La Navidad es la fiesta más popular, arraigada y alegre en cualquier lugar de la tierra. Tan entrañable, que tanto crédulos como incrédulos lo celebran con igual alegría. Nos brinda una oportunidad de oro para escapar por un instante de la tensión y experimentar un poco de paz.
El nacimiento de Jesús en un establo es, sin duda, una de las imágenes más poderosas de nuestra tradición cristiana. Jesús, en lugar de llegar al mundo en el esplendor de un palacio real, nace en la humildad del pesebre, rodeado de animales y con pocos testigos.
La llegada de Dios a la humanidad no se da en la grandeza de un imperio, sino en lo humilde, en lo vulnerable y pequeño, desafiando la idea de que lo grande y lo poderoso son los únicos lugares donde puede encontrarse un sentido verdaderamente profundo.
En un mundo banal que celebra siempre lo pomposo, la navidad nos recuerda que lo más importante, a menudo, se encuentra en lo más pequeño, en lo más sencillo, en aquello que pasa desapercibido. Esta imagen de un niño recién nacido, se convierte merecidamente en un acto revolucionario.
Celebrar el nacimiento de Jesús no es sólo recordar un acontecimiento histórico, es una ocasión para revisar nuestra propia existencia y preguntarnos qué aspectos de nuestra vida necesitan ser renovados, qué creencias o actitudes pueden ser transformadas. Nos recuerda que siempre hay una oportunidad para empezar de nuevo, para vivir más auténticamente. No importa, realmente, cuántos fracasos o limitaciones nos acompañen, la Navidad nos invita a liberarnos de los lastres del pasado y a proyectarnos hacia el futuro con la misma esperanza con la que un niño llega al mundo.
De esta forma, la Navidad no es sólo celebrar el nacimiento de un niño, también nuestro propio renacer. Nos invita a reconocer que en los momentos más sencillos y vulnerables de la vida se encuentra el núcleo fundamental de la transformación. Esta renovación es la que podemos buscar cada año en la Navidad, no sólo un cambio superficial de imagen o de camisas y vestidos floreados para la cena de nochebuena, sino una transformación interna de nuestros valores y nuestras prioridades. Nos brinda la oportunidad de empezar nuevamente, de reconfigurar nuestra existencia y, tal vez, de encontrar un significado más profundo en lo que hacemos y en cómo nos relacionamos con los demás.
La Navidad también nos anima a reconocer que, a pesar de las dificultades que a menudo encontramos en nuestro camino, siempre hay espacio para la esperanza y la conversión. En definitiva, nos desafía a no quedarnos atrapados en las estructuras pasadas, sino a abrazar la posibilidad de un futuro lleno de esperanza.
Hace muchos años, Dios envió al arcángel Gabriel para anunciar a María que iba a ser la madre del hijo de Dios, y que le pondría por nombre Jesús. Y en un establo donde dormían los animales, entre una mula y un buey, nació Jesús para la alegría de todos. Desde ese momento, hace 2025 años, cada 25 de diciembre festejamos la Navidad para celebrar su nacimiento.
Les invito a cerrar por un momento los ojos, y volver a esas navidades de cuando era niño. ¿Recuerda ese momento de poner el Belén en familia? Todos colocando el musgo, las figuras, las luces… ¡Cuántos recuerdos entrañables! Y es que el belén es una bonita tradición que sigue muy presente en nuestras familias. Frente a aquellos que quieren vendernos unas fiestas dedicadas al consumo y la superficialidad, el belén nos recuerda lo esencial: Cristo ha venido a salvarnos. El belén nos invita a detenerse, a posar los ojos en los pequeños detalles y mirar con calma. Por eso, los animo a preparar su belén con cariño y esmero.
En una sociedad cada vez más preocupada en el progreso material y en una idea superficial del éxito, la Navidad nos da una nueva oportunidad de desconectarnos de las influencias del mundo y volver a lo esencial. Más allá de ser una celebración familiar o entre amigos, nos brinda un tiempo para la remodelación personal mediante una invitación a la reflexión espiritual para volver a nacer, a empezar de nuevo, a encontrar en nosotros mismos la capacidad de transformar nuestra vida.
¡Feliz Navidad!
