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Recordando al tío Florencio, el dulzainero centenario

por Elena de Frutos Manrique
3 de agosto de 2025
en Segovia
El dulzainero Jerónimo de Frutos Martín, “el Toñero”, actuando en la fiesta de la Virgen del Pilar de Navares de Enmedio a principios de los 80. Foto: cedida por Marino de Frutos Pulido.

El dulzainero Jerónimo de Frutos Martín, “el Toñero”, actuando en la fiesta de la Virgen del Pilar de Navares de Enmedio a principios de los 80. Foto: cedida por Marino de Frutos Pulido.

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En estas fechas me viene al recuerdo un hombre entrañable, menudo de estatura y complexión pero grande de corazón. Desde la década de los 80 tuve conocimiento de su existencia, más que nada porque fue quizá, de todos los dulzaineros de Navares de Enmedio que emergieron en el siglo XX, el más reconocido. A ello contribuyó, sin duda, que colaborase con nuestro querido Nuevo Mester de Juglaría un 30 de marzo de 1975 aportando una jotilla que compuso él mismo y que años después se haría muy popular, la “Jota con pito” que el ya entonces célebre grupo segoviano grabó en su disco de 1979 con el título de Diez años de canción tradicional. Nos referimos a Florencio Pulido Moreno, más conocido por sus paisanos y en el mundillo de la dulzaina por el tío Florencio.

Corría el invierno de 1905 cuando, el mismísimo día de San Valentín, vino al mundo el pequeño Florencio en el seno de una humilde familia campesina. Sus padres, Santos Pulido y Baltasara Moreno, eran también de Navares de Enmedio. A muy temprana edad, a los 9 o 10 años, ya comenzó a hacer sonar un pito de caña vegetal que él mismo se fabricó; por aquel entonces algo bastante común entre los muchachos que compartían tales inquietudes musicales. Tal como me confesó la única vez que tuve ocasión de entrevistarme con él -cuando contaba ya con un siglo de vida-, la afición por la música le vino a través de unos parientes suyos dulzaineros y conocidos en la zona como “los Zapaterillos”, del pueblo de Carabias. Su hija Adela también nos recordó que solía nombrar a menudo a “los Bonifas” de Navares, la cuadrilla que por esas primeras décadas del siglo pasado causaban furor en las fiestas del pueblo y por toda la Comunidad de Villa y Tierra de Sepúlveda. Partiendo de los datos facilitados por Alberto Martín Calleja, actual dulzainero de Navares de Enmedio, sabemos que aquel grupo estaba formado por Bonifacio Moreno “Bonifas”, su hermano Hermenegildo “tío Merejes” -ambos como dulzaineros- y Félix “Catula”, que les acompañaba con el redoblante.

El tío Florencio en Navares de Ayuso, con el asado y acompañado de dos de sus nietos. Aprox. 1974. Foto: cedida por Adela Pulido García.
El tío Florencio en Navares de Ayuso, con el asado y acompañado de dos de sus nietos. Aprox. 1974. Foto: cedida por Adela Pulido García.

Hacia 1920, contando unos 15 años de edad, el joven Florencio se marchó a Segovia para aprender el oficio de zapatero remendón. Allí permaneció año y medio y, de regreso a su pueblo natal, comenzó a tocar la dulzaina de forma autodidacta y a recibir clases de música del entonces sacristán de Navares de Enmedio, Paulino Lobo. Esto le permitiría más adelante ejercer él mismo de sacristán y tocar el órgano en la iglesia de Navares de Ayuso, el pueblo vecino al que se trasladó en 1937 para residir con su familia. Cabe decir que a estos dos Navares no los separan ni dos kilómetros de distancia, por lo que la relación entre ambos pueblos fue siempre muy estrecha.

Fruto de su matrimonio con Cecilia García Bartolomé, celebrado el 21 de octubre de 1931, nacerían cinco hijas: Felipa, Isabel, Mª Concepción, Lina y Adela. Pues bien, de todas ellas, a la mayor, Felipa Pulido García (Navares de Enmedio,1932-Madrid,1996) le inculcó su amor por la música y le enseñó a tocar la caja para que le acompañara por los pueblos del entorno cuando la chica contaba con 14 o 15 años, pero tal como nos indicó Marino de Frutos Pulido -sobrino de Florencio y antiguo caja y compañero suyo de Navares de Enmedio-, “solo llegó a tocar un año o dos con su padre porque entonces no estaba bien visto que una mujer saliera a tocar y, como la gente criticó aquello, lo tuvo que dejar”. En la actualidad esto nos parecería totalmente inadmisible y una discriminación en toda regla, pero hay que imaginarse el contexto sociocultural de la España de los 40 y, en particular, de este territorio de la Castilla rural apegado a los cánones más tradicionales. No me cabe la menor duda de que el tío Florencio tuvo la mejor de las intenciones, sin ánimo alguno de transgredir las rígidas convenciones sociales de la época. Además, me atrevo a afirmar que Felipa poseía las cualidades necesarias y cumplía muy dignamente haciendo sonar su antañona caja, como así lo demostró en el homenaje que se le tributó a su padre el 5 de julio de 1991 en el marco del festival Folk Segovia junto a otros dos veteranos y destacados dulzaineros segovianos: Mariano Contreras “el Obispo” (Santiuste de Pedraza, 1903-Segovia, 1994) y Facundo Blanco Herrero (El Cubillo, 1909- El Cubillo, 1998).

