Cuando un general desfilaba victorioso por Roma después de una batalla, la Administración le ponía un funcionario que le acompañaba dos pasos atrás diciendo: “Recuerda que eres mortal”. Lo repetía sin pasión, como las cosas inevitables, para darle al líder la bajona eterna ante el subidón del éxito efímero. El éxito es muy de poner a la gente en su sitio y olvida ponerse en su lugar. Trataban de evitar que el militar o emperador se deslizara a la soberbia y la usara contra el sentido común, contra esa concepción intuitiva, sana e inocente de la multitud y de la realidad que lo aplaudía.
Ayuso, en pleno ataque de inmortalidad, ha decidido poner un chiringuito a Cantó para defender al español. En contra del sentido común, del signo de los tiempos, del Instituto Cervantes y de su propia ideología basada en la ausencia de ideología. Escribía Borges “Yo, que tantos hombres he sido”, que quiere decir que si el Toni Cantó del pasado viera esta decisión, la denunciaría como un ‘enchufazo’ y un gasto superfluo. La Ayuso del pasado diría que en Madrid cada uno habla lo que quiere y presumiría que el español es tan fuerte que no necesita politizarse como otros idiomas en otras autonomías.
Ayuso barrió a Iglesias porque era más fiable y menos intensa. Se le entendía. Porque parecía que creía en lo que decía. Mientras Iglesias criticó a los poderosos de torre de marfil o de palacios aislados de la gente desde los azulejos de Vallecas, se le entendió; pero cuando lo hizo desde la piscina riñón de la sierra y el coche blindado, su mensaje se llenó de ruido. Ayuso ganó desde un piso. Para vivir no quiero islas, palacios, torres. Qué alegría más alta vivir en los pronombres.
Un político es ante todo un ser moral, luego un gestor y un ideólogo, dependiendo del gusto, pero primero es moralidad
Ya no hace falta que un esclavo dé la turra con la mortalidad, pero conviene tener un asesor que recuerde la moralidad. Un político es ante todo un ser moral, luego un gestor y un ideólogo, dependiendo del gusto, pero primero es moralidad. Se acabaron los tiempos de pedir a la gente hacer lo que se dice y no lo que se hace. Si no vives como piensas acabarás pensando como vives.
Ayuso comete su primer gran error no forzado y gasta así su crédito de moralidad. Sus fieles echan balones fuera y ponen el ventilador. Además, la promiscuidad liberal de Cantó no presagia una relación estable. Los chiringuitos son destierros que dan poco trabajo, pero mucho tiempo para preparar venganzas. Cuando Roma paga traidores, aunque sean de partidos ajenos, aunque sea para quitárselos de en medio, nunca reciben de vuelta agradecimiento y lealtad. Qué el PP pregunte a Abascal si no se lo creen, pero por favor, que no pregunten después por las causas de la desafección ciudadana hacia la política. Por el hartazgo del “y tú más”, por la falta de credibilidad, por los partidos que no afloran el talento nuevo. Mentían un poco entonces y un poco ahora. Y el sentido común se aleja. La sociedad está llena de buena gente que practica la moralidad, pero que no la predica porque en la política hay gente que la predica sin practicarla.
Defender el carguito ahora diciendo que es poco dinero, que en Cataluña no se puede actuar en castellano, que a la izquierda le molesta el idioma español, son recursos dramáticos, en su amplio sentido. La política también es teatro, pero si solo es teatro ensucia el noble oficio de lo público. La mejor defensa del castellano que podrían hacer Cantó y Ayuso es releer a Machado: ¿Dijiste media verdad? Dirán que mientes dos veces si dices la otra mitad.
