Los políticos estadounidenses son conscientes de que las minorías étnicas ya no lo son tanto y que su voto se puede convertir en esencial en unas elecciones. Por ello, primero fue el candidato demócrata a los comicios de noviembre, Barack Obama, quien se volcó en los hispanos, prometiéndoles trabajo y una residencia fija en la tierra prometida. Ahora, Mitt Romney hace lo propio y pretende ganar el apoyo de una comunidad que se ha mostrado ya desencantada con el que ayer fue nombrado aspirante republicano a la Presidencia de EEUU.
Con nuevos mensajes radiofónicos en español, grabados ni más ni menos que por su hijo Craig, el líder conservador no está dispuesto a tirar la toalla y casi a diario concede ruedas de prensa latinas o dedica un mayor espacio a altos delegados y figuras sudamericanas del partido.
Las previsiones son poco alentadoras. La mayoría de las encuestas demuestran desde hace meses que este colectivo se decanta con una diferencia de 35 puntos a favor de Obama. Eso sí, cabe un mínimo consuelo: los sondeos también indican que el entusiasmo de la comunidad hacia el presidente ha decrecido significativamente, por lo que existe una posibilidad de que muchos votantes hispanos decidan quedarse en casa el próximo 6 de noviembre. Un dato que perjudicaría notablemente a los progresistas y, en cambio, daría un importante empujón a los republicanos.
Pese a todo, la estrategia por captar el respaldo latino sigue en pie y con más fuerza. Está basada en centrarse en el mensaje económico, principalmente porque el desempleo en la comunidad sudamericana ronda el 11 por ciento, frente al 8,3 por ciento nacional.
Pero, antes de nada, Romney deberá hacer frente al que muchos consideran que es su mayor obstáculo: él mismo. El principal problema de este político multimillonario y mormón -una religión que aún despierta muchas suspicacias entre unos republicanos mayoritariamente evangélicos- ha sido, según los expertos, su incapacidad para conectar con la «gente común» y su base electoral.
La tarea más importante durante esta campaña será la de humanizar al exgobernador. Una labor que se ha encomendado a su esposa, Ann, que ha compartido con él más de cuatro décadas y que intentará, durante estos meses en los que acompañará a su marido, aportar el toque «familiar» que pueda despertar más simpatías entre sus potenciales votantes.
Previsiblemente, no será hasta mañana cuando el conservador dé su primer discurso como postulante oficial a la Casa Blanca. Hasta entonces, deberá preparar sus palabras para captar los apoyos, no solo de los republicanos, sino también del cada vez más amplio sector demócrata desencantado con Obama.