Jerónimo “el Toñero” y Antonio “el Ratilla” animando las jotas en su pueblo a finales de los 70. Foto: cedida por Marino de Frutos Pulido.
Jerónimo “el Toñero” y Antonio “el Ratilla” animando las jotas en su pueblo a finales de los 70. Foto: cedida por Marino de Frutos Pulido.

Sin salir de la zona nordeste de la provincia y al menos que tengamos constancia, hace unos años pude descubrir y documentar un caso similar al de Felipa Pulido en la localidad de Madriguera -actual pedanía de Riaza-, cuando el gaitero local Mateo Villas Sanz (1883-1968) se hizo acompañar al tambor en los años previos a la Guerra Civil por su propia hija Esperanza Villas Robledo (Madriguera, 1914-Torrejón de Ardoz, 1983), teniendo que abandonar esta toda actividad musical una vez que contrajo matrimonio en 1940.

Según Marino de Frutos Pulido (Navares de Enmedio, 1934), quien más acompañó a Florencio con la dulzaina en el duro bregar por los pueblos desde los años 30 a los 60 fue Jerónimo de Frutos Martín “el Toñero” (Navares de Enmedio, 1903-Madrid, 1990). Se da la circunstancia de que Marino es hijo de este último gaitero y sobrino, como antes apuntamos, de Florencio. De modo que desde los 12 a los 24 años los estuvo acompañando también con la caja o “la tambora” -tal como nos refirió- hasta que se marchó a trabajar a París en 1961, quedándose a partir de entonces un hermano de Florencio, Antonio “el Ratilla”, de acompañante habitual con la caja. Otros tamboriteros de Navares del pasado siglo fueron: Antonio de Frutos -hermano de Jerónimo-, Felipe de Frutos “Felipón”-sobrino de Jerónimo-, Jesús de Frutos “Rin rín”-que solía tocar también con el tío Florencio-, Dionisio “el Ninche” y Rufino Moreno, hermano del también gaitero local Avelino “el Chafao”. Todos ellos compaginaron sus labores agrícolas con las andanzas musicales por la comarca.

Los músicos participantes en el homenaje que le brindó Navares de Ayuso al tío Florencio en 2005. Sentados junto al homenajeado, Alberto Martín Calleja (izda.) y “Juanito de la Fresneda” (dcha.) Foto: archivo de Elena de Frutos.
Los músicos participantes en el homenaje que le brindó Navares de Ayuso al tío Florencio en 2005. Sentados junto al homenajeado, Alberto Martín Calleja (izda.) y “Juanito de la Fresneda” (dcha.) Foto: archivo de Elena de Frutos.

Entre los numerosos pueblos a los que acudían a poner música los dulzaineros de Navares se encontraba la Fresneda de Sepúlveda, dentro del término municipal de Sotillo. Hoy día es un despoblado, pero hacia mediados de los 60 aún contaba con unos 60 habitantes, entre los cuales se encontraba un joven llamado Juan del Val Sanz. “Juanito de la Fresneda”, como se le ha conocido después dentro del mundillo de la dulzaina, mostró desde niño un interés inusitado por la música de la tierra. Y tanto le gustó que su padre terminó comprándole la dulzaina del tío Florencio por 1500 pesetas en el año 1966, pues ya por entonces el dulzainero y sacristán de Navares se vio obligado a dejar de actuar por los pueblos para atender sus requerimientos familiares. Aquella vieja dulzaina del tío Florencio -del taller de Sotillo de la Ribera-, la estuvo usando Juanito durante 22 años y, tras adquirir una nueva al constructor Lorenzo Sancho, se la devolvió agradecido a su antiguo dueño. Esto lo ha recordado Juanito en las diferentes entrevistas que le han hecho, como así lo hizo en el cariñoso homenaje que le tributó el pueblo de Navares de Ayuso a Florencio Pulido el 13 de agosto de 2005 -con motivo de su centenario- y en el que tuve la suerte de participar y tomar parte activa en la organización del encuentro de dulzaineros que se proyectó en su honor y ante su presencia. Aunque en ese momento se hallaba dependiente y bajo los cuidados de la residencia de Navares de Enmedio, aún vivió hasta el 27 de febrero de 2006, celebrando su 101 cumpleaños.

Por su trayectoria vital y el cariño que despertó entre sus paisanos, el Ayuntamiento de Navares de Ayuso quiso perpetuar su memoria dedicándole en 2009 la travesía donde residió la mayor parte de su vida, figurando desde entonces como calle del Tío Florencio.

Solo me queda agradecer la hospitalidad y aportaciones de sus familiares, que me facilitaron sin la menor dilación cuantos datos y documentos creí de interés para exponer esta breve semblanza.

Florencio Pulido junto a su hija Felipa, hacia 1978-80. Foto: cedida por Ricardo López Pulido.
Florencio Pulido junto a su hija Felipa, hacia 1978-80. Foto: cedida por Ricardo López Pulido.
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