A pesar de que ha perdido el control de la capital del país y de más del 90 por ciento del territorio nacional, el coronel libio Muamar el Gadafi se mostró ayer dispuesto a seguir plantando cara a las fuerzas rebeldes. «Victoria o muerte» declaró a una radio local después de que los insurgentes tomaran su residencia cuartel en el barrio tripolitano de Bab Al Aziziya, un símbolo del régimen que el dictador forjó a su imagen y semejanza.
Aunque no tiene los medios de información estatales a su alcance, el huido dirigente logró contactar con una emisora de la capital y con un canal sirio para instar una vez más a sus seguidores a continuar la lucha. Así, tras incidir en que resistirá «hasta la muerte» y no abandonará el país, aseguró que «la misión de los habitantes de Trípoli es purgar su ciudad» de insurgentes, a los que calificó, como es habitual, de ratas y de trabajadores a sueldo de los colonizadores.
«Los jóvenes de Tayura, Suk el Yuma y los comités revolucionarios, todos deben luchar contra los traidores, es su deber», insistió.
Asimismo, el líder libio quiso restar importancia a la pérdida del complejo militar de Bab al Aziziya asegurando que se debió a un «movimiento táctico» y que después de los bombardeos de la OTAN, el palacio carecía de importancia para él.
Sus palabras, entrecortadas y en algunos momentos interrumpidas por el ruido de aviones, parece que surtieron efecto, al menos momentáneo, en las tropas que aún se mantienen fieles a quien fuera líder del país durante cuatro décadas.
Tras sus dos intervenciones, al menos 70 proyectiles fueron lanzados por brigadas gadafistas contra objetivos insurgentes en la capital y en distintas zonas del sur de Trípoli continúan latentes varios focos de resistencia.
Y es que esa parte de la ciudad es a la que quieren llegar los opositores, que consideran que el coronel podría estar escondido en algún búnker en la zona. Una intuición que aumentó después de que los leales al régimen decidieran hacer un fuerte en ese sector.
Además, el avance rebelde en el este del país, que se había acelerado tras la caída de la capital, fue frenado por fuerzas leales al coronel a la entrada de Ben Yawad, 160 kilómetros al este de Sirte, ciudad natal de Gadafi. «Avanzamos hasta que fuimos detenidos en las puertas de Ben Yawad. Sus seguidores (de Gadafi) se encuentran entre las familias y estamos tratando de evitar bajas», afirmó el portavoz del ejército rebelde Ahmad Bani. Como parte de esta reacción o contraataque tras la pérdida de la principal ciudad del país, las fuerzas del coronel lanzaron varios misiles desde Sirte contra la localidad rebelde de Misrata, a 250 kilómetros al oeste de la localidad. Sin embargo, para los rebeldes la resistencia de esta última localidad no es lo que parece.
De este modo, representantes civiles y tribales de la localidad que vio nacer al dirigente han entablado contactos para una rendición negociada.
Por otro lado, miles de libios atravesaron la frontera tunecina en sus diferentes pasos para dirigirse a Trípoli, donde esperan presenciar el final del régimen.
Cientos de vehículos en un lamentable estado y cargados con aprovisionamientos y ciudadanos que habían huido de la represión del coronel viajan a través del desierto en una lenta caravana.
