El artículo 2 de Nuestra Carta Magna establece que: “la Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas”.
Después de los resultados de las elecciones vascas y gallegas podemos manifestar que los partidos nacionalistas han crecido exponencialmente frente a los partidos nacionales, y lo digo también por Galicia, porque Feijóo es una nacionalista más y que se enmarca dentro del nacionalismo excluyente e identitario. La vieja política ha adoptado sus ideas y sus convicciones a los resultados electorales, por encima incluso de los intereses nacionales, es necesario mantener las estructuras para sobrevivir y salvaguardar el interés particular frente al común.
La situación en España es especialmente preocupante. En primer lugar, porque una parte demasiado importante de la izquierda española ha decidido abrazar el nacionalismo periférico con el único objetivo de mantener el poder, aún a riesgo de deteriorar nuestras instituciones democráticas de manera irreversible.
Y por otro lado, una parte de la derecha, también se ha dejado abrazar por el nacionalismo periférico, equivocándose gravemente en la terapia, contraponiendo a ese nacionalismo periférico otro de tipo español y copiando los métodos: se reconoce rápido a un nacionalista de cualquier lugar porque todo el que no le da la razón es un cobarde, un traidor a la patria, al que hay que señalar y estigmatizar.
En palabras nada más y nada menos que de Juan Pablo II, sobre el patriotismo frente al nacionalismo, esto opinaba en el año 1995 en un discurso a las Naciones Unidas en Nueva York: “En este contexto es necesario aclarar la divergencia esencial entre una forma peligrosa de nacionalismo, que predica el desprecio por las otras naciones o culturas, y el patriotismo, que es, en cambio, el justo amor por el propio país de origen.
Un verdadero patriotismo nunca trata de promover el bien de la propia nación en perjuicio de otras. En efecto, esto terminaría por acarrear daño también a la propia nación, produciendo efectos perniciosos tanto para el agresor como para la víctima. El nacionalismo, especialmente en sus expresiones más radicales, se opone por tanto al verdadero patriotismo, y hoy debemos empeñarnos en hacer que el nacionalismo exacerbado no continúe proponiendo con formas nuevas las aberraciones del totalitarismo”.
España no es una yuxtaposición de regiones o de supuestas nacionalidades, sino que éstas son la expresión y configuración del alma rica de la nación española. Porque con nacionalidades y estatutos de autonomía, no puede aplicarse el principio de solidaridad como lo demuestra el estado actual autonómico, por eso entre otras cosas VOX está contra del Estado autonómico y apuesta por un Estado de Derecho unitario que promueva la igualdad y la solidaridad en vez de los privilegios y la división. España y su unidad peligra por una mala praxis, aceptada y permitida por el bipartidismo que ha generado división y alimentado el nacionalismo frente al patriotismo.
En Vox seguimos creyendo en la nación de ciudadanos libres e iguales y no podemos rendirnos. Nos contemplan los mejores 40 años de la historia de España, los de nuestra Constitución de 1978, que se rige precisamente por la idea de nación que defendemos.
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(*) Diputado de VOX por Segovia.
