Uno de los mayores iconos de la historia del madridismo, José Antonio Camacho, dictó sentencia: «Para que un canterano dé el salto al primer equipo, no tiene que llamar a la puerta… tiene que romperla». Una breve reflexión que condensaba y sigue condensando una realidad: llegar a la élite desde las categorías interiores en un club de tanta exigencia y tantos millones dispuestos a comerciar por los mejores futbolistas del planeta está una micra por debajo de imposible… Pero esta semana, hace 30 años, una quinta irrepetible de futbolistas dio el gran salto, quizás el más numeroso y fértil en la historia moderna del mejor club de todos los tiempos.
El periodista Julio César Iglesias bautizó el hito desde las líneas de El País en noviembre de 1983 con un artículo titulado Amancio y la Quinta del Buitre. De la mano de un finísimo delantero centro que dio nombre al invento, Emilio Butragueño, el filial del Real Madrid congregaba a casi 60.000 personas en el Santiago Bernabéu cada fin de semana. Fue campeón de Segunda División con una suficiencia inusitada, y la maravilla del fútbol de cinco de sus integrantes facilitó su llegada a la cima. El propio Butragueño, Míchel, Sanchís, Pardeza y Martín Vázquez rompieron la puerta en mil pedazos. No fueron una excusa, el guiño puntual y esporádico de los tiempos modernos; fueron una realidad que reportó al Real Madrid cinco títulos de Liga y dos Copas de la UEFA entre 1985 y 1990.
Fue Alfredo Di Stefano quien escuchó el ruido y decidió darles la oportunidad. Martín Vázquez y Sanchís fueron los primeros: un inolvidable 4 de diciembre de 1983 en el que Sanchís llegó a anotar un gol. Pardeza fue el siguiente apenas dos semanas después: un 31 de diciembre ante el Espanyol. Emilio Butragueño aún tuvo que esperar un poco más (no era fácil hacerse un hueco en una delantera que capitaneaban Santillana y Hugo Sánchez), pero irrumpió a lo grande: el 5 de febrero de 1984, el Real Madrid perdía por 2-0 ante el Cádiz… y la entrada del Buitre al campo (anotó dos goles) supuso la remontada blanca. Míchel (que ya había debutado en el primer equipo por casualidad -debido a la huelga de futbolistas de 1982- hacía dos años) jugó toda la temporada en el Castilla, pero ya fue titular en la banda derecha desde la primera jornada de la 84/85.
Otra voz más que cualificada del madridismo (y del fútbol mundial), la de Vicente del Bosque, guarda un lugar privilegiado en la memoria para recordar aquel salto de los cinco chicos del filial: «Cuando los vi jugar, supe que mis días en el equipo estaban contados».
Aunque Pardeza salió pronto (fichó por el Zaragoza en 1987), los otros cuatro quintos fueron protagonistas de algunas de las imágenes de leyenda en la prolífica historia del Santiago Bernabéu: las remontadas salvajes ante el Rijeka, Inter de Milán, Borussia Moenchengladbach o Anderlecht, la del histórico récord de los 107 goles (ir a Chamartín era casi sinónimo de salir con una goleada de escándalo en la mochila)… A esta generación, que avasalló en el campeonato doméstico durante un lustro, solo le faltó la Copa de Europa. En un formato más complicado (eliminatorias directas y sorteo puro desde el principio de la competición) que el actual, PSV Eindhoven, Bayern de Múnich y Milan se cruzaron en el camino de un grupo de jugadores que, pese a la ausencia de un gran título, son leyenda 30 años después.