Han pasado cinco años desde la pérdida de Víctor Barrio y nadie sabe los días que son esos años en el pozo del dolor de los familiares. Una anestesia local de tristeza, que solo ellos cargan en sus espaldas en primera persona. Es el tiempo el que, pese a no poder cerrar la hemorragia de la tristeza, va poniendo en el camino otra vida que vivir, aunque no sea la misma. Eso y el marco de fotos en la que el torero de Grajera no cesa de sonreír. Muecas de alegría que dan sentido a esa nueva-otra vida.
En ese punto se encuentra Raquel Sanz (Sepúlveda, 1984), viuda del diestro segoviano, que habla con la valentía y la sinceridad que siempre lleva consigo. Unas alas que sobrevuelan la intolerancia en redes sociales. Una luchadora nata que porta en sus palabras la admiración plena del toreo. Experta en comunicación atiende cada una de las preguntas con un agradable tono de voz, que por momentos se rompe al emocionarse. El recuerdo es permanente y prefiere que su fotografía no salga; que sea la de Víctor Barrio toreando en su Madrid y sonriendo.
– Han pasado cinco años, pero la pregunta es si ha pasado el tiempo para Raquel Sanz y los familiares de Víctor Barrio.
– Dicen que el tiempo todo lo cura y, aunque creo que no siempre es así, el tiempo ayuda a ver las cosas de otra manera. Al final el tiempo te enseña a ver desde otra perspectiva su ausencia. En el día a día Víctor siempre está ahí y lo más bonito es ver cómo la gente, los aficionados, le recuerdan. Un ejemplo es la obra de arte que se colocó en abril en Las Ventas en su honor. Eso nos hace mucha ilusión.
– ¿Cómo fueron los primeros días después del fallecimiento?
«Siempre digo que tengo dos vidas: una la que tenía hasta el 9 de julio de 2016; y luego otra, la de ahora, que empezó desde que murió Víctor»
– Si te digo la verdad, no lo sé. Simplemente no vivía. Era un ‘shock’ permanente. Morí un poco con él. Siempre digo que tengo dos vidas: una la que tenía hasta el 9 de julio de 2016; y luego otra, la de ahora, que empezó desde que murió Víctor. Aprendes a valorar más las cosas y los pequeños momentos, pero es muy triste que tenga que pasar algo así para que nos demos cuenta de lo que es la vida.
– El apoyo de familiares, amigos y aficionados fue un salvavidas.
– Fue fundamental. Hemos tenido la suerte de contar con gente muy cercana que nos ha ayudado cuando las fuerzas flaqueaban. Pero no solo familiares y amigos, también gente que apreciaba a Víctor y aficionados que gracias a su cariño ahora se han convertido en gente muy especial. Estoy muy agradecida a todos ellos. Hay aficionados que en tertulias mencionan de manera querida a Víctor o amigos que le recuerdan cuando están juntos y eso al final es muy bonito.
– Dejó un importante legado como torero, pero también como persona.
«Siempre tenía tiempo para saludar a la gente y se acercaba a los seguidores que habían pagado una entrada para verle en una plaza»
– Como torero se entregó a la profesión hasta perder lo más importante. Dio todo lo que podía dar. Luego estaba su preocupación por dar a conocer la tauromaquia entre los jóvenes y los niños. Eso es lo que pretende la Fundación ‘Víctor Barrio’, que el público joven pueda conocer el mundo del toro, como a él le gustaría, y que la ignorancia no sea un argumento para no ir a lo toros. Una vez que se conoce, cada uno puede decidir si ir o no y si le gustan o no.
Como persona era encantador. Una persona de valores. Siempre tenía tiempo para saludar a la gente y se acercaba a los seguidores que habían pagado una entrada para verle en una plaza. Sí que es verdad que los toreros necesitan su espacio para pensar y reflexionar, pero en el caso de Víctor siempre tuvo claro que se lo debía todo a la gente.
– ¿En qué punto se encuentra la Fundación?
– Con la pandemia hemos tenido que parar un poco. Las actividades que se hacían previas a los festejos iban destinadas a niños y había contacto entre ellos. Por eso, estamos parados, pero la idea es recuperarlo a final de temporada, si para entonces está bien la situación, o para la siguiente. Luego está el Memorial ‘Víctor Barrio’ que nos da mucha satisfacción y lo organiza gente cercana a él con mucho cariño. No siempre ha salido como se quisiera y, por eso, habrá que replantarse cómo hacerlo. Por otro lado, está pensado que se instale una estatua de Víctor en Sepúlveda con el dinero que donaron toreros como Enrique Ponce o Alberto López Simón. Creemos que sería un reclamo turístico para Sepúlveda y el Ayuntamiento debería considerar un buen lugar donde ponerla.
– En el lado opuesto del cariño recibido están los insultos vertidos en redes que acabaron en juicio. ¿Se ha hecho justicia?
– Desde mi punto de vista no. Es un paso importante para toda la sociedad española, no solo para el mundo del toro, que no todo valga en redes sociales. En cuanto salieron las sentencias volvieron a salir más vertidos. Hay un delito de odio y no se puede consentir… Hay una espinita clavada por Víctor.
«Sé que le hubiera gustado que le recordaran por abrir la puerta grande de Las Ventas muchas veces, pero también como una buena persona con una eterna sonrisa»
– Lejos de estos casos, ¿cómo cree que le gustaría que le recordaran?
– Con una sonrisa indudablemente -responde emocionada-. Cuando la gente habla de él así le recuerdan. Hemos llorado mucho y ahora toca sonreír como hacía él. Sé que le hubiera gustado que le recordaran por abrir la puerta grande de Las Ventas muchas veces, pero también como una buena persona con una eterna sonrisa.
– Para terminar, con las virtudes de tenía, ¿dónde cree que estaría en estos momentos?
– Estos días he pensado mucho en los toreros que llevan dos años parados como consecuencia de la reducción de festejos por la pandemia y veo una situación complicada; es decir, si no toreas, no tienes para comer. Creo que Víctor hubiera aprovechado su oportunidad durante los tres años antes de la pandemia y estaría consolidado. En esos tres años habría rodado en ferias y creo que al final hubiera llegado a figura.
SUPLEMENTO | Victor Barrio, la sonrisa del toreo (descarga el especial)
