hay «dos caminos» para acceder a las listas, o convencer a ETA de que abandone «definitivamente» las armas, o dejar «definitivamente» a la organización asesina.
Más allá de las palabras, el portavoz del PP en el Senado, Pío García-Escudero, prefirió reclamar acciones tangibles que demuestren que hay verdadera firmeza, y defendió la imposición a ETA y su entorno político de una «cuarentena de por lo menos cuatro años» desde que se condene de modo inequívoco la violencia para que puedan concurrir a unos comicios.
«Teniendo en cuenta que hay casi 1.000 víctimas, no basta simplemente una palabra, que sería de muy dudosa credibilidad, para que se pudiera formalizar (una candidatura)». Por ello, insistió el popular, el Gobierno debe actuar inequívocamente y disipar la «mucha desorientación y mucha preocupación» que hay en la sociedad a cuenta de «todo lo que se viene hablando» en las últimas semanas sobre el futuro de los terroristas y de sus organizaciones satélites.
Por lo que respecta al ámbito policial, la Ertzaintza detuvo ayer en la localidad vizcaína de Amorebieta a Igor Cearreta Garay, acusado de integración en organización terrorista y de participar en los ataques, sabotajes y graves incidentes que se produjeron en el pueblo guipuzcoano de Soraluce en marzo de 2005. Entonces, al término de una manifestación en protesta por el fallecimiento en Uruguay del pistolero Juan José Urrutia Pla, un grupo de encapuchados atacó con cócteles molotov a una dotación de la Policía autonómica vasca, quemaron una sucursal del BBVA e intentaron hacer lo mismo con la sede del PSE.
Resulta llamativo que Cearreta cuente con varias detenciones anteriores, ya que el 9 de mayo de 2005 fue arrestado por la Guardia Civil por colaborar con el comando Donosti tal y como confesó a raíz de su detención en Francia el entonces jefe de ETA Ibón Fernández Iradi, Susper.
Entonces solo estuvo cuatro días entre rejas antes de quedar libre bajo fianza.
También ayer, las autoridades de Portugal entregaron a la etarra Irache Yáñez, arrestada el 9 de enero cuando trasladaba explosivos al país vecino. En concreto, hacía las funciones de lanzadera en un turismo que abría camino a su compañero Garikoitz García, -entregado también a Madrid en julio-, quien conducía una furgoneta que fue interceptada por la Guardia Civil en la localidad zamorana de Bermillo de Sayago.
Los terroristas lograron zafarse de ese control y se dieron a la fuga hasta que fueron arrestados ya en territorio portugués horas después. Su objetivo era trasladar abundante material a la base logística que la banda había instalado en una casa de Obidos al norte de Lisboa y que fue localizada y desarticulada semanas después.
