Me cuentan cientos de historias estos días sobre la soledad de los contagiados por la variante ómicron. No diferente a la misma soledad que muchas familias sufrieron al inicio de la pandemia.
En primer lugar, debemos recordar la negativa del Gobierno social-comunista recién constituido en España, a reconocer un virus que ya había estallado allá por el mes de enero en la ciudad China de Wuhan. Recordar aquellas palabras de Fernando Simón: “España no va a tener más allá de algún caso diagnosticado”, y nos estalló encima por una gestión negligente del Gobierno social-comunista, que antepuso su agenda ideológica con la celebración del 8M mintiendo a todos los españoles, provocando miles de muertes y la ruina para miles de familias, autónomos y empresarios. Resultado: España mayor cifra de muertos en Europa por miles de habitantes y mayor impacto en la economía.
No estábamos preparados, y provincias como Segovia destaparon la debilidad de un sistema sanitario deficiente, sin medios y donde mucha gente murió sola en su casa, además de no poder despedirse de sus familiares más cercanos.
¿Dónde están las dimisiones? Se ocultó la verdad, la gente murió y se cercenaron derechos y libertades fundamentales
Una situación que puso en jaque a España y mostró las debilidades de un Gobierno que no supo reaccionar ante una pandemia declarada a nivel mundial, pero que sobre todo, debe asumir la responsabilidad por una gestión negligente donde cada muerte esconde una familia destrozada por la pérdida de un ser querido. ¿Dónde están las dimisiones? Se ocultó la verdad, la gente murió y se cercenaron derechos y libertades fundamentales.
Pero llegó la vacuna, y el índice de vacunación en España era superior que al resto de países europeos, así como la incidencia que estaba también por debajo del resto de países europeos, y allá por el 10 de noviembre el pitoniso Sánchez manifestaba que “estas Navidades van a ser mejor que las pasadas”. Y como si de un gafe se tratara, llega a España la variante ómicron y dispara todas las alarmas en cuanto al boom de contagios, tanto vacunados (la mayoría) como de no vacunados.
Y de nuevo, irrumpe la soledad del enfermo por un virus que te aisla, es más, padeces la indiferencia, como si de un apestado o leproso se tratara. Váyase a casa, tome paracetamol si hay fiebre o dolor, beba mucho líquido y si se encuentra peor vuelva a Urgencias. Ni auscultación, ni examen médico previo, ni historial, y desde dos metros de distancia te envían a casa, palmada en la espalda y mucho ánimo. Cierto es, que gracias a Dios esta variante parece menos dañina que las anteriores, y la mayoría pasa la enfermedad de forma más leve que al principio de la pandemia. Después de los diez días preceptivos vuelve uno al médico de cabecera para hacer seguimiento sobre la infección del dichoso virus, y lo que te dicen es que no hay seguimiento, ni análisis, ni nada que se le parezca. No hay tratamiento posterior al virus, y si te ocurre algo después, vaya usted a saber porque fue.
Seguimos sin derivar responsabilidades sobre las muertes de muchísimos compatriotas que murieron en soledad
Seguimos sin derivar responsabilidades sobre las muertes de muchísimos compatriotas que murieron en soledad, que cuando llegaron al hospital ya era demasiado tarde, porque no se les hizo seguimiento, porque el miedo y la negligencia fueron, siguen y son el ADN de un Gobierno incapaz de dar respuesta eficaz a un virus que sigue llevándose miles de vidas.
Como decía Aznar antes de ser presidente: “Váyase Señor González”. En la misma línea le pido al 2022, “Váyase Señor Sánchez y no vuelva nunca más”. Y por favor no abra la boca, que cada vez que lo hace sube el pan.
(*) Diputado de Vox por Segovia.
